
jueves, 29 de enero de 2009
PADRE MIGUEL ANTONIO BARRIOLA

JAIME FUENTES: OBAMA LA PRIMERA MACANA
Me equivoqué por completo. Te faltó tiempo para autorizar a que se experimente con células madre tomadas de embriones −es decir, de niños aún no nacidos− y a financiar… ¿cuántos abortos en y fuera de los Estados Unidos?
¿Por qué la sociedad debe proteger a todo embrión?
Esta respuesta, obviamente no religiosa, es la que se encuentra en el número 472 del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. ¿No te hace pensar?...
Sinceramente,
J.F.
martes, 27 de enero de 2009
MIGUEL A FUENTES IVE: Existe una postura clara y radical del magisterio de la iglesia acerca del sexo oral?
lunes, 26 de enero de 2009
CARD. ANTONIO CAÑIZARES: ESCALADA DEL GOBIERNO SOCIALISTA ESPAÑOL CONTRA LA FAMILIA

-En una cultura como la que se impone en España, en Europa y en todo Occidente, con una fuerte carga ideológica secularista, ¿puede afirmarse que es en el ámbito de la familia donde este secularismo se manifiesta de modo más evidente y agresivo?
-Cardenal Antonio Cañizares: Pienso que no es la familia el ámbito donde se genera ese secularismo, sino que es el ámbito que más lo está sufriendo. La familia en España es en concreto una familia cristiana, aun cuando no sea practicante. Aún cuando esté muy sacudida por los vientos de la secularización, por todo el poder mediático que difunde una ideología relativista. Hay unos recursos en la familia española todavía muy valiosos y estamos aún a tiempo de que recupere su verdad. Pero es cierto también que la familia española, por las presiones de ese poder mediático, por las legislaciones tan agresivas en su contra, está sufriendo un fuerte relativismo, que estriba en vivir fuera de la verdad que la constituye, con lo cual las personas caen muchas veces en situaciones lamentables.
-Sus declaraciones han descargado fuertes responsabilidades en el Gobierno socialista por lo que sucede con la familia.
-Cardenal Antonio Cañizares: En los últimos años hemos asistido a una escalada contra la familia por parte del Gobierno socialista ayudado por otras fuerzas políticas y otros poderes o grupos como el del imperio gay o el de ciertas ideologías y organizaciones feministas, que intentan imponer la ideología de género. España ocupa uno de los últimos lugares de Europa en política familiar, el de menos ayuda a la familia; es, junto con Grecia, la nación europea con más bajo índice de natalidad, donde la población juvenil más a decrecido en los últimos 25 años y donde más se ha incrementado el número de abortos en los últimos diez años; ocupa el tercer lugar en el crecimiento de rupturas matrimoniales en la última década. Y, simultáneamente, ha ido más lejos que ningún otro país de la Comunidad Europea en materia legislativa contraria y dañosa para la familia.
Una vez más hay que decir que el futuro de la familia depende de que ésta pueda vivir su verdad, de que supere el relativismo al que se le empuja. La familia podrá ser educadora y transmisora de la fe si supera ese relativismo. Si no lo supera, continuará en una crisis, crisis de fe que arraiga en una crisis de verdad, porque no tiene fundamento principal para apoyarse y vivir con toda esperanza lo que es.
BENEDICTO XVI: COLOSENSE Y EFESIOS CARTAS GEMELAS ;La fuerza de la Iglesia viene de Cristo
Más importante aún es constatar que sólo en estas dos cartas se confirma el título de "cabeza",kefalé, dado a Jesucristo. Y este título se emplea en un doble nivel. En un primer sentido, Cristo es considerado como cabeza de la Iglesia (cf. Col 2, 18-19 y Ef 4, 15-16). Esto significa dos cosas: ante todo, que él es el gobernante, el dirigente, el responsable que guía a la comunidad cristiana como su líder y su Señor (cf. Col 1, 18: "Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia"); y el otro significado es que él es como la cabeza que forma y vivifica todos los miembros del cuerpo al que gobierna (de hecho, según Col 2, 19 es necesario "mantenerse unido a la Cabeza, de la cual todo el Cuerpo, recibe nutrición y cohesión"): es decir, no es sólo uno que manda, sino uno que orgánicamente está conectado con nosotros, del que también viene la fuerza para actuar de modo recto.
En ambos casos, se considera a la Iglesia sometida a Cristo, tanto para seguir su conducción superior —los mandamientos—, como para acoger todos los flujos vitales que de él proceden. Sus mandamientos no son sólo palabras, mandatos, sino que son fuerzas vitales que vienen de él y nos ayudan.
Esta idea se desarrolla particularmente en Efesios, donde incluso los ministerios de la Iglesia, en lugar de ser reconducidos al Espíritu Santo (como 1Co 12), se confieren por Cristo resucitado: es él quien "dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros" (Ef 4, 11). Y es por él que "todo el Cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de toda clase de junturas, (...) realizando así el crecimiento del cuerpo para su edificación en el amor" (Ef 4, 16). Cristo, de hecho, tiende a "presentársela (a la Iglesia) resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada" (Ef 5, 27). Con esto nos dice que es precisamente su amor la fuerza con la que construye la Iglesia, con la que guía a la Iglesia, con la que también da la dirección correcta a la Iglesia.
Por tanto el primer significado es Cristo Cabeza de la Iglesia: sea en cuanto a la conducción, sea sobre todo en cuanto a la inspiración y vitalización orgánica en virtud de su amor. Después, en un segundo sentido, Cristo es considerado no sólo como cabeza de la Iglesia, sino como cabeza de las potencias celestiales y de todo el cosmos. Así en Colosenses leemos que Cristo "una vez despojados los principados y las potestades, los exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal" (Col 2, 15). Análogamente en Efesios encontramos que con su resurrección, Dios puso a Cristo "por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero" (Ef 1, 21). Con estas palabras, las doscartas nos entregan un mensaje altamente positivo y fecundo: Cristo no tiene que temer a ningún posible competidor, porque es superior a cualquier forma de poder que intente humillar al hombre. Sólo él "nos ha amado y se ha entregado a sí mismo por nosotros" (Ef 5, 2). Por eso, si estamos unidos a Cristo, no debemos temer a ningún enemigo y ninguna adversidad; pero esto significa también que debemos permanecer bien unidos a él, sin soltar la presa.
El anuncio de que Cristo era el único vencedor y que quien estaba con Cristo no tenía que temer a nadie, aparecía como una verdadera liberación para el mundo pagano, que creía en un mundo lleno de espíritus, en gran parte peligrosos y contra los cuales había que defenderse. Lo mismo vale también para el paganismo de hoy, porque también los actuales seguidores de estas ideologías ven el mundo lleno de poderes peligrosos. A estos es necesario anunciar que Cristo es el vencedor, de modo que quien está con Cristo, quien permanece unido a él, no debe temer a nada ni a nadie. Me parece que esto es importante también para nosotros, que debemos aprender a afrontar todos los miedos, porque él está por encima de toda dominación, es el verdadero Señor del mundo.
Incluso todo el cosmos le está sometido, y en él converge como en su propia cabeza. Son célebres las palabras de la carta a los Efesios que habla del proyecto de Dios de "recapitular en Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra" (1, 10). Análogamente en la carta a los Colosensesse lee que "en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles" (1, 16) y que "mediante la sangre de su cruz ha reconciliado por él y para él todas las cosas, lo que hay en la tierra y en los cielos" (1, 20). Así pues, no existe, por una parte, el gran mundo material y por otra esta pequeña realidad de la historia de nuestra tierra, el mundo de las personas: todo es uno en Cristo. Él es la cabeza del cosmos; también el cosmos ha sido creado por él, ha sido creado para nosotros en cuanto que estamos unidos a él. Es una visión racional y personalista del universo. Y añadiría que una visión más universalista que esta no era posible concebir, y esta confluye sólo en Cristo resucitado. Cristo es el Pantokrátor, al que están sometidas todas las cosas: el pensamiento va hacia el Cristo Pantocrátor, que llena el ábside de las iglesias bizantinas, a veces representado sentado en lo alto sobre el mundo entero, o incluso encima de un arco iris para indicar su equiparación con Dios mismo, a cuya diestra está sentado (cf. Ef 1, 20; Col 3, 1), y, por tanto, a su inigualable función de conductor de los destinos humanos.
Una visión de este tipo es concebible sólo por parte de la Iglesia, no en el sentido de que quiera apropiarse indebidamente de lo que no le pertenece, sino en otro doble sentido: por una parte la Iglesia reconoce que Cristo es más grande que ella, dado que su señorío se extiende también más allá de sus fronteras; por otra, sólo la Iglesia está calificada como Cuerpo de Cristo, no el cosmos. Todo esto significa que debemos considerar positivamente las realidades terrenas, porque Cristo las recapitula en sí, y, al mismo tiempo, debemos vivir en plenitud nuestra identidad eclesial específica, que es la más homogénea a la identidad de Cristo mismo.
Hay también un concepto especial, que es típico de estas dos cartas, y es el concepto de "misterio". Una vez se habla del "misterio de la voluntad" de Dios (Ef 1, 9) y otras veces del "misterio de Cristo" (Ef 3, 4; Col 4, 3) o incluso del "misterio de Dios, que es Cristo, en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Col 2, 2-3). Hace referencia al inescrutable designio divino sobre la suerte del hombre, de los pueblos y del mundo. Con este lenguaje las dos Cartas nos dicen que es en Cristo donde se encuentra el cumplimiento de este misterio. Si estamos con Cristo, aunque no podamos comprender intelectualmente todo, sabemos que estamos en el núcleo del "misterio" y en el camino de la verdad. Él está en su totalidad, y no sólo un aspecto de su persona o un momento de su existencia, el que reúne en sí la plenitud del insondable plan divino de la salvación. En él toma forma la que se llama "multiforme sabiduría de Dios" (Ef 3, 10), ya que en él "habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad" (Col 2, 9). De ahora en adelante, por tanto, no es posible pensar y adorar el beneplácito de Dios, su disposición soberana, sin confrontarnos personalmente con Cristo en persona, en quien el "misterio" se encarna y puede ser percibido tangiblemente. Se llega así a contemplar la "inescrutable riqueza de Cristo" (Ef 3, 8), que está más allá de toda comprensión humana. No es que Dios no haya dejado las huellas de su paso, puesto que el mismo Cristo es huella de Dios, su impronta máxima; sino que uno se da cuenta de "cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad" de este misterio "que sobrepasa todo conocimiento" (Ef 3, 19). Las meras categorías intelectuales aquí resultan insuficientes, y reconociendo que muchas cosas están más allá de nuestras capacidades racionales, debemos confiar en la contemplación humilde y gozosa no sólo de la mente sino también del corazón. Los Padres de la Iglesia, por otro lado, nos dicen que el amor comprende mucho más que la sola razón.
Una última palabra hay que decir sobre el concepto, ya señalado antes, concerniente a la Iglesia como esposa de Cristo. En la segunda carta a los Corintios el apóstol san Pablo había comparado la comunidad cristiana a una novia, escribiendo así: "Celoso estoy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo" (2 Co 11, 2). La carta a los Efesios desarrolla esta imagen, precisando que la Iglesia no es sólo una esposa prometida, sino esposa real de Cristo. Él, por así decirlo, la ha conquistado para sí, y lo ha hecho al precio de su vida: como dice el texto, "se ha entregado a sí mismo por ella" (Ef5, 25). ¿Qué demostración de amor puede ser más grande que ésta? Pero, además, él está preocupado por su belleza; no sólo por la ya adquirida por el bautismo, sino también por aquella que debe crecer cada día gracias a una vida intachable, "sin arruga ni mancha", en su comportamiento moral (cf. Ef 5, 26-27). De aquí a la común experiencia del matrimonio cristiano el paso es breve; más aún, ni siquiera está claro cuál es para el autor de la carta el punto de referencia inicial: si es la relación Cristo-Iglesia, desde cuya luz hay que concebir la unión entre el hombre y la mujer, o si más bien es el dato de la experiencia de la unión conyugal, desde cuya luz hay que concebir la relación entre Cristo y la Iglesia. Pero ambos aspectos se iluminan recíprocamente: aprendemos qué es el matrimonio a la luz de la comunión de Cristo y de la Iglesia, aprendemos cómo Cristo se une a nosotros pensando en el misterio del matrimonio. En todo caso, nuestra carta se pone casi a medio camino entre el profeta Oseas, que indicaba la relación entre Dios y su pueblo en términos de bodas ya celebradas (cf. Os 2, 4.16.21), y el vidente del Apocalipsis, que anunciará el encuentro escatológico entre la Iglesia y el Cordero como unas bodas gozosas e indefectibles (cf. Ap 19, 7-9; 21, 9).
Habría aún mucho que decir, pero me parece que, de cuanto he expuesto, se puede entender que estas dos cartas son una gran catequesis, de la que podemos aprender no sólo cómo ser buenos cristianos, sino también cómo llegar a ser realmente hombres. Si empezamos a entender que el cosmos es la huella de Cristo, aprendemos nuestra relación recta con el cosmos, con todos los problemas de su conservación. Aprendemos a verlo con la razón, pero con una razón movida por el amor, y con la humildad y el respeto que permiten actuar de forma correcta. Y si pensamos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, que Cristo se ha dado a sí mismo por ella, aprendemos cómo vivir con Cristo el amor recíproco, el amor que nos une a Dios y que nos hace ver al otro como imagen de Cristo, como Cristo mismo. Oremos al Señor para que nos ayude a meditar bien la Sagrada Escritura, su Palabra, y aprender así realmente a vivir bien.
domingo, 18 de enero de 2009
G.K.CHESTERTON: ACERCA DEL MOVIMIENTO MEDIEVAL

JUAN BACIGALUPPI: BILL GATES Y LA PORNOGRAFÍA SEXUAL
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SANTA TERESITA DE LISIEUX

No te inquiete la labor
miércoles, 14 de enero de 2009
SANTO TOMÁS DE AQUINO (28 DE ENERO)
Nace en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, Italia, en 1225.
Es el último hijo varón de una numerosa familia de doce hijos. Su padre se llamaba Landulfo de Aquino.
Alto, grueso, bien proporcionado, frente despejada, porte distinguido, una gran amabilidad en el trato, y mucha delicadeza de sentimientos.
Cerca del Castillo donde nació estaba el famoso convento de los monjes Benedictinos llamado Monte Casino. Allí lo llevaron a hacer sus primeros años de estudios.
Los monjes le enseñaron a meditar en silencio. Es el más piadoso, meditabundo y silencioso de todos los alumnos del convento. Lo que lee o estudia lo aprende de memoria con una facilidad portentosa.
Continúa sus estudios por cinco años en la Universidad de Nápoles. Allí supera a todos sus compañeros en memoria e inteligencia. Conoce a los Padres Dominicos y se entusiasma por esa Comunidad. Quiere entrar de religioso pero su familia se opone. El religiosos huye hacia Alemania, pero por el camino lo sorprenden sus hermanos que viajan acompañados de un escuadrón de militares y lo ponen preso. No logran quitarle el hábito de dominico, pero lo encierran en una prisión del castillo de Rocaseca..
Tomás aprovecha su encierro de dos años en la prisión para aprenderse de memoria muchísimas frases de la S. Biblia y para estudiar muy a fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo, y que después él explicará muy bien en la Universidad.
Sus hermanos al ver que por más que le ruegan y lo amenazan no logran quitarle la idea de seguir de religioso, le envían a una mujer de mala vida para que lo haga pecar. Tomás toma en sus manos un tizón encendido y se lanza contra la mala mujer, amenazándola con quemarle el rostro si se atreve a acercársele. Ella sale huyendo y así al vencer él las pasiones de la carne, logró la Iglesia Católica conseguir un gran santo. Si este joven no hubiera sabido vencer la tentación de la impureza, no tendríamos hoy a este gran Doctor de la Iglesia.
Esa noche contempló en sueños una visión Celestial que venía a felicitarlo y le traía una estola o banda blanca, en señal de la virtud de la pureza que le concedía Nuestro Señor.
Liberado ya de la prisión lo enviaron a Colonia, Alemania, a estudiar con el más sabio Padre Dominico de ese tiempo: San Alberto Magno. Al principio los compañeros no imaginaban la inteligencia que tenía Tomás, y al verlo tan robusto y siempre tan silencioso en las discusiones le pusieron de apodo: "El buey mudo". Pero un día uno de sus compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó al sabio profesor. San Alberto al leerlos les dijo a los demás estudiantes: "Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero". Y así sucedió en verdad después.
Sus compañeros de ese tiempo dejaron este comentario: "La ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad es más grande todavía. Pasa horas y horas rezando, y en la Misa, después de la elevación, parece que estuviera en el Paraíso. Y hasta se le llena el rostro de resplandores de vez en cuando mientras celebra la Eucaristía.
A los 27 años, en 1252, ya es profesor de la famosísima Universidad de París. Sus clases de teología y filosofía son las más concurridas de la Universidad. El rey San Luis lo estima tanto que lo consulta en todos los asuntos de importancia. Y en la Universidad es tan grande el prestigio que tiene y su ascendiente sobre los demás, que cuando se traba una enorme discusión acerca de la Eucaristía y no logran ponerse de acuerdo, al fin los bandos aceptan que sea Tomás de Aquino el que haga de árbitro y diga la última palabra, y lo que él dice es aceptado por todos sin excepción.
En 1259 el Sumo Pontífice lo llama a Italia y por siete años recorre el país predicando y enseñando, y es encargado de dirigir el colegio Pontificio de Roma para jóvenes que se preparan para puestos de importancia especial.
En 4 años escribe su obra más famosa: "La Suma Teológica", obra portentosa en 14 tomos, donde a base de Sagrada Escritura, de filosofía y teología y doctrina de los santos va explicando todas las enseñanzas católicas. Es lo más profundo que se haya escrito en la Iglesia Católica.
En Italia la gente se agolpaba para escucharle con gran respeto como a un enviado de Dios, y lloraban de emoción al oírle predicar acerca de la Pasión de Cristo, y se emocionaban de alegría cuando les hablaba de la Resurrección de Jesús y de la Vida Eterna que nos espera.
El Romano Pontífice le encargó que escribiera los himnos para la Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, y compuso entonces el Pangelingua y el Tantumergo y varios otros bellísimos cantos de la Eucaristía (dicen que el Santo Padre encargó a Santo Tomás y a San Buenaventura que cada uno escribiera unos himnos, pero que mientras oía leer los himnos tan bellos que había compuesto Santo Tomás, San Buenaventrua fue rompiendo los que él mismo había redactado, porque los otros le parecían más hermosos). Después de haber escrito tratados hermosísimos acerca de Jesús en la Eucaristía, sintió Tomás que Jesús le decía en una visión: "Tomás, has hablado bien de Mi. ¿Qué quieres a cambio?". Y el santo le respondió: "Señor: lo único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más".
De tal manera se concentraba en los temas que tenía que tratar, que un día estando almorzando con el rey, de pronto dio un puñetazo a la mesa y exclamó: "Ya encontré la respuesta para tal y tal pregunta". Después tuvo que presentar excusas al rey por estar pensando en otros temas distintos a los que estaban tratando los demás en la conversación.
Pocos meses antes de morir tuvo una visión acerca de lo sobrenatural y celestial, y desde entonces dejó de escribir. Preguntado por el Hermano Reginaldo acerca de la causa por la cual ya no escribía más, exclamó: "Es que, comparando con lo que vi en aquella visión, lo que he escrito es muy poca cosa".
Santo Tomás logró que la filosofía de Aristóteles llegara a ser parte de las enseñanzas de los católicos. Este santo ha sido el más famoso profesor de filosofía que ha tenido la Iglesia.
Tan importantes son sus escritos que en el Concilio de Trento (o sea la reunión de los obispos del mundo), los tres libros de consulta que había sobre la mesa principal eran: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás.
Decía nuestro santo que él había aprendido más, arrodillándose delante del crucifijo, que en la lectura de los libros. Su secretario Reginaldo afirmaba que la admirable ciencia de Santo Tomás provenía más de sus oraciones que de su ingenio. Este hombre de Dios rezaba mucho y con gran fervor para que Dios le iluminara y le hiciera conocer las verdades que debía explicar al pueblo.
Su humildad: Cumplía exactamente aquel consejo de San Pablo: "Consideren superiores a los demás". Siempre consideraba que los otros eran mejores que él. Aun en las más acaloradas discusiones exponía sus ideas con total calma; jamás se dejó llevar por la cólera aunque los adversarios lo ofendieran fuertemente y nunca se le oyó decir alguna cosa que pudiera ofender a alguno. Su lema en el trato era aquel mandato de Jesús: "Tratad a los demás como deseáis que los demás os traten a vosotros".
Su devoción por la Virgen María era muy grande. En el margen de sus cuadernos escribía: "Dios te salve María". Y compuso un tratado acerca del Ave María.
Su muerte: El Sumo Pontífice lo envió al Concilio de Lyon, pero por el camino se sintió mal y fue recibido en el monasterio de los monjes cistercienses de Fosanova. Cuando le llevaron por última vez la Sagrada Comunión exclamó: "Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica, de quien me profeso hijo obediente".
Murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años.
Fue declarado santo en 1323 apenas 50 años después de muerto. Y sus restos fueron llevados solemnemente a la Catedral de Tolouse un 28 de enero. Por eso se celebra en este día su fiesta.
Ojalá repitamos frecuentemente aquella oración bíblica que Santo Tomás le decía al Señor, para pedirle el don de la Sabiduría. Dice así:
"Oh Dios misericordioso: envíame la Sabiduría que asiste junto a Ti.
Mira que soy un ser débil,
demasiado pequeño para lograr conocer qué es lo que más te agrada a Ti.
Sin la sabiduría que procede de Ti, no seré estimado en nada.
Contigo está la sabiduría que te asistió cuando creabas el mundo,
la sabiduría que nos enseña qué es lo más grato a tus ojos
y lo que más nos conviene hacer.
Envíame tu sabiduría desde el cielo
para que me asista en mis trabajos
y me ilumine qué es lo que más te agrada en cada momento.
Que ella me guíe prudentemente en todas mis obras" (Sab. 9, 1-11) Amen.
FUENTE: http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Tomás_de_Aquino.htm
martes, 13 de enero de 2009
TESTIMONIO SOBRE GRACIAS CONCEDIDA POR MEDIACIÓN DE JUAN PABLO II
http://www.vicariatusurbis.org/Beatificazione/spagnolo/homepage.htm
Septiembre, 2008
Soy ortodoxa.
España,
Octubre, 2008
Nuestra conversión.
por Antonella y Massimo
lunes, 12 de enero de 2009
ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS: La familia, abierta a Dios y al prójimo

Catequesis Quinta:
1. El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, para vivir y convivir con Él. Ni el ateísmo, ni el agnosticismo, ni la indiferencia religiosa son situaciones naturales del hombre ni pueden tampoco ser situaciones definitivas para una sociedad. Los hombres estamos re-ligados esencialmente a Dios, como una casa lo está respecto al arquitecto que la construyó. Las dolorosas consecuencias de nuestros pecados pueden oscurecer este horizonte, pero, más pronto o más tarde, añoramos la casa y el amor del Padre del Cielo. Nos ocurre como al hijo pródigo de la parábola: no dejó de ser hijo cuando marchó de la casa de su padre y, por eso, a pesar de todos sus extravíos, terminó sintiendo un anhelo irresistible de volver. De hecho, todos los hombres sienten siempre la nostalgia de Dios y tienen la misma experiencia que san Agustín, aunque no sean capaces de expresarla con la misma fuerza y belleza que él: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón no descansará, hasta que descanse en Ti» (Confesiones, 1,1).
2. Consciente de esta realidad, la familia cristiana sitúa a Dios en el horizonte de la vida de sus hijos desde los primeros momentos de su existencia consciente. Es un ambiente que ellos respiran e incorporan. Esto les ayuda a descubrir y acoger a Dios, a Jesucristo, al Espíritu Santo y a la Iglesia. Con plena coherencia, ya desde el primer momento de su nacimiento, los padres piden a la Iglesia el Bautismo para ellos y les llevan con gozo a recibir las aguas bautismales. Luego, les acompañan en la preparación a la Primera Comunión y a la Confirmación y les inscriben en la catequesis parroquial y buscan para ellos la escuela que mejor les eduque en la religión católica.
3. Sin embargo, la verdadera educación cristiana de los hijos no se limita a incluir a Dios entre las cosas importantes de su vida, sino que sitúa a Dios en el centro de esa vida, de modo que todas demás actividades y realidades: la inteligencia, el sentimiento, la libertad, el trabajo, el descanso, el dolor, la enfermedad, las alegrías, los bienes materiales, la cultura, en una palabra: todo, estén modelados y regidos por el amor a Dios. Los hijos tienen que habituarse a pensar antes de cada acción u omisión: «¿qué quiere Dios que haga o deje de hacer ahora?» Jesucristo confirmó la fe y convicción de los fieles de la Antigua Alianza, sobre el que consideraban como «el gran mandamiento», cuando respondió al doctor de la Ley que «el primer mandamiento es éste: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas» (cf. Mc 12,28; Lc 10,25; Mt 22,36s).
4. Esta educación en la centralidad del amor a Dios la realizan los padres, sobre todo, a través de las realidades de la vida diaria: rezando en familia en las comidas, fomentando en los hijos la gratitud a Dios por los dones recibidos, acudiendo a Él en los momentos de dolor en cualquiera de sus formas, participando en la misa dominical con ellos, acompañándoles a recibir el sacramento de la Reconciliación, etc.
5. La pregunta del doctor de Ley sólo incluía «cuál es el primer mandamiento». Pero Jesús, al responderle, añadió: el segundo es semejante a éste: «amarás al prójimo como a ti mismo». El amor, pues, al prójimo es «su mandamiento» y «el distintivo» de sus discípulos. Como concluía san Juan con fina sicología: «Si no amamos al prójimo a quien vemos ¿cómo vamos a amar a Dios a quien no vemos?» (1 Jn 4,20).
6. Los padres han de ayudar a sus hijos a descubrir al prójimo, especialmente al necesitado, y a realizar pequeños pero constantes servicios: compartir con sus hermanos los juguetes y regalos, ayudar a los que son más pequeños, dar limosna al pobre de la calle, visitar a los familiares enfermos, acompañar a los abuelos y prestarles pequeños servicios, aceptar a las personas haciéndoles pasar por alto y perdonar las pequeñas limitaciones y ofensas de cada día, etc. Estas cosas, repetidas una y otra vez, configuran la mentalidad y crean hábitos buenos, para afrontar la vida del « prejuicio» mediante el amor a los demás, y hacerles así capaces de crear una sociedad nueva.
GIACOMO BIFFI: AMBROSIO Y AGUSTÍN
viernes, 9 de enero de 2009
HACELO BIEN, PROTEGETE DEL OTRO...
El Ministerio de Salud Pública en Uruguay, difundió hoy que comprarán y distribuirán gratuitamente 1.500.000 de preservativos, la vocera que apareció en la televisión instó a tomar precauciones, dijo que hay que llevar algún repelente para protegerse de los mosquitos, filtro sol para protegerse del daño que éste puede causar y “condones”.
Ciertamente que no pudo aplicar al preservativo la lógica que desarrolló para con los anteriores potenciales “males”, porque hubiera dicho: para protegerse del “otro”, es decir de aquel con el que mantiene relaciones íntimas. De locos!!! El MSP está preocupado, y propone “ancha castilla”.
miércoles, 7 de enero de 2009
Sobre Espifanía y la fe católica, en donde hubo Magos y estrella...

En el día de de la Epifanía, un tanto cansado de mis labores en el jardín, me acosté con cierta dificultad para conciliar el sueño,y decidí encender la radio, y luego de escuchar la hermosa lectura de san Mateo sobre la adoración de los Magos, y para mi inquietud, le siguió la lectura de un comentario realmente como para el insomnio.
EUDALFO FORMENT: RIEGAS LOS MONTES
A mediados del siglo XIII, en la Universidad de París, para ser promovido al grado máximo de maestro o doctor, uno de los requisitos era el de pronunciar una lección solemne ante todo el claustro de Maestros y Profesores. Se conserva el texto de esta lección, que se llamaba «Principio», que impartió Santo Tomás al finalizar el curso 1255-56, titulada Sobre la recomendación de la Sagrada Escritura. Está basada en un versículo del Salmo 103, «La gloria de Dios en la creación», que dice: «desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda» (103, 13).
Este breve texto de Santo Tomás es muy importante, porque su contenido fue el programa de toda su vida y lo que permite entender su fecundidad, que atraviesa el tiempo. Comienza el Aquinate citando un pasaje del Pseudo-Dionisio, en el que se afirma que la Providencia divina hace que los dones superiores desciendan de lo más alto hasta lo más bajo de un modo escalonado, por medio de grados intermedios, y ello, tanto en los espirituales como en los corporales. Desde este principio se puede comprender la metáfora del Salmo. Así como la lluvia desde el cielo riega los montes y forma ríos que descienden hacia los valles, fecundando su suelo, así también la Sabiduría divina riega la mente de los maestros, que fluye hasta sus oyentes.