“Cuando yo diga al malvado vas a morir, si tú no lo amonestas, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, a fin de que él viva, él, el malvado morirá por su pecado, pero de su sangre yo te tomaré cuentas a ti. Si por el contrario amonestas al malvado y él no se convierte del mal y de su mala conducta, morirá él por su pecado, pero tú habrás salvado tu vida. Cuando el justo se desvíe de su conducta para cometer injusticia, yo pondré un obstáculo ante él y morirá; por no haberle advertido tú, morirá él por su pecado y no se recordará la justicia que había practicado, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario amonestas al justo para que no peque, y él no peca, vivirá él por haber sido amonestado y tú habrás salvado tu vida” ( 3, 16-21).
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