Pero la devoción eucarística ha producido también otros maravillosos frutos, que se dan en la suscitación de vocaciones sacerdotales y religiosas, en la educación cristiana de los niños, en la piedad de los laicos y de las familias, en la promoción de obras apostólicas o asistenciales, y en todos los otros campos de la vida cristiana. Es, pues, una espiritualidad de inmensa fecundidad. «Por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,20).
Hoy, por ejemplo, en Francia, los movimientos laicales con más vitalidad, y aquellos que más vocaciones sacerdotales y religiosas suscitan, como Emmanuel, se caracterizan por su profunda piedad eucarística.
En las Comunidades de las Bienaventuranzas, concretamente, compuestas en su mayor parte por laicos, se practica la adoración continua todo el día. Iniciadas hacia 1975, reunen hoy unos 1.200 miembros en unas 70 comunidades, que están distribuidas por todo el mundo. Y recordemos también la Orden de los laicos consagrados (Angot, Las casas de adoración).
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