viernes, 2 de septiembre de 2011

MONSEÑOR HÉCTOR AGUER: CRECIMIENTO ECONÓMICO NO ES DESARROLLO SOCIAL

En el comentario de hoy quiero abordar un punto que me parece fundamental en la Doctrina Social de la Iglesia: la distinción entre desarrollo integral y crecimiento económico.

Son dos términos que suelen confundirse. Un país se puede felicitar porque crece extraordinariamente su economía y sin embargo no por eso hay en él un verdadero desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres. Ese es el concepto de desarrollo que acuñó el Papa Pablo VI, en 1967, en la Encíclica “Populorum Progressio.

Benedicto XVI en la Encíclica “Caritas in Veritatis”, publicada precisamente para conmemorar 40 años de aquel otro texto de Pablo VI, trata el tema del desarrollo humano integral en la verdad y en la caridad.

Quiero leer un pasaje, en el Nº 22, de esta Encíclica. Dice: “La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades. En los países ricos, nuevas categorías sociales se empobrecen y nacen nuevas pobrezas. En las zonas más pobres, algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora.

Esto lo está diciendo el Papa Benedicto XVI del mundo entero, obviamente, pero yo me pregunto si no vale también, de algún modo, para nuestra Argentina.
Continua el texto así: “Se sigue produciendo «el escándalo de las disparidades hirientes». Lamentablemente, hay corrupción e ilegalidad tanto en el comportamiento de sujetos económicos y políticos de los países ricos, nuevos y antiguos, como en los países pobres.

Esto es una verdadera calamidad porque afecta directamente a las posibilidades de desarrollo. Se puede seguir creciendo con estos vicios sociales y políticos señalados en la encíclica pero eso impide un auténtico desarrollo.
Sigo leyendo: “La falta de respeto de los derechos humanos de los trabajadores es provocada a veces por grandes empresas multinacionales y también por grupos de producción local. Las ayudas internacionales se han desviado con frecuencia de su finalidad por irresponsabilidades tanto en los donantes como en los beneficiarios.
Este concepto puede aplicarse al problema de la deuda internacional, de la deuda pública en general.

Continua el texto: “Podemos encontrar la misma articulación de responsabilidades también en el ámbito de las causas inmateriales o culturales del desarrollo y del subdesarrollo. Hay formas excesivas de protección de los conocimientos por parte de los países ricos, a través de un empleo demasiado rígido del derecho a la propiedad intelectual, especialmente en el campo sanitario.

Y concluye así el párrafo: “Al mismo tiempo, en algunos países pobres perduran modelos culturales y normas sociales de comportamiento que frenan el proceso de desarrollo.

Quiero hacer un último comentario precisamente sobre esta cuestión. Antes ha hablado de causas “inmateriales o culturales del desarrollo y del subdesarrollo” y ahora habla de “modelos culturales y normas sociales de comportamiento que frenan el proceso de desarrollo”. Y que perduran en los países.

Si queremos hacer una aplicación a la Argentina y no hay que ser demasiado perspicaz para ello pensemos, por ejemplo, lo que significa un hecho que se ha convertido aquí en un fenómeno cultural; todo el mundo quiere hacer plata rápido. Cualquier empresario, sea grande o pequeño quiere hacer plata rápido y fácilmente. No hablo del legítimo deseo de prosperar, sino de un exceso que configura una mentalidad.
Luego el problema del trabajo, de la cultura del trabajo. Muchos estudiosos han señalado el deterioro de la cultura del trabajo. En nuestro país el desempleo tiene mucho que ver con esto, pero más allá del desempleo, como causa inmaterial que decía el Papa, el hecho de que ya no se aprecie suficientemente el trabajo como fuerza personal de realización. Esto proyectado en términos sociales es tremendo. El clientelismo puede instalarse como una alternativa al empeño, al esfuerzo personal, a la responsabilidad.

Hay otras costumbres que se van haciendo hechos culturales, al parecer perdurables, y que son muy difíciles de remover. Pensemos, para dar un ejemplo cercano, lo que se gasta en sostener la pasión futbolística en la Argentina de hoy. Y los invito a continuar la lista de costumbres que frenan el auténtico desarrollo.

Insistamos, pues, en que el problema del desarrollo, si se entiende en el sentido de la Doctrina Social de la Iglesia, como desarrollo integral, de todo el hombre y de todos los hombres, no se reduce al hecho del crecimiento económico. Bienvenido sea el crecimiento de la economía, pero hay que resolver muchas otras cosas para que entremos en un proceso decidido y sostenido de desarrollo.

Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
Fuente: AICA


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