El Adviento es un tiempo en el que meditamos sobre las “venidas del Señor”, Él vino, viene y vendrá, y esto suscita en mí la siguiente pregunta: Dejo en mi vida a Dios ser Dios?
Puede ayudarnos el texto del Apocalipsis, allí el Señor le dice a su Iglesia, que está a la puerta y llama (Ap 3,20), como entender esta palabra desde la perspectiva de un creyente. Alguno puede decir, “yo participo habitualmente de la Misa, me considero creyente y si me lo preguntan me presento como católico”¿Cómo entender ésta palabra del Señor cuando es dirigida a nosotros los creyentes? Incluso a los creyentes más comprometidos, a los que se han consagrado con un Si pleno de confianza.
En nuestros casos el Señor no golpea desde fuera, sino desde dentro. Y lo hace porque, se encuentra en nuestras vidas, con “libertad vigilada”. Él ha golpeado a nuestras puertas, a las puertas de nuestro corazón y nosotros lo hemos abierto para que entre, pero hemos controlado su presencia en nuestras vidas. Hay zonas que permanecen reservadas a nuestro control. No hemos permitido que Él alcance estas realidades de nuestra existencia. Se encuentra, como insinuábamos en algunos versículos precedentes, bajo“libertad vigilada”.Nosotros le indicamos por donde puede ir, y nos reservamos a nuestro control, otras realidades de nuestra existencia.
Por ello, el Señor golpea desde nuestro interior, para poder salir de este modo de relación que mantenemos con Él. Quiere salir, para detenerse frente a nuestra puerta y golpear nuevamente: el Señor está a la puerta y llama. Quiere que lo dejemos ser Señor. No deben existir restricciones para la acción del Señor en nuestras vidas. Debemos dejar, y aquí esta en juego nuestra santidad, a Dios ser Dios.
He dicho que Si al Señor, pero todavía no le he entregado mi corazón completamente. Él guía mi vida de oración, pero yo soy quien dice lo que debo hacer con mi dinero. Él me mueve a ir al merendero con mucho amor, pero yo determino cuales serán los métodos con los que regule los nacimientos de mis hijos.
Ella, la Virgen del Adviento nos enseña como vivió esta verdad, y quiere que nosotros sus hijos, aceptemos este modo de relación fundamento de la filialización del corazón. Para dejar a Dios ser Dios, hay que entrar en sus caminos, que según el texto de Isaías, son irrastreables e insondables.
El arcángel Gabriel al realizar el anuncio de parte de Dios le revela dos claves, que se sintetizan en dos expresiones: alégrate y no temas. Los caminos de Dios engendran alegría. Servir al Señor produce en nuestro corazón, alegría. Nuestro mundo manifiesta en sus enfermedades la ausencia de esta realidad: hay tristeza, depresión, pánico, evasión. Los hombres rechazan los caminos de Dios y transitan por callejones sin salida.
Dios ha desterrado, al venir a nosotros, la distancia que existía, se ha acercado para comunicarnos su Amor, manifestado en plenitud en las palabras y obras de su Hijo. Su presencia llena de sentido nuestra existencia, su amor divino ahora habita entre nosotros, porque vino para quedarse en nosotros. Y esto nos llena de alegría, disipando los posibles temores que se presenten en nuestros pensamientos de modo amenazante.
Si dejamos en nuestras vidas a Dios ser Dios, nosotros seremos cada vez más libres. Sus caminos son verdaderos senderos de libertad con los que debemos comprometernos…
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