Santa Faustina Kowalska, promotora de la festividad de la Divina Misericordia, tuvo una relación profunda con las almas del purgatorio. En su Diario recoge bastantes experiencias espirituales referentes a quienes viven en estado de purificación.
Estando de vacaciones en Skolimów, nos cuenta: "Vi al Ángel de la Guarda que me dijo que le siguiera. En un momento me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego y había allí una multitud de almas sufrientes. Estas almas estaban orando con gran fervor, pero sin eficacia para ellas mismas; sólo nosotros podemos ayudarlas. Las llamas que las quemaban, a mí no me tocaban. Mi Ángel de la Guarda no me abandonó ni por un solo momento. Pregunté a estas almas ¿cuál era su mayor tormento? Y me contestaron unánimemente que su mayor tormento era la añoranza de Dios. Vi a la Madre de Dios que visitaba a las almas en el purgatorio... Ella les trae alivio. Deseaba hablar más con ellas; sin embargo mi Ángel de la Guarda me hizo seña de salir. Salimos de esa cácel de sufrimiento. [Oí una voz interior] que me dijo: Mi misericordia no lo desea, pero la justicia lo exige. A partir de aquel momento me uno más estrechamente a las almas sufrientes".
Estando de vacaciones en Skolimów, nos cuenta: "Vi al Ángel de la Guarda que me dijo que le siguiera. En un momento me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego y había allí una multitud de almas sufrientes. Estas almas estaban orando con gran fervor, pero sin eficacia para ellas mismas; sólo nosotros podemos ayudarlas. Las llamas que las quemaban, a mí no me tocaban. Mi Ángel de la Guarda no me abandonó ni por un solo momento. Pregunté a estas almas ¿cuál era su mayor tormento? Y me contestaron unánimemente que su mayor tormento era la añoranza de Dios. Vi a la Madre de Dios que visitaba a las almas en el purgatorio... Ella les trae alivio. Deseaba hablar más con ellas; sin embargo mi Ángel de la Guarda me hizo seña de salir. Salimos de esa cácel de sufrimiento. [Oí una voz interior] que me dijo: Mi misericordia no lo desea, pero la justicia lo exige. A partir de aquel momento me uno más estrechamente a las almas sufrientes".
Desde su noviciado Sor Faustina tenía comunicaciones con almas en el purgatorio: "Cuando llegamos al noviciado, la hermana X. estaba muriendo. Unos días después vino la hermana ... y me mandó ir a la Madre Maestra y decirle que su confesor, Padre Respond, celebrara a su intención una Santa Misa y tres jaculatorias. Al principio consentí, pero al día siguiente pensé que no iría a la Madre Maestra, porque no entendía bien si había sido un sueño o realidad. Y no fui. La noche siguiente se repitió lo mismo pero más claramente; no lo dudaba. No obstante a la mañana siguiente decidí no decirlo a la Maestra. Se lo diría sólo cuando la viera durante el día. Un momento después la encontré [a aquella hermana fallecida] en el pasillo; me reprochaba que no había ido enseguida y mi alma se llenó de gran inquietud. Entonces fui inmediatamente a hablar con la Madre Maestra y le conté lo que había sucedido. La Madre dijo que ella lo arreglaría. Enseguida la paz volvió a mi alma y tres días después aquella hermana vino y me dijo: 'Dios se lo pague'." El valor de la Santa Misa a favor de las almas en pena es maravilloso. Las jaculatorias indulgenciadas también les sirven de alivio. Las almas del purgatorio ya no pueden merecer; nosotros, sí. Por eso, la Iglesia militante no puede desentenderse de la Iglesia en su estado de purificación definitiva.
Cualquier tipo de oración por las almas del purgatorio les sirve de ayuda y alivio. Nos cuenta en su Diario Santa Faustina: "En la víspera del día de los difuntos, cuando al atardecer fui al cementerio que estaba cerrado, entreabrí un poco la puerta y dije: Si desean, queridas almas, alguna cosa, la haré con gusto, dentro de lo que me permite la regla. Entonces oí estas palabras: Cumple la voluntad de Dios. Nosotras somos felices en la medida en que hemos cumplido la voluntad de Dios.
Por la noche aquellas almas vinieron y me rogaron orar; recé mucho por ellas. Mientras la procesión volvía del cementerio, vi una multitud de almas que junto con nosotras iban a la capilla, rezaban junto con nosotras. Recé mucho porque tenía el permiso de las Superioras".
Dios aplica según su santa voluntad las oraciones que se hacen por las almas que están en purificación: "Una vez, -nos dice Santa Faustina-, cuando entré en la capilla por cinco minutos de adoración y recé por cierta alma, comprendí que no siempre Dios acepta nuestras plegarias por aquellas almas por las cuales rogamos, sino que las destina a otras almas, y no les llevamos alivio en las penas que sufren en el fuego del purgatorio; sin embargo nuestra plegaria no se pierde".
La Iglesia militante, purgante y triunfante viven en estrecha unión como Cuerpo Místico de Cristo. Nos cuenta Santa Faustina: "Una noche vino a mí una de las hermanas difuntas que ya antes había venido algunas veces; la primera vez la vi en un estado de gran sufrimiento, después los sufrimentos eran cada vez menores y aquella noche, la vi resplandeciente de felicidad y me dijo que ya estaba en el paraíso; ... Luego se acercó a mí y me abrazó cordialmente y dijo: Tengo que irme ya. Comprendí lo estrecha que es la unión entre estas tres etapas de la vida de las almas, es decir, la tierra, el purgatorio, el cielo".
El purgatorio no es más que un proceso integrador y purificativo de la persona humana, que "desemboca necesaria e inevitablemnete en la consumación del hombre, es decir, en la visión intuitiva de Dios" Escribía así Santa Faustina: "2 de noviembre 1936. Por la tarde, después de las vísperas fui al cementerio. Después de rezar un momento, vi a una de nuestras hermanas que me dijo: Estamos en la capilla. Comprendí que debía ir a la capilla y rezar allí para adquirir indulgencias. Al día siguiente, durante la Santa Misa vi tres palomas blancas que se alzaron del altar hacia el cielo. Comprendí que no solamente estas tres almas queridas que había visto fueron al cielo, sino también otras muchas que habían muerto fuera de nuestro instituto. Oh, qué bueno y misericordioso es el Señor".
En la novena de la divina Misericordia según Santa Faustina Kowalska, el octavo día está dedicado a pedir por las almas del purgatorio: "Hoy, tráeme a las almas que están en la cárcel del purgatorio y sumérgelas en el abismo de mi misericordia. Que los torrentes de mi Sangre refresquen el ardor del purgatorio. Todas estas almas son muy amadas por Mí. Ellas cumplen con el justo castigo que se debe a mi Justicia. Está en tu poder llevarles alivio. Haz uso de todas las indulgencias del tesoro de mi Iglesia y ofrécelas en su nombre... Oh, si conocieras los tormentos que ellas sufren, ofrecerías continuamente por ellas las limosnas del espíritu y saldarías las deudas que tienen con mi justicia".
Entre las limosnas del espíritu están también el ayuno y la obediencia. "Por la noche -nos dice Sor Faustina- vino a verme una de las hermanas difuntas y pidió un día de ayuno y que ese día ofreciera por ella todas las prácticas de piedad. Le contesté que estaba de acuerdo". "Inmediatamente después de la Santa Misa pedí a la Madre Superiora permiso para ayunar, sin embargo no lo recibí por estar enferma. Al entrar en la capilla oí estas palabras: '¿Si usted, hermana, hubiera ayunado, yo hubiera recibido alivio sólo esta noche, pero por la obediencia que le ha prohibido ayunar, he recibido el alivio inmediato. La obediencia tiene un gran poder'. Después de esas palabras oí: Dios se lo pague".
La oración era un recurso frecuente en Santa Faustina a favor de las almas del purgatorio: "Una noche vino a verme el alma de cierta jovencita y me hizo sentir su presencia dándome a conocer que necesitaba mi oración. Recé un momento, pero su espíritu no se alejó de mí. Entonces dije dentro de mí: Si eres un espíritu bueno, déjame en paz y las indulgencias de mañana serán para ti. En aquel momento, ese espíritu abandonó mi habitación; conocí que estaba en el purgatorio".
Cualquier tipo de oración por las almas del purgatorio les sirve de ayuda y alivio. Nos cuenta en su Diario Santa Faustina: "En la víspera del día de los difuntos, cuando al atardecer fui al cementerio que estaba cerrado, entreabrí un poco la puerta y dije: Si desean, queridas almas, alguna cosa, la haré con gusto, dentro de lo que me permite la regla. Entonces oí estas palabras: Cumple la voluntad de Dios. Nosotras somos felices en la medida en que hemos cumplido la voluntad de Dios.
Por la noche aquellas almas vinieron y me rogaron orar; recé mucho por ellas. Mientras la procesión volvía del cementerio, vi una multitud de almas que junto con nosotras iban a la capilla, rezaban junto con nosotras. Recé mucho porque tenía el permiso de las Superioras".
Dios aplica según su santa voluntad las oraciones que se hacen por las almas que están en purificación: "Una vez, -nos dice Santa Faustina-, cuando entré en la capilla por cinco minutos de adoración y recé por cierta alma, comprendí que no siempre Dios acepta nuestras plegarias por aquellas almas por las cuales rogamos, sino que las destina a otras almas, y no les llevamos alivio en las penas que sufren en el fuego del purgatorio; sin embargo nuestra plegaria no se pierde".
La Iglesia militante, purgante y triunfante viven en estrecha unión como Cuerpo Místico de Cristo. Nos cuenta Santa Faustina: "Una noche vino a mí una de las hermanas difuntas que ya antes había venido algunas veces; la primera vez la vi en un estado de gran sufrimiento, después los sufrimentos eran cada vez menores y aquella noche, la vi resplandeciente de felicidad y me dijo que ya estaba en el paraíso; ... Luego se acercó a mí y me abrazó cordialmente y dijo: Tengo que irme ya. Comprendí lo estrecha que es la unión entre estas tres etapas de la vida de las almas, es decir, la tierra, el purgatorio, el cielo".
El purgatorio no es más que un proceso integrador y purificativo de la persona humana, que "desemboca necesaria e inevitablemnete en la consumación del hombre, es decir, en la visión intuitiva de Dios" Escribía así Santa Faustina: "2 de noviembre 1936. Por la tarde, después de las vísperas fui al cementerio. Después de rezar un momento, vi a una de nuestras hermanas que me dijo: Estamos en la capilla. Comprendí que debía ir a la capilla y rezar allí para adquirir indulgencias. Al día siguiente, durante la Santa Misa vi tres palomas blancas que se alzaron del altar hacia el cielo. Comprendí que no solamente estas tres almas queridas que había visto fueron al cielo, sino también otras muchas que habían muerto fuera de nuestro instituto. Oh, qué bueno y misericordioso es el Señor".
En la novena de la divina Misericordia según Santa Faustina Kowalska, el octavo día está dedicado a pedir por las almas del purgatorio: "Hoy, tráeme a las almas que están en la cárcel del purgatorio y sumérgelas en el abismo de mi misericordia. Que los torrentes de mi Sangre refresquen el ardor del purgatorio. Todas estas almas son muy amadas por Mí. Ellas cumplen con el justo castigo que se debe a mi Justicia. Está en tu poder llevarles alivio. Haz uso de todas las indulgencias del tesoro de mi Iglesia y ofrécelas en su nombre... Oh, si conocieras los tormentos que ellas sufren, ofrecerías continuamente por ellas las limosnas del espíritu y saldarías las deudas que tienen con mi justicia".
Entre las limosnas del espíritu están también el ayuno y la obediencia. "Por la noche -nos dice Sor Faustina- vino a verme una de las hermanas difuntas y pidió un día de ayuno y que ese día ofreciera por ella todas las prácticas de piedad. Le contesté que estaba de acuerdo". "Inmediatamente después de la Santa Misa pedí a la Madre Superiora permiso para ayunar, sin embargo no lo recibí por estar enferma. Al entrar en la capilla oí estas palabras: '¿Si usted, hermana, hubiera ayunado, yo hubiera recibido alivio sólo esta noche, pero por la obediencia que le ha prohibido ayunar, he recibido el alivio inmediato. La obediencia tiene un gran poder'. Después de esas palabras oí: Dios se lo pague".
La oración era un recurso frecuente en Santa Faustina a favor de las almas del purgatorio: "Una noche vino a verme el alma de cierta jovencita y me hizo sentir su presencia dándome a conocer que necesitaba mi oración. Recé un momento, pero su espíritu no se alejó de mí. Entonces dije dentro de mí: Si eres un espíritu bueno, déjame en paz y las indulgencias de mañana serán para ti. En aquel momento, ese espíritu abandonó mi habitación; conocí que estaba en el purgatorio".
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