lunes, 9 de julio de 2012

MONSEÑOR JOSÉ IGNACIO MUNILLA: MIRAR A JESÚS CON LA MIRADA DE MARÍA


Al terminar el turno de adoración que se reservó para los niños, se me acercó una madre con sus hijos, uno de los cuales se preparaba para hacer la Primera Comunión. La madre me advirtió de que el niño estaba en la edad de hacer muchas preguntas, de “esas” que no siempre es fácil contestar. Lo pude comprobar inmediatamente, pues el niño me preguntó sin miramiento: “Señor obispo, ¿por qué la Virgen María no se quedó en el Pan de la Eucaristía como Jesús?”.

¡Pues sí, ciertamente, parece que el niño está en la edad de hacer preguntas rebuscadas!... ¡Cosas de niños! Lo único que se me ocurrió decirle a aquel “pequeño teólogo”, es que hay cosas a las que nosotros no podemos responder y que Dios tiene razones que nosotros no entendemos… La verdad es que me quedé en blanco, porque no había ni tan siquiera imaginado una pregunta como esa en toda mi vida… Tengo que reconocer que la “ocurrencia” de aquel niño, después me ha hecho reflexionar en no pocos momentos; especialmente en la oración ante el Santísimo Sacramento. ¿Qué responder a su pregunta?:

1º.- ¡Son inseparables!: Es importante tener en cuenta que aunque María no está presente en la Eucaristía de forma sustancial, con su cuerpo y su sangre, como lo está su hijo Jesús; sin embargo, sí está presente espiritualmente. Donde está Él está Ella, de la misma forma que donde está Ella, está Él. ¡Jesús y María son inseparables! Con un matiz importante: a María le gusta permanecer a la sombra –es lo que hizo durante toda su vida en la tierra- al mismo tiempo que goza cuando ve nuestra mirada dirigida hacia su Hijo.

2º.- Ella nos conduce a la Eucaristía: A tenor de lo que los Evangelios narran, María no estaba presente en el Cenáculo en aquella primera Eucaristía… Parece como si Dios le hubiese dado una vocación especial para conducirnos hacia la Eucaristía. Es como si a Ella la viésemos reflejada en la figura de aquel criado que envió el rey a los cruces de los caminos, para invitar a los transeúntes a asistir al banquete de bodas que otros habían rechazado (cfr. Mt 22).

Cuando escuchemos la voz de la Iglesia que nos recuerda la importancia de participar en el banquete eucarístico venciendo tantas tentaciones contrarias, tenemos que entreoír la llamada de María, que nos invita a acudir a su Hijo. Hay una estrecha conexión entre el “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5) de María y el “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19) de Jesús.

3.- Embajadora de su Hijo: El Evangelio que hemos escuchado, en el que se narra la Visitación de María a su prima Isabel, nos da también una clave importante para responder a la misteriosa pregunta de aquel niño. María es como una custodia de metal precioso que lleva en su seno a Jesús… Ella es cristal plenamente transparente, que muestra a su hijo a los ojos del mundo.

Además de llevarnos a la Eucaristía, Ella ha recibido también el cometido de llevar a su Hijo donde más se le necesite. María es portadora del consuelo de Cristo a todos los pobres de espíritu.

4.- Reproducir la imagen de María: Intentando responder a aquella pregunta infantil que nos ocupa, a la vez ingenua y misteriosa, descubro una oración sorprendente escrita por la fundadora del movimiento de los Focolares, Chiara Lubich, recientemente fallecida: “¿Por qué quisiste quedarte en la tierra, en la dulcísima Eucaristía, y no encontraste un modo para dejarnos también a María? En el silencio, Jesús parecía responder: No la traje porque quiero volver a verla en ti”.

Supongo que esta respuesta de Chiara Lubich le hubiese sorprendido a aquel niño tanto como a mí: Jesús espera nuestra plena identificación con María… También nosotros hemos de ser inseparables de Cristo, al mismo tiempo que sus introductores y embajadores…


Hemos comentado en un primer momento el lema de nuestra peregrinación: “Mirar a Jesús con la mirada de María”. Ciertamente, fuera de la mirada de María no podremos adentrarnos en el misterio de Cristo. Nos quedaríamos en la superficie.


Pero, por su parte, también Jesús nos mira con la mirada de su Madre. Más aún, cuando fija sus ojos en nosotros, sueña con encontrar reproducida la figura de su Madre.

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