En efecto, en la villa olímpica, entre los estadios y las residencias, se está erigiendo también un centro para los servicios religiosos, a disposición de las necesidades de los atletas, según sus diferentes convicciones religiosas. Habrá locales destinados a la oración para los budistas, los hindúes, los cristianos, los judíos y los musulmanes. [...]
Pero la impresión es que tanta apertura hacia las creencias religiosas de los huéspedes olímpicos es solamente otro soberbio espectáculo de fachada, una enorme campaña de imagen para mostrar que la China de siglo XXI no viola los derechos humanos y religiosos, al menos en la villa olímpica. De hecho, el punto es que las reglas en el interior del recinto de los Juegos son diferentes de las reglas en el interior del país. En la villa olímpica se da espacio a todas las religiones, pero en China se reconocen sólo 5 religiones oficiales: budismo, taoísmo, Islam, cristianismo protestante y catolicismo.
Otras comunidades religiosas presentes en el territorio – por ejemplo, los cristianos ortodoxos, los judíos, los hindúes, los bahá'is – no tienen lugares de culto y no pueden tenerlos, porque el gobierno no las reconoce. En el 2007, en diversas presentaciones, el Patriarca de Moscú ha criticado al gobierno de Pekín por no conceder plena libertad y reconocimiento a la Iglesia ortodoxa china, que además está presente en el país desde hace 300 años.
Quien pensaba que las Olimpíadas podrían haber sido una ocasión para experimentar en China la libertad religiosa tal como es ejercida mayormente en la comunidad internacional, deberá cambiar de opinión: le tocará al resto del mundo experimentar el control religioso "made in China".
En China, las comunidades religiosas "reconocidas" gozan de libertad religiosa (o mejor dicho, de libertad de culto) sólo si practican su fe en estructuras aprobadas por el gobierno, con personal registrado, con actividades aprobadas y aceptando la supervisión de las Asociaciones Patrióticas (AP).
Esta confusión entre Estado e Iglesias produce un efecto ridículo: miembros del Partido – la mayoría de los secretarios de las Asociaciones Patrióticas son ateos – administran la vida espiritual de los fieles, indicando cómo efectuar los ritos, qué libros publicar, quién puede escoger la vocación religiosa, quien puede ser sacerdote o guía de una comunidad, qué jóvenes pueden ingresar a un convento. Este control no es neutral, pues tiende a un lento sofocamiento de las religiones. [...]
Hay también un efecto violento: a todo aquél que no se somete al control de las AP se le prohíbe toda actividad religiosa. Si se atreve a hacerlo va a la cárcel, porque lleva a cabo una acción “ilegal” y es tratado igual que un delincuente común. [...]
Próximo a la realización de las Olimpíadas, mientras el gobierno proclama a los cuatro vientos que durante las mismas habrá plena libertad religiosa, la policía de distintas regiones ha efectuado redadas y limpieza pública de varios líderes de las comunidades clandestinas. Entre los católicos [...] el hecho más terrible es ciertamente la muerte de monseñor Giovanni Han Dingxian, obispo clandestino de Yongnian. Desde hace dos años en aislamiento, en manos de la policía, el prelado – que ha pasado al menos 35 años de su vida en prisión – ha muerto en un hospital, el 9 de setiembre de 2007. Los familiares fueron llamados pocas horas antes de su expiración. Pocas horas luego de su muerte (ocurrida a las 11 de la noche), el cadáver fue cremado rápidamente y sepultado en un cementerio público, sin que los familiares, los fieles y los sacerdotes tuvieran la posibilidad de verlo, saludarlo o bendecirlo. Según algunos católicos de la diócesis, la policía “quería estar a cubierto de las pruebas”, tal vez de tortura. [...]
Muchas veces, China ha sido condenada por la comunidad internacional, a causa de la práctica de la tortura por parte de la policía. Manfred Nowak, investigador jefe de la agencia de la ONU sobre torturas, ha confirmado en un informe de 2006 “el uso difundido de la tortura en todo el territorio de China”, reclamando la “liberación inmediata de quien está encarcelado por haber ejercido el derecho a la libertad religiosa o el derecho a la palabra". [...] El ensañamiento del régimen es fuerte, sobre todo con los protestantes. En efecto, el gobierno central teme que durante las Olimpíadas de Pekín haya choques o manifestaciones de tipo religioso que la policía no pueda controlar, justamente por parte de los cristianos protestantes.
(Fuente : Bernardo Cervellera, "Il rovescio delle medaglie. La Cina e le Olimpiadi", Ancora, Milano, 2008, pp. 230.)
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