martes, 17 de junio de 2008

LA IGLESIA NACE DE UN MOVIMIENTO DE ESPERANZA (Fr. Raniero. Cantalamesa)

La Iglesia nace de un movimiento de esperanza. Fue la «esperanza viva» inaugurada por la resurrección de Cristo (cf. 1 Pt 1, 3) la que hizo volver a los apóstoles a estar juntos y gritar con júbilo el uno al otro: «¡Ha resucitado, está vivo, se ha aparecido, lo hemos reconocido!». Fue la esperanza la que hizo dar media vuelta a los desconsolados discípulos de Emaús y los encaminó de nuevo hacia Jerusalén. Es preciso despertar de nuevo hoy este movimiento de esperanza si queremos dar un nuevo impulso a la fe.
Sin la esperanza no se hace nada. Un poeta creyente, Charles Péguy, escribió un poema sobre la esperanza teologal. Dice que las tres virtudes teologales son como tres hermanas: dos de ellas son mayores, y una, en cambio, es una niña pequeña. Avanzan juntas de la mano, con la niña esperanza en el centro. Al verlas, parece que son las mayores las que llevan a la niña, sin embargo, es todo lo contrario: es la niña la que lleva a las dos mayores. Es la esperanza la que lleva a la fe y a la caridad. Sin la esperanza todo se detendría .


Lo observamos también en la vida diaria. Cuando llega un momento en que una persona ya no espera nada, se levanta por la mañana y está como muerta. Con frecuencia se quita la vida de verdad, o se deja morir lentamente. Así como, cuando una persona está a punto de desmayarse, le hacemos respirar enseguida algo fuerte, para que reaccione, del mismo modo, cuando vemos que alguien está a punto de desanimarse y abandonar la lucha, tenemos que ofrecerle un motivo de esperanza, mostrarle algo que sea para él una posibilidad, a fin de que se reanime y recobre el aliento.


Cada vez que en el corazón de un ser humano nace un brote de esperanza, es como un milagro: todo se vuelve distinto, a pesar de que nada ha cambiado. Lo mismo ocurre con una comunidad, una parroquia, una orden religiosa, incluso en una nación: si vuelve a florecer en ellas la esperanza, se recuperan, vuelven a atraer nuevas vocaciones y despiertan nuevas energías. No hay ninguna propaganda que pueda hacer lo que consigue hacer la esperanza.
(El p. Cantalamesa es el predicador de la Casa Pontificia)

No hay comentarios: