La solemnidad de Cristo Rey fue instituida por el Papa Pío XI en 1925 y más tarde, después del Vaticano II, se colocó al final del año litúrgico. El Evangelio de san Lucas presenta, como en un gran cuadro, la realeza de Jesús en el momento de la crucifixión.
Los jefes del pueblo y los soldados se burlan del "primogénito de toda criatura" (Colosenses 1,15) y le ponen a prueba para ver si tiene el poder para salvarse de la muerte (cf. Lucas 23, 35-37). Sin embargo, "precisamente en la cruz, Jesús está a la altura de Dios, que es Amor. Allí se le puede 'conocer'. [...] Jesús nos da 'vida' porque nos da a Dios. Nos lo puede dar porque él mismo es uno con Dios".
De hecho, mientras que el Señor parece pasar desapercibido entre dos malhechores, uno de ellos, consciente de sus pecados, se abre a la verdad, alcanza la fe e implora "al rey de los judíos": "Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino" (Lucas 23,42). De quien "es antes de todas las cosas y en él todas subsisten" (Colosenses 1, 17) el llamado "buen ladrón" recibe inmediatamente el perdón y la alegría de entrar en el Reino de los Cielos. "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lucas 23, 43).
Con estas palabras, Jesús, desde el trono de la cruz, da la bienvenida a todos con la misericordia infinita. San Ambrosio comenta que "es un buen ejemplo de conversión al que debemos aspirar: muy pronto al ladrón se le concede el perdón, y la gracia es más abundante que la petición; el Señor, de hecho, dice san Ambrosio, siempre concede lo que se le pide [...] La vida consiste en estar con Cristo, porque donde está Cristo allí está el Reino" (Expositio Evangelii secundum Lucam X, 121:.. CCL 14, 379).
Queridos amigos, el camino del amor, que el Señor nos revela y nos invita a recorrer, se puede contemplar incluso en el arte cristiano. De hecho, antiguamente, "en la configuración de los edificios sagrados [...] se hizo habitual representar en el lado oriental al Señor que regresa como rey --imagen de la esperanza--, mientras en el lado occidental estaba el Juicio final, como imagen de la responsabilidad respecto a nuestra vida" (encíclica Spe Salvi, 41): esperanza en el amor infinito de Dios y compromiso para ordenar nuestra vida según el amor de Dios.
Cuando contemplamos las representaciones de Jesús inspiradas en el Nuevo Testamento, como enseña un antiguo Concilio, se nos lleva a "comprender [...] la sublimidad de la humillación del Verbo de Dios y [...] a recordar su vida en la carne, su pasión y muerte salvífica y la redención que de ella se deriva para el mundo" (Concilio de Trullo [año 691 ó 692], canon 82). "Sí, la necesitamos para ser capaces de reconocer en el corazón traspasado del Crucificado el misterio de Dios".
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