domingo, 6 de abril de 2014

DIÁCONO JORGE NOVOA: LÁZARO SAL FUERA


Cada año recibimos la llegada de la Cuaresma con renovada esperanza, pero en muchas ocasiones pensamos que esta palabra obrará en nosotros mágicamente, y esperamos que cual artilugio de mago, por el solo hecho de pronunciarla nos dispondrá a recibir frutos abundantes. La Cuaresma es un tiempo de decisión que expresa la invitación de Dios a abandonar la vida de pecado. Esta invitación a partir, se ve claramente en la lectura de la salida de Abraham, que se nos propone al inicio de la Cuaresma. " Sal de tu tierra..."

Hay que aceptar partir de la tierra del egoísmo, la injusticia, la ambición desmedida, la explotación, el orgullo, la vanidad, la lujuria y tantas otras manifestaciones del pecado en la vida de los hombres. Hay que partir y abandonarlo todo. En realidad, la vida que llevamos alejados de Dios, es un "espejismo vital", una forma aparente de vida que no sacia y que conduce lenta y paulatinamente a la desolación, más que vida es muerte y por ello parece ser que el sepulcro es el lugar escogido para habitar.

Cuántos sepulcros culturales son propuestos como verdaderos palacios! Cuántos compramos en cuotas, e incluso, de cuántos somos arquitectos nosotros mismos. Nuestros sepulcros se fueron construyendo a partir de esas realidades que nos han ido encerrando, aislando, incomunicando y debilitando, y así, poco a poco, hemos ido entrando en ellos.
El pecado comunica únicamente la muerte, pues no da ningún signo vital, en el venial será preparación para ella o participación y en el mortal experiencia de oscuridad y desesperanza. Nosotros por la vida de pecado nos vamos introduciendo lentamente en el sepulcro, y el mal espíritu nos susurra al final de nuestro camino, que corramos la loza que lo cierra definitivamente. Hay lozas en nuestros sentidos y en nuestro corazón que nosotros mismos ponemos a veces sin darnos cuenta. El pecado claramente se manifiesta como un suicidio espiritual…

El Señor se detiene delante de nuestros sepulcros para liberarnos de la loza que nos impide ver la luz y desde la puerta grita nuestros nombres.
Para nosotros el sepulcro es también toda situación límite. El temor a la muerte, el desaliento, el sentir que nos han dejado de lado, la falta de afecto, la ausencia de diálogo, la soledad, y tantas otras situaciones que nos van debilitando. La vida vivida así, queda reducida a la espera de la muerte. Este sepulcro condiciona toda nuestra vida, la llena de angustia, pesimismo e intranquilidad.

De ese sepulcro nos viene a liberar el Señor
. Jesús es el único que con voz potente anuncia una palabra de vida en todas las situaciones de muerte, solo su voz potente resquebraja las densas oscuridades que se nos presentan como límites, para iluminar nuestra existencia.

Su Palabra nos invita a partir. Sal de esta tierra de pecado y muerte, y dirígete hacia una que mana leche y miel. La Cuaresma es un tiempo de "escucha" de la Palabra del Señor destinada a ser la luz que ilumina este caminar.
Este camino que comienza en la oscuridad y llega hasta la luz; "comienza con pensamientos melancólicos sobre la muerte y la destrucción aparente del hombre (recuerda que eres polvo y al polvo regresarás) y arriba al anuncio de la vida resucitada que iluminará de alegría y de esperanza la noche de pascua; un camino que en la partida nos ofrece el camino áspero de nuestro interior, como reflejo de la transformación de los corazones y del universo obtenida para nosotros por la entrega de Cristo" (G. Biffi).

Jesús visita a sus amigos que sufren, no se desentiende del sufrimiento de ellos. Tampoco se desentiende de nuestros sufrimientos ¿Recurrimos a él como Marta y María? ¿Le pedimos que nos ayude a salir de éstas situaciones de muerte?¿Oramos con fe? La única oración que se pierde es aquella que no se realiza, aún aquella que hacemos distraídos o cansados la recoge el Señor.

Reconocemos su voz que nos invita a salir de nuestros sepulcros? Estamos dispuestos a partir en la dirección que nos envíe? La Cuaresma es un tiempo de limosna, ayuno y oración, estas acciones no son un fin en sí mismo, son medios para ayudarnos a salir de nuestros sepulcros. Son caminos por los que transita el corazón que quiere volverse a su Señor rechazando el pecado y sus consecuencias. La Cuaresma es peregrinación en dirección del Señor. Ayudamos Señor, a quitar a otros las piedras que cubren la salida del sepulcro? Grita el Señor en nosotros a otros, Sal fuera……..?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
Cristo vino al sepulcro en que Lázaro dormía y al punto lo llamó del sepulcro, no como si estuviera vivo o dispuesto a oírle: "Y habiendo dicho esto, gritó en alta voz: Lázaro, ven fuera". Lo llama por su nombre para que los demás muertos no se vean obligados a resucitar.

Anónimo dijo...

San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65.
El Señor gimió en sí mismo, lloró, gritó en alta voz, porque con dificultad se levanta aquel a quien oprime el peso de la costumbre. Cristo se turba a sí mismo para que aprendas cómo debes turbarte cuando te veas agobiado bajo el peso de tantos pecados. Porque la fe del hombre que se disgusta a sí mismo debe gemir en la acusación de sus malas acciones, para que la costumbre de pecar ceda a la violencia del arrepentimiento. Cuando dice: yo hice aquello y Dios me lo ha perdonado, oí el Evangelio y lo menosprecié, ¿qué hago? Entonces gime Cristo, porque gime la fe. En la voz del que gime está la esperanza de la resurrección.