miércoles, 2 de abril de 2014

STANISLAO DZIWISZ: EL SUFRIMIENTO DE JUAN PABLO II


Sólo ahora, al final de este relato que he intentado hacer sobre los casi 40 años que pasé junto a Karol Wojtyla, sólo ahora, repito, me doy cuenta de que, cómo decirlo, he pasado totalmente por alto la parte relativa a las enfermedades, a los sufrimientos que padeció el Santo Padre.

Y debe hablar de ello. Porque- y lo digo, sin ningún énfasis. Ha sido un largo e ininterrumpido martirio. Juan Pablo II ha sufrido duramente en la carne, en su cuerpo, y ha sufrido en su espíritu, al verse obligado en determinados períodos a reducir, e incluso a interrumpir, las actividades ligadas a su misión de pastor universal. “En su vida la palabra cruz no es sólo una palabra”, dijo el cardenal Ratzinger, luego su sucesor.

Con todo- y probablemente ése es el motivo por el que no he hablado de ello hasta ahora-, Karol Wojtila había prendido a hacerle sitio al sufrimiento, en cuanto también es parte de la existencia humana, y, por tanto, sabía convivir con el dolor, con la enfermedad. Esto se debía, ante todo, a su espiritualidad, a la relación personal que había estrechado con Dios. “Deseo seguirlo”… iniciaba su testamento. Quería seguir al Señor, ésa era su elección fundamental, y por ello había comprendido que la vida es un don que hay que vivir totalmente, plenamente, hasta el fondo, y aceptaba cuanto Dios le reservaba.

Además hay que recordar que había conocido el dolor desde niño. Había perdido muy pronto a sus padres y a su hermano. Había sufrido un grave accidente cuando un camión alemán lo atropelló. Muchos de sus amigos desaparecieron en la guerra. Y había padecido bajo el nazismo, primero, y luego, con todas las responsabilidades que tenía como obispo, bajo el régimen comunista.

Igual que hay que recordar-ya siendo Papa- el dramático suceso del atentado. El dolor que experimentó entonces no se redujo a lo que sufrió cruelmente en su carne, al que le llevó ante las puertas de la misma muerte; estaba también ese otro dolor, el que siente quien ha sido herido en el espíritu, en lo más profundo de sí mismo, quién no consigue entender porqué otro hombre ha apuntado una pistola contra él con la intención de asesinarlo. A él, que siempre había estado en contra de la violencia. De todo tipo de violencia.

Recuerdo que cuando abandonamos el Gemelli dijo que le estaba agradecido a Dios por haberle salvado la vida, pero también porque le había concedido formar parte de la comunidad de los enfermos que sufrían allí, en aquel hospital…
Fuente: Una vida con Karol, Stanislao Dziwisz pag 232 (un libro oportuno para leer en este tiempo)

No hay comentarios: