miércoles, 31 de julio de 2013

DIÁCONO JORGE NOVOA: SENTIR CON LA IGLESIA

Sentir con la Iglesia. Una enseñanza del gran maestro de los ejercicios espirituales: san Ignacio de Loyola. Cuánta verdad, y cuánta necesidad tenemos en el momento actual de adherirnos con una fe confiada a las sabias enseñanzas de la Iglesia!!!

Ella como madre que es, nos ha engendrado a la vida de la fe por medio de las aguas bautismales, acompañando nuestro crecimiento con el alimento sólido de la Palabra de Dios y la Eucaristía, sanando nuestras heridas con el sacramento de la Reconciliación. Cuánta sabiduría y bondad ha manifestado nuestro buen Dios al regalarnos a la Iglesia!!! Ella nos anuncia la  Buena Noticia del Evangelio en cualquier circunstancia. El Espíritu Santo fecundándola la impulsa a predicar a Jesucristo y a vivir en su amistad, y hace eficazmente presente en el mundo, la vida nueva que nos ha donado con su Pascua. Para testificar visiblemente a los hombres, el testimonio invisible del Espíritu Santo que nos introduce en la comunión con el Señor. Diría san Pablo, calando en la profundidad de su ser: “gran misterio es éste, lo digo de Cristo y la Iglesia”(Ef 5 ).

Ha querido el Señor asistir al Magisterio que ella realiza con una gracia especial del Espíritu Santo, dándoles a los sucesores de Pedro el don de la infalibilidad. Cuándo el sucesor de Pedro, como pastor universal nos enseña ex-catedra, debemos siempre responder con la obediencia de la fe. No es, como algunos piensan, un sometimiento ciego, es una adhesión en el amor que nos abre a una luz mayor de comprensión obra del Espíritu Santo.

Pero, también somos enseñados por ella a través del Magisterio ordinario del sucesor de Pedro, y vaya si en estos tiempos, se vislumbra en sus enseñanzas una luz que tiene su origen más allá de ellos.

Los Pastores, que en cada diócesis cuidan de la grey de Cristo, han de recordar siempre hasta qué punto han de sentirse estrechamente unidos colegialmente con todos los demás obispos católicos y muy en especial con el sucesor de Pedro, el Romano Pontífice. Hay una catolicidad de la verdad que el Señor ha entregado a su Iglesia, en orden a la misión que se le encomienda, que debe iluminar la realidad africana, latinoamericana, europea, etc[1],… cada Iglesia particular es portadora de esta luz, que tiene la potencialidad de lo universal para abarcar la diversidad de lo particular. “La Iglesia, precisamente porque se ha de comprender teo-lógicamente, se trasciende a sí misma: es la reunión para el reino de Dios, la irrupción en él. Luego se presentan brevemente las diversas imágenes de la Iglesia, todas las cuales representan a la única Iglesia: esposa, casa de Dios, familia de Dios, templo de Dios, la ciudad santa, nuestra madre, la Jerusalén celestial, la grey de Dios, etc. Al final, eso se concreta ulteriormente”[2].

Sentir con la Iglesia, es un don que debemos cultivar, orando al Señor para que doblegue nuestra vanidad y soberbia de “sabelotodo”, y nos haga crecer en la humildad. Pidamos al Señor capacidad de discernimiento para descubrir las astutas trampas que el enemigo pone en orden a destruir en nosotros esta adhesión.

Una mirada superficial sobre la Iglesia, la vuelve una realidad analizable sociológicamente, le propone que se amolde a los parámetros de los llamados “tiempos actuales”, y una y otra vez, la amenaza con el escarnio público si no guarda silencio sobre los temas “urticantes” de la cultura de la muerte.

No pierdas el tiempo, “vive tu vida de cara al juicio final”, deja que la Iglesia sea tu Madre y maestra, confíale tu vida, seguramente te sorprenderás al reconocer que vivirás con la libertad de los hijos de Dios. No debemos evadirnos de las realidades temporales, debemos ser en ellas testigos del amor, la misericordia y el perdón del Señor.

Trata de leer al Papa, busca sus catequesis, ángelus o sus cartas pastorales, consulta el Catecismo y siéntete feliz de ser miembro de esta familia. Sentir con la Iglesia, palpitar con sus gozos y esperanzas, y padecer con sus dolores y tristezas, es vivir el misterio de ser miembro de Cristo. Unido a Él como el sarmiento a la vid.

Sentir con la Iglesia es una forma de sintonía espiritual, que te aleja de los peligros, que muchas veces engendra, aún intraeclesialmente, la “elocuencia ideológica” vestida de fe, los sueños marxista del paraíso terrenal y la pretendida “felicidad” que ofrece el bienestar.

Sentir con la Iglesia es una decisión que comporta prudencia en los juicios, evitando dejarse llevar por las críticas desesperanzadoras de los “voceros del rey” o la mirada puritana de los “perfectos”.

Sentir con la Iglesia es una gracia que te puede alcanzar la Virgen María, pídele a ella, que te enseñe a unirte de corazón a la Iglesia. Hay un misterio de Pascua que se realiza en sus miembros y que seguramente vivirás si permaneces en ella no solo físicamente, pensando en realizar lo que soñaste, sino con el corazón que se entrega en actitud de adoración para servir únicamente a la Gloria de Dios.

Comenzamos con san Ignacio y concluimos con él, que ha inspirado esta reflexión: que todo sea para la Gloria de Dios.

[1] De manera que una adaptación cultural, que parezca surgir de la aclimatación del Evangelio a determinada región o país, si atentara contra la fe del resto de la Iglesia, distorsionaría el Evangelio común, que debería ser creído y observado por todos los fieles católicos.

Así, por más que la poligamia, los sacrificios humanos o el canibalismo hayan sido ancestrales costumbres de tribus y naciones enteras, el Evangelio se destruiría a sí mismo, si aceptara un connubio con semejantes usos sociales y religiosos.Lo mismo dígase de tantos reclamos "indigenistas", de hoy día, que hay que examinar muy bien, antes de caer en una mixtura indigesta entre Cristo y algunos reclamos primitivistas incompatibles con el verdadero Dios.

[2] Ratzinger,J; La eclesiología de la «Lumen gentium» pronunciada en el Congreso Internacional sobre la aplicación del Concilio Vaticano II, organizado por el comité para el Gran Jubileo del año 2000

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