Tarde te amé, hermosura siempre antigua y siempre
nueva, tarde te amé; y Tú estabas dentro, y yo fuera; aquí te buscaba, y
yo deforme me precipitaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste.
Estabas conmigo, y yo no estaba contigo. Me retenían alejado de ti las
cosas que no podían existir sin ti. Yo me recorría todas las cosas,
buscándote a ti, y por llegar a ellas me abandonaba a mí.
Interrogué a la tierra, si ella era mi Dios, y me
respondió que no; y lo mismo me confesaron todas las cosas que hay en
ella. Interrogué al mar y a los abismos, y a los reptiles que hay en
ellos, y me respondieron: Nosotros no somos tu Dios; búscale por encima
de nosotros. Interrogué a las suaves brisas, y me dijo todo el aire con
sus habitantes: Se equivoca Anaxímenes, pues yo no soy tu dios. Pregunté
al cielo, al sol, a la luna y a las estrellas. Tampoco nosotros somos
tu dios, responden. Y dije a todas las cosas que me rodean por las
entradas de mi carne: Me habéis dicho acerca de mi Dios que vosotras no
sois, decidme algo de Él. Y todas exclamaron con gran voz: Él nos hizo.
Pregunté después a la mole del mundo: Dime si tú eres mi Dios o no. Y me
dijo con voz potente: Yo no soy, responde; sino que por El soy yo; al
que tú buscas en mí, ése me hizo a mí; busca por encima de mí al que me
gobierna a mí, y que también te hizo a ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario