miércoles, 27 de febrero de 2019

SAN ROBERTO BELARMINO: AMÉN, TE ASEGURO: HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO

Daremos oído ahora a la respuesta de Cristo: «Amén, yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso». La palabra «Amén» era usada por Cristo cada vez que quería hacer un anuncio solemne y serio a Sus seguidores. San Agustín no ha dudado en afirmar que esta palabra era, en boca de nuestro Señor, una suerte de juramento. No podía por cierto ser un juramento, de acuerdo a las palabras de Cristo: «Pues yo digo que no juréis en modo alguno… Sea vuestro lenguaje: “Sí, sí”; “no, no”: que lo que pasa de aquí viene del Maligno» (84). 

No podemos, por lo tanto, concluir que nuestro Señor realizara un juramento cada vez que usó la palabra Amén. Amén era un término frecuente en sus labios, y algunas veces no sólo precedía sus afirmaciones con Amén, sino con Amén, amén. Así pues la observación de San Agustín de que la palabra Amén no es un juramento, sino una suerte de juramento, es perfectamente justa, porque el sentido de la palabra es verdaderamente: en verdad, y cuando Cristo dice: Verdaderamente os digo, cree seriamente lo que dice, y en consecuencia la expresión tiene casi la misma fuerza que un juramento. Con gran razón, por ello, se dirigió al ladrón diciendo: «Amén, yo te aseguro», esto es, yo te aseguro del modo más solemne que puedo sin hacer un juramento; pues el ladrón podría haberse negado por tres razones a dar crédito a la promesa de Cristo si Él no la hubiera aseverado solemnemente. 

En primer lugar, pudiera haberse negado a creer por razón de su indignidad de ser el receptor de un premio tan grande, de un favor tan alto. ¿Pues quién habría podido imaginar que el ladrón sería transferido de pronto de una cruz a un reino? En segundo lugar podría haberse negado a creer por razón de la persona que hizo la promesa, viendo que Él estaba en ese momento reducido al extremo de la pobreza, debilidad e infortunio, y el ladrón podría por ello haberse argumentado: Si este hombre no puede durante su vida hacer un favor a Sus amigos, ¿cómo va a ser capaz de asistirlos después de su muerte? Por último, podría haberse negado a creer por razón de la promesa misma. Cristo prometió el Paraíso. Ahora bien, los Judíos interpretaban la palabra Paraíso en referencia al cuerpo y no al alma, pues siempre la usaban en el sentido de un Paraíso terrestre. Si nuestro Señor hubiera querido decir: Este día tú estarás conmigo en un lugar de reposo con Abraham, Isaac, y Jacob, el ladrón podría haberle creído con facilidad; pero como no quiso decir esto, por eso precedió su promesa con esta garantía: «Amén, yo te aseguro».

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