La Maternidad Divina exige la Asunción porque la carne de Cristo es carne de María, dice un refrán teológico. No cabe pensar que el Hijo de Dios, Hijo de María, permitiera que su Madre sufra la corrupción.El prodigio de que su cuerpo lo haya concebido y dado a luz en perfecta virginidad, supone -exige-la Asunción, y la exige la Inmaculada Concepción, porque su cuerpo que jamás tuvo pecado no puede corromperse, dado que la corrupción y la muerte son consecuencias del pecado.
El principio de su Maternidad llena de misterio y de una virginidad admirable, lo enunciaron en el siglo II San Ignacio mártir, san Justino, San Ireneo y, en el siglo III, Tertuliano,Orígenes, San Hipólito y San Grgorio Taumaturgo.Según este principio,dice el p. Roschini, el cuerpo de María, consagrado por altísimos misterios, no podía ser presa de la muerte. La preservación de la corrupción en el parto reclamaba preservación de la corrupción de la tumba.
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