Lo que has acumulado,¿de quién será?Juan distinguene el evangelio entre el ser y el tener. El ser es la vida y la existencia del hombre, el tener son las posesiones grandes o pequeñas que le permiten seguir viviendo.La advertencia de Jesús consiste simplemente en que el hombre no debe convertir el medio en fin, ni identificar el significado de su ser con el aumento de sus medios. Lo absurdo de esta identificación salta a la vista cuando se considera no sólo la muerte del hombre, sino que éste debe responder de su vida ante Dios. Aunque ésto no está todavía claro en el paralelo veterotestamentario, y aunque Jesús plantea la pregunta "Lo que has acumulado (cuando mueras), de quién será?, esta cuestión no constituye el centro para él, sino esta otra: No amontoneis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen...Amontonad tesoros en el cielo" (Mt 6,19). Por tanto sabemos que ante Dios lo importante no será la cantidad del tener sino la calidad del ser (cfr 1 Co 3,11-15). Esto se hace evidente sobre todo mediante la palabrita "si". El que quiere tener, amontona riquezas para sí, y no piensa en su ser junto a Dios. Dios es el tesoro. Donde está tu tesoro, allí está tu corazón (Mt 6,21).Si Dios es nuestro tesoro, entonces debemos estar íntimamente convencidos de que la riqueza infinita de Dios consiste en su entrega y autoenejenación, es decir, en lo contrario de la volntad de tener.
Todo es vaciedad.Qohelet nos hace comprender ya en la primera lectura lo absurdo que es que los bienes que un hombre ha conseguido con su habilidad y acierto puedan ser heredados a su muerte por un holgazán. De este modo en el esfuerzo permanente por los bienes pasajeros hay como una especie de contradicción que se renueva en cada generación siguiente, mostrando así claramente la vanidad de toda voluntad terrena de tener.
La segunda lectura saca la conclusión general: "Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra".Pero lo celeste no son los tesoros, los méritos o las recompensas que nosotros hemos acumulado en el cielo, sino simplemente "Cristo".El es nuestra vida, la verdad de nuestro ser, pues todo lo que somos en Dios y para Dios se lo debemos sólo a Él, lo somos precisamente en Él, " en quien están encerrados todos los tesoros " (Col 2,3). Dejaos construir sobre Él,nos aconseja el apóstol, aunque con ello el sentodo esencial de nuestra vida permanezca oculto para los ojos del mundo. Debemos dar muerte a todas las formas de la voluntad del tener enumeradas por el apóstol, y que no son sino diversas variantes de la concupiscencia por no ser en Cristo; y esta muerte es en verdad un nacimiento: "un revestirnos de una nueva condición", un llegar a ser hombres nuevos.En esta nueva condición desaparecen las divisiones que limtan el ser del hombre en la tierra (esclavos o libres), mientras que todo lo valioso que tenemos en nuestra singularidad (Pablo lo llama carisma) contribuye a la formación d ela plenitud definitiva en Cristo (Ef 4,11-16)
Todo es vaciedad.Qohelet nos hace comprender ya en la primera lectura lo absurdo que es que los bienes que un hombre ha conseguido con su habilidad y acierto puedan ser heredados a su muerte por un holgazán. De este modo en el esfuerzo permanente por los bienes pasajeros hay como una especie de contradicción que se renueva en cada generación siguiente, mostrando así claramente la vanidad de toda voluntad terrena de tener.
La segunda lectura saca la conclusión general: "Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra".Pero lo celeste no son los tesoros, los méritos o las recompensas que nosotros hemos acumulado en el cielo, sino simplemente "Cristo".El es nuestra vida, la verdad de nuestro ser, pues todo lo que somos en Dios y para Dios se lo debemos sólo a Él, lo somos precisamente en Él, " en quien están encerrados todos los tesoros " (Col 2,3). Dejaos construir sobre Él,nos aconseja el apóstol, aunque con ello el sentodo esencial de nuestra vida permanezca oculto para los ojos del mundo. Debemos dar muerte a todas las formas de la voluntad del tener enumeradas por el apóstol, y que no son sino diversas variantes de la concupiscencia por no ser en Cristo; y esta muerte es en verdad un nacimiento: "un revestirnos de una nueva condición", un llegar a ser hombres nuevos.En esta nueva condición desaparecen las divisiones que limtan el ser del hombre en la tierra (esclavos o libres), mientras que todo lo valioso que tenemos en nuestra singularidad (Pablo lo llama carisma) contribuye a la formación d ela plenitud definitiva en Cristo (Ef 4,11-16)
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