Confesión de heridas, esclavitudes y luchas. No sólo pido al Señor perdón por mis pecados, también le pido fuerza para luchar, curación para mis heridas, liberación de mis esclavitudes, fortaleza en mis pruebas y fuerza contra las tentaciones.
Examen general de conciencia, para limpiarse y para confesarse mejor.
Presupongo que hay tres pensamientos en mí, es a saber, uno propio mío, que es el que sale de mi pura libertad y querer; y otros dos, que se me ocurren sin que yo lo pretenda y que vienen de afuera [de mi libertad y querer]: uno que viene del buen espíritu, y el otro del malo.
Del pensamiento. Hay dos maneras de merecer en el mal pensamiento que viene de fuera [de mi libertad y querer]: por ejemplo: me viene [=se me ocurre] un pensamiento de cometer un pecado mortal, al cual pensamiento resisto inmediatamente y queda vencido.
La segunda manera de merecer es, cuando me viene aquel mismo mal pensamiento, y yo lo resisto, y me vuelve a venir una y otra vez, y yo siempre resisto, hasta que el pensamiento va vencido; y esta segunda manera es de mayor merecimiento que la primera.
Venialmente se peca, cuando el mismo pensamiento de pecar mortalmente viene, y el hombre le da oído, demorándose algo en él o recibiendo algún deleite sensual, o donde haya alguna negligencia en rechazar al tal pensamiento.
Hay dos maneras de pecar mortalmente: la primera es, cuando el hombre da consentimiento al mal pensamiento, para obrar luego, así como ha consentido, o para ponerlo por obra si pudiese.
La segunda manera de pecar mortalmente es, cuando se pone en acto aquel pecado; y es mayor por tres razones: la primera, por mayor tiempo; la segunda, por mayor intención; la tercera, por mayor daño de las dos personas.
De la palabra. No jurar, ni por el Creador ni por ninguna creatura, si no fuese con verdad, por necesidad y con reverencia. Por necesidad entiendo, no cuando se afirma con juramento cualquier verdad, sino cuando es de alguna importancia respecto del provecho del ánima o del cuerpo, o de bienes temporales. Entiendo con reverencia, cuando en el nombrar a su Creador y Señor, considerando lo que dice, acata aquel honor y reverencia debida.
Es de advertir, que dado que en el vano juramento pecamos más jurando por el Criador que por la criatura, es más difícil jurar debidamente con verdad, necesidad y reverencia por la creatura que por el Creador, por las razones siguientes.
La primera: cuando nosotros queremos jurar por alguna creatura, aquel querer nombrar la creatura, no nos hace ser tan atentos ni advertidos para decir la verdad, o para afirmarla con necesidad, como en el querer nombrar al Señor y Criador de todas las cosas.
La segunda es, que en el jurar por la creatura no es tan fácil hacer reverencia y acatamiento al Creador, como jurando y nombrando al mismo Creador y Señor; porque el querer nombrar a Dios nuestro Señor trae consigo más acatamiento y reverencia, que el querer nombrar la cosa creada. Por tanto, es más concedido a los perfectos jurar por la creatura, que a los imperfectos. Porque los perfectos, por la asidua contemplación e iluminación del entendimiento, consideran, meditan y contemplan más estar Dios nuestro Señor en cada criatura, según su propia esencia, presencia y potencia; y así en jurar por la creatura son más aptos y dispuestos para hacer acatamiento y reverencia a su Creador y Señor, que los imperfectos .
La tercera es, que en el asiduo jurar por la creatura se ha de temer más la idolatría en los imperfectos, que en los perfectos.
No decir palabra ociosa: la cual entiendo, cuando ni a mí ni a otro aprovecha, ni a tal intención se ordena. De manera que en hablar para todo lo que es de provecho, o con intención de aprovechar al ánima propia o ajena, al cuerpo o a bienes temporales, nunca es ocioso; ni por hablar alguno de cosas que no son propias de su estado, así como si un religioso habla
de guerras o mercancías. Mas en todo lo que está dicho hay mérito en bien ordenar, y pecado en el mal enderezar o en hablar vanamente.
No decir cosa de infamar o murmurar; porque si descubro pecado mortal que no sea público, peco mortalmente; si descubro pecado venial peco venialmente; y si descubro un defecto muestro defecto propio.
Y siendo la intención sana, de dos maneras se puede hablar del pecado o falta de otro. La primera, cuando el pecado es público, así como de una meretriz pública, y de una sentencia dada en juicio, o de un público error, que afecta a las ánimas con las que trata. Segundo, cuando el pecado cubierto se descubre a alguna persona para que ayude al que está en pecado a levantarle; con tal de que se tenga algunas conjeturas o razones probables de que le podrá ayudar.
De la obra. Tomando por objeto los diez mandamientos y los preceptos de la Iglesia y las comendaciones de los superiores, todo lo que se pone en obra contra alguna de estas tres partes, según mayor o menor calidad, es mayor o menor pecado. Entiendo por comendaciones de superiores, por ejemplo bulas de cruzadas y otras indulgencias, como por paces, confesando y tomando el santísimo sacramento. Porque no poco se peca entonces, en ser causa o en hacer contra tan pías exhortaciones y comendaciones de nuestros mayores.
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