MONSEÑOR HÉCTOR AGUER: EL CULTO A SATANÁS SE ESTÁ CONVIRTIENDO EN IDOLATRÍA
El satanismo, que es el culto de Satanás, se está convirtiendo en una idolatría, una perversión del sentido religioso innato en el hombre. Estos fenómenos existen y en Europa es bastante conocido el caso de clubes donde se practican perversiones sexuales y una especie de cultura juvenil subterránea donde reina la “ola tenebrosa” de una música pesada, donde se exhorta al encuentro con el demonio y a todo aquello que puede destrozar la imagen de Dios en el hombre, en la criatura humana hecha a semejanza de Dios.
Esto puede parecer cosa de otro tiempo pero es una realidad actual, actualísima. El demonio está siempre activo porque es el tentador desde el principio, es el que procura hacer que el hombre se aparte de Dios y que, en el fondo, se aparte de su verdadero destino que es estar con Dios, vivir en la eternidad con Él.
El mismo nombre lo señala porque Satanás significa el acusador, el adversario y el nombre diablo significa aquél que se atraviesa en el designio de Dios y en la obra redentora cumplida en Cristo.
A nosotros nos asombran estas diabluras mayúsculas que llegan a la sangre y a la muerte pero en realidad el diablo no necesita disfrazarse de diablo para obrar y para hacer que el hombre se aparte de Dios y caiga en el pecado.
Incluso se ha dicho, con razón, que la victoria principal del demonio es hacer creer que no existe.
Y más allá de estos fenómenos satánicos, donde vemos la existencia de un satanismo culto o refinado en círculos ligados al ocultismo o a cosas por el estilo, creo que la presencia del diablo debe ser contemplada, hoy, en esa obra indirecta que él realiza manejando –por decirlo así– ciertos fenómenos colectivos.
¿Qué es lo que induce, hoy, a tanta gente a pecar, a apartarse de Dios, a olvidarse de Él, a vivir entregada a los placeres, a concebir los proyectos más alocados? Muchas veces son las modas que se difunden globalmente, son esa difusión masiva del error o la mentira que se impone con prepotencia, la confusión del bien y del mal, el que se promuevan actitudes contrarias a la naturaleza humana. Es todo eso lo que va sirviendo a los designios del diablo.
Más en general podemos decir que el demonio en su acción va ocupando sitios vacíos. Allí donde Cristo no está presente allí se le ofrece campo abierto. Esta es la cuestión porque el demonio no es omnipotente ni mucho menos y aquello que puede detenerlo es Cristo, la Cruz de Cristo, su gracia y su amor.
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