Densos nubarrones se ciernen sobre los países latinoamericanos de matriz católica. La “cultura de la muerte” sigue ganando terreno con leyes nefastas para sus sociedades. Diversos interrogantes que quiero plantearte se ciernen sobre nosotros.
Debemos poner en la asamblea de las mayorías parlamentarias todas las realidades de la vida humana? El poder político debe reconocer que existen derechos inalienables, que son anteriores e inalcanzables a sus potestades, y que deben tutelar? Todo está a nuestro alcance? La tan nombrada “dignidad de la persona humana” no es el fundamento de derechos anteriores a los gobiernos de turno? Y si la ley natural, no es el fundamento de la ética que garantiza la "dignidad humana", qué lo será?
Arrasar con los postulados de la ley natural, como fundamentos de la ética universal, y de la convivencia social. Este es el proyecto de la “cultura de la muerte”. Lo que está aconteciendo silenciosamente, y más o menos aceleradamente en países de matriz cristiana, cambiando radicalmente el "sentido común". Si esto se consolida, no tendremos una base posible para un consenso sobre los valores éticos objetivos y universales, y sobrevendrá la anarquía social. Se reconoce la pluralidad de visiones en las diversas sociedades, pero no hay un punto de apoyo común que permita el diálogo sobre los grandes temas de interés social. La “cultura de la muerte” sustentada en el relativismo filosófico engendra la anarquía social. Y aquí está su mayor debilidad, está alimentando a un monstruo que se tornará ingobernable.
En Uruguay está en discusión la ley que permitirá a parejas de homosexuales adoptar niños. Y los derechos del niño? Todo ser humano que viene a este mundo, lo hace por la intervención de dos presencias, la de una mujer y un varón. Y no hay otra posibilidad. Luego, violando los derechos del niño a gozar de estas dos presencias, se decide por ellos, negándoles la posibilidad, que la propia naturaleza de su gestación les otorgó.
Qué nos depararán los futuros gobiernos? Estamos en una hora crucial de la historia de nuestra América Latina no debemos quedarnos cruzados de brazos.
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