viernes, 5 de junio de 2009

Pbro. José Luis Ponte: El celibato sacerdotal signo de la humanidad de Cristo célibe y medio de consagración directa a un ministerio sobrenatural

Las únicas motivaciones auténticas del celibato sacerdotal se fundamentan en el “consejo evangélico” de la castidad por el Reino de los cielos, que constituye “un signo e incitación al amor de caridad y como fuente extraordinaria de fecundidad espiritual en el mundo” (Lumen Gentium 42). En este sentido, la Iglesia siempre lo ha considerado conforme para el servicio sacerdotal y según el modelo y los consejos de San Pablo que vivió su ministerio celibatariamente. Se trata de una libre donación a Cristo que sirve en totalidad a la edificación de la Iglesia por medio del ministerio. Absolutamente hablando, es un modo muy apto  que el sacerdote ministro adopta compartiendo con Cristo su mismo estado de vida virginal, y de este modo se constituye en signo más perfecto de la humanidad de Cristo en el mundo. En definitiva, es una conveniencia de índole espiritual como corresponde al ministerio presbiteral que es esencialmente espiritual. Es la estima de un don concedido por Dios, que sostenido con abnegación y humildad, conlleva una fuerza testimonial, resultado de una laboriosa y perseverante afirmación cotidiana que es amor sacrificial, fuente de una paternidad y fraternidad en el Espíritu, y de horizontes universales.

Las motivaciones falsas brotan de los argumentos basados simplemente en el aspecto histórico- eclesial-jurídico. En efecto, el celibato no es condición sine qua non para el ministerio sacerdotal, y de hecho se trata no de una ley divina sino de una ley eclesiástica que no siempre rigió. El sacramento del Orden no excluye de hecho el matrimonio. De ahí, que los falsos argumentos que parcialmente sostienen que por ser ley positiva y no divina, no deba estimarse e incluso despreciarse el celibato para el presbiterado; reducen el presbiterado a una función externa y eclesiástica, y no como camino de exigencia de perfección evangélica. Esto no quiere decir que el matrimonio sea un impedimento para la santificación presbiteral, mas aun podría ser una alternativa valiosa en algún momento de la Iglesia. Tampoco son consistentes los argumentos que por un lado dicen que el celibato signifique una dedicación de tiempo más total; o contrariamente por otro lado, dicen  que la vida familiar conferiría mayor credibilidad al presbítero. Todo esto aunque pueda ser tenido en cuenta positivamente, ha de estar fundado en la índole espiritual de las motivaciones, sea para el celibato como para el matrimonio de los presbíteros. Este último aunque llegara a darse, nunca anularía el don del celibato por el Reino.


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