sábado, 1 de enero de 2011

HANS URS VON BALTHASAR: SEGUNDO DOMINGO DE NAVIDAD

Si 24,1-2.8-12 (1-4.12-16) ; Ef 1,3-6.15-18 ; Jn 1,1-1

Una vez más, como para profundizar en la liturgia de la Navidad, textos sumamente importantes de la Sagrada Escritura que giran en torno al milagro de la encarnación y lo explican en profundidad.

La sabiduría habita en Israel. La sabiduría de Dios, esto es, su plan de salvación con toda la creación, abarca siempre a la totalidad del mundo y de su historia; pero Dios realiza siempre esta salvación universal desde un particular. De este modo Dios da su sabiduría, que primero está extendida sobre la creación entera, la orden de establecer su morada en Israel y en su tienda sagrada. Pero la sabiduría de Dios –derramada según el libro de la Sabiduría sobre toda la creación, por lo que no es extraño que muchos hombres piadosos que han buscado a Dios, hayan intentado primero venerarla en el maravilloso orden y en la belleza del mundo, en la gloria de los cuerpos celestes (Sb 13,1-6)- sólo se convirtió en automanifestación definitiva de Dios a partir de Israel, que encuentra su plenitud en Cristo y en su Iglesia. Sólo la religión bíblica conoce una encarnación de Dios, que saca a la luz de una manera única lo más profundo y escondido de la sabiduría de Dios. Las encarnaciones de las religiones paganas (Grecia, India) son siempre relativas: cada una de ellas esclarece la esencia de lo absoluto sólo en parte y puede complementarse con otros avatares.

Poe medio de la Palabra se hizo todo. En el evangelio la Palabra creadora de Dios se hace carne en Jesucristo, es decir, en un hombre como nosotros. Todas las cosas deben lo que son a esta Palabra; pero lo que ésta es realmente no se revela al mundo más que cuando este universal supremo se convierte en un hombre absolutamente particular y concreto. Este hombre ha tenido la fuerza de revelar sus semejantes con toda su existencia, no solamente que es la Palabra de Dios que crea todo, sino que se manifiesta como el Verbo salido eternamente de Dios, su origen y su Padre. Un ángel no hubiese sido capaz de ello, porque los ángeles no pueden morir; era necesaria la palabra de la cruz (1 Co 1,18) para desvelar el misterio último y definitivo de Dios: que El es amor, un amor que llega hasta la muerte; hasta el abandono en la muerte de su Amado por excelencia, por amor al mundo (Jn 3,16). Ninguna religión ha sido capaz de integrar, ni siquiera lejos, esta Palabra que se expresó en forma humana. La verdadera religión no es ni el intento de convertirse uno mismo en Dios (mística), ni el de mantenerse en la distancia creatural con respecto a Dios (judaísmo, islam), sino el de conseguir la suprema unión con Dios precisamente sobre la base de la distinción permanente entre creador y criatura.

La segunda lectura resume esto muy claramente en una única alabanza de la gloria de la gracia de Dios. La creación en la Palabra de Dios era desde toda la eternidad un plan de salvación para integrarnos, a nosotros los hombres, y con nosotros al mundo entero, en la filiación del Hijo eterno, aunque esto tuviera que realizarse mediante la encarnación y la cruz (Ef 1,7). Resuelta en cierto modo inconcebible que el apóstol pida para nosotros el Espíritu Santo, a fin de que podamos comprender cual es la esperanza a la que somos llamados por el Hijo; pues ningún hombre podría vislumbrar para sí un destino tan desmesurado. Sólo el Espíritu de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones, nos hace capaces de tal osadía: la de considerarnos herederos de toda la riqueza de gloria de Dios. Todo pensamiento debe convertirse aquí en un himno de acción de gracias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uf...mucha teología para laicos de a pie no tan versados en materia... ¡Cómo se echan de menos reflexiones más cercanas al pueblo y con un sentido más práctico para la vida! Usted se imagina a una asamblea dominical escuchando semejantes párrafos...Yo creo que ni el sacerdote sería capaz de 'aterrizar'. Por favor más pastoral, más pedagogía...se dicen cosas tan bellas de manuales o libros de teología...qué pena.