El título mesiánico “Cordero de Dios” aparece dos veces en el cuarto evangelio (1,29.36) y constituye uno de los títulos más importantes de la cristología joánica. Indudablemente la frase recuerda la teología del misterioso “Siervo sufriente de Yahvé” que siendo inocente carga sobre sí el pecado de la humanidad (Is 42,1-4; 52,13-53,12). La imagen del “cordero” evoca naturalmente al cordero inmolado la noche de pascua, como signo y expresión de la liberación que Dios ha obrado en favor del pueblo.
Este fragmento nos resume el testimonio que Juan Bautista da de
Jesús cuyo centro es esta frase: “Este es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo” (v. 29). Hay que notar que la proclamación
de Juan habla de “pecado del mundo”, en singular. ¿Qué es este pecado?
Digamos que es el comportamiento equivocado fundamental. El pecado del mundo,
en el evangelio de Juan, no hace referencia a un pecado particular[1]
o a la suma de todos los pecados de la humanidad, sino a la dureza radical
del ser humano que rechaza el proyecto de Dios manifestado en Jesucristo,
la mentalidad errónea del mundo que se enfrenta y se opone a Dios. Lo que Juan llama
“el pecado del mundo” es un concepto teológico que alude a esa realidad
misteriosa que se encuentra a la raíz de todo pecado personal y social y que el
cuarto evangelio equipara a la incredulidad como rechazo consciente de la luz
manifestada en Cristo.
Jesús quita “el pecado” del mundo
con su pasión. Ella ya está presente a través de la luz de
su palabra y de la fuerza del
Espíritu que él dona a quienes llegan a creer. A través de la escucha
obediente y vital del evangelio y de la apertura del corazón a la fuerza de
Dios, llegamos a experimentar la liberación de las tinieblas de la mente y
del corazón. Todos nuestros pecados son reflejo y expresión de ese “pecado del
mundo” del que sólo Jesús Mesías puede liberarnos, a través de la luz de su
evangelio y de su amor sin límite.
Algunos autores piensan que
Juan, hablando en arameo, usó la expresión talja yhwh, en donde talja
puede significar tanto “cordero” como “siervo”. A modo de hipótesis,
podemos tal vez suponer que cuando el evangelio se escribió en griego se
prefirió el sentido de cordero. Juan
Bautista designa a Cristo con la palabra aramea "talja" (vv. 29 y
35). Con ello anunciaba que Cristo era, en efecto, ese servidor que, al
inaugurar los tiempos mesiánicos, iba a recuperar un Espíritu que permitiría no
volver a pecar. Este "Siervo" iba a "quitar" realmente el
pecado del mundo (v. 29). Pero
"talja", como anunciamos al principio, puede traducirse también por
cordero. El evangelista privilegia, el
tema del Cordero pascual y divino, por su papel de expiación (Ap. 14, 1-5; 7,
15; 22, 3; Jn. 19, 36; cf. Act. 8, 32; 1 Pe. 1, 18-19).
[1] Juan sabe
que existen pecados personales, y lo ha expresado claramente en 20,23, por tanto sabe muy bien que hay
diversas y múltiples actitudes equivocadas.
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