sábado, 11 de marzo de 2017

NOVENA A SAN JOSÉ ( SEGUNDO DÍA)

Hacer la señal de la cruz.

Acuérdate de nosotros, bienaventurado san José,
y ayúdanos con tus oraciones y por tú intercesión,
junto a aquel que quiso ser considerado tu hijo, y con tu esposa bienaventurada, María Santísima, la Madre del Redentor, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Meditación del día correspondiente

Y, para empezar, de San José no tenemos
ni una sola palabra en la Escritura.
San José no tuvo ninguna acción visible
en los acontecimientos de su época.

No tuvo que afrontar al rey Herodes
como San Juan Bautista
ni se presentó a los hombres con una palabra nueva
como San Pablo.

No tenemos nada que hacer con él
ni en el orden político
ni en el dominio de las ideas.

Su vida está completamente fuera
de eso que se llama vida pública;
fue una vida como la nuestra
una vida privada.

San José tuvo que soportar el orden exterior del mundo
dentro de ese orden, justo o injusto
no hizo otra cosa sino callar, obedecer,
buscar el pan de cada día.

Ahora bien en la vida privada de este hombre
hay algo más,
ese algo más es de un orden enteramente espiritual.

Es como nuestra vida religiosa,
un secreto del alma;
algo que pasa en lo escondido
lejos de la mirada de los hombres.

La vida exterior de san José, pues,
pertenece a lo que se llama la vida privada.
y el misterio que puede haber en esa vida
es algo religioso, algo invisible,
algo que pasa delante del Padre
y que corresponde a lo que se llama la vida oculta.

Y esta semejanza entre la vida de San José
y nuestra vida,
es lo que me alienta a hablarles del santo.

( Dimas Antuña, La vida de San José, pp. 11-12.)

Hacer Petición por la cual se ofrece la Novena

Querido San José quiero pedir tu intercesión, te encomiendo esta súplica ................................ la pongo en tus santas manos, para que la lleves a tu esposa y con Ella, a Jesús nuestro Señor.

Oración Final 

Oh Dios,  que en tu inefable providencia elegiste a san José como esposo de la santísima Madre de tu Hijo, concé denos tener como intercesor en el cielo a quien veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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