jueves, 31 de mayo de 2012
Fr.NELSON MEDINA: EL CURA DEL TITANIC
Agnes McCoy, superviviente, relató los últimos momentos del sacerdote: Cuando el Titanic se fue a pique, el Padre Thomas Bayle estaba de pie en cubierta rodeado de católicos, protestantes y judíos arrodillados a su alrededor. Byles rezaba el rosario y oraciones por el eterno descanso de las almas de aquellos que estaban a punto de perecer.
Administró los últimos sacramentes a mucha gente. En la primera fase de la catástrofe escuchó muchas confesiones. Se me ponen los pelos de punta. Rechazó por dos veces el bote salvavidas, en los que también ayudó a embarcar a otros.
Pío X lo describió como «un mártir de la Iglesia». En «Los Diez del Titanic», la historia bien documentada de los españoles en el buque, el P. Byles también tiene una mención en boca de una de las supervivientes, Fermina, sirviente de una pareja de «luna de miel»
A la una y cinco de la madrugada, el bote 8, cargado solamente con damas de primera clase y sus sirvientas, además de los marinos, empieza a ser arriado. Fermina no ha conseguido localizar a Víctor y, orientándose con dificultad entre el gentío, logra acceder a las inmediaciones de la embarcación cuando ésta ya ha comenzado a bajar por el costado del Titanic. «A mí me dejaron fuera. Pero empecé a gritar desesperada, y no tuvieron más remedio que llevarme. Me echaron como un saco de paja desde más de un metro de altura, cuando ya bajaba la barca —rememoraba con horror—. Fue el momento más terrible de mi vida. Cada vez que me acuerdo, me parece que acaba de ocurrir y acabo de salvarme de milagro».
En cubierta, el sacerdote católico Thomas Byles está dirigiendo el rezo de un rosario. Muchos se unen a la oración postrados estrechando entre las manos sus crucifijos, la mayoría son mujeres de tercera clase a las que el clérigo ha ayudado a ascender desde las dependencias inferiores del barco. «Dios te salve, María, llena eres de Gracia…», invoca el padre Byles. «Ruega por nosotros», súplica un coro de voces. Hasta las barcas en el agua llega el sonido de la plegaria mezclado con los acordes de la orquesta y el bullicio ronco de los pasajeros que deambulan por los corredores. Desde el bote 8, la condesa de Rothes contempla emocionada cómo Víctor Peñasco cae de rodillas sobre cubierta en actitud de orar
Fuente recomendada: Casa para tu fe catolica, Alimentos para el alma....
martes, 29 de mayo de 2012
DIÁCONO JORGE NOVOA: LOS PROFETAS, ESPIRITUALIDAD Y MISIÓN...

ANTONIO GAUDÍ: ARQUITECTO DE DIOS

Decía el maestro Gaudí: "El hombre sin religión es un hombre al que falta el espíritu, un hombre mutilado."

lunes, 28 de mayo de 2012
NORMAS SOBRE EL MODO DE PROCEDER EN EL DISCERNIMIENTO DE PRESUNTAS APARICIONES Y REVELACIONES

EN EL DISCERNIMIENTO
DE PRESUNTAS APARICIONES Y REVELACIONES
1. Hoy más que en épocas anteriores, debido a los medios de comunicación (mass media), las noticias de tales apariciones se difunden rápidamente entre los fieles y, además, la facilidad de viajar de un lugar a otro favorece que las peregrinaciones sean más frecuentes, de modo que la Autoridad eclesiástica se ve obligada a discernir con prontitud sobre la materia.
2. Por otra parte, la mentalidad actual y las exigencias de una investigación científicamente crítica hacen más difícil o casi imposible emitir con la debida rapidez aquel juicio con el que en el pasado se concluían las investigaciones sobre estas cuestiones (constat de supernaturalitate, non constat de supernaturalitate: consta el origen sobrenatural, no consta el origen sobrenatural) y que ofrecía a los ordinarios la posibilidad de permitir o de prohibir el culto público u otras formas de devoción entre los fieles.
Por las causas mencionadas, para que la devoción suscitada entre los fieles por hechos de este género pueda manifestarse de modo que quede a salvo la plena comunión con la Iglesia y se produzcan los frutos gracias a los cuales la misma Iglesia pueda discernir más tarde la verdadera naturaleza de los hechos, los Padres estimaron que debe ser seguida en esta materia la praxis que se expone a continuación.
Cuando se tenga la certeza de los hechos relativos a una presunta aparición o revelación, le corresponde por oficio a la Autoridad eclesiástica:
a) En primer lugar juzgar sobre el hecho según los criterios positivos y negativos (cf. infra, n. I).
b) Después, en caso de que este examen haya resultado favorable, permitir algunas manifestaciones públicas de culto o devoción y seguir vigilándolas con toda prudencia (lo cual equivale a la formula “por el momento nada obsta”: pro nunc nihil obstare).
c) Finalmente, a la luz del tiempo transcurrido y de la experiencia adquirida, si fuera el caso, emitir un juicio sobre la verdad y sobre el carácter sobrenatural del hecho (especialmente en consideración de la abundancia de los frutos espirituales provenientes de la nueva devoción).
el carácter de presuntas apariciones o revelaciones
A) Criterios positivos
a) La certeza moral o, al menos, una gran probabilidad acerca de la existencia del hecho, adquirida gracias a una investigación rigurosa.
b) Circunstancias particulares relacionadas con la existencia y la naturaleza del hecho, es decir:
1. Cualidades personales del sujeto o de los sujetos (principalmente equilibrio psíquico, honestidad y rectitud de vida, sinceridad y docilidad habitual hacia la Autoridad eclesiástica, capacidad para retornar a un régimen normal de vida de fe, etc.).
2. Por lo que se refiere a la revelación, doctrina teológica y espiritual verdadera y libre de error.
3. Sana devoción y frutos espirituales abundantes y constantes (por ejemplo: espíritu de oración, conversiones, testimonios de caridad, etc.).
B) Criterios negativos
a) Error manifiesto acerca del hecho.
b) Errores doctrinales que se atribuyen al mismo Dioso a la Santísima Virgen María o a algún santo, teniendo en cuenta, sin embargo, la posibilidad de que el sujeto haya añadido —aun de modo inconsciente— elementos meramente humanos e incluso algún error de orden natural a una verdadera revelación sobrenatural. (cfr. San Ignacio, Ejercicios. n. 336).
c) Afán evidente de lucro vinculado estrechamente al mismo hecho.
d) Actos gravemente inmorales cometidos por el sujeto o sus seguidores durante el hecho o con ocasión del mismo.
e) Enfermedades psíquicas o tendencias psicopáticas presentes en el sujeto que hayan influido ciertamente en el presunto hecho sobrenatural, psicosis o histeria colectiva, u otras cosas de este género.
Debe notarse que estos criterios, tanto positivos como negativos, son indicativos y no taxativos, y deben ser empleados cumulativamente, es decir, con cierta convergencia recíproca.
1. Con ocasión de un presunto hecho sobrenatural que espontáneamente algún tipo de culto o devoción entre los fieles, incumbe a la Autoridad eclesiástica competente el grave deber de informarse sin dilación y de vigilar con diligencia.
2. La Autoridad eclesiástica competente, si nada lo impide teniendo en cuenta los criterios mencionados anteriormente, puede intervenir para permitir o promover algunas formas de culto o devoción cuando los fieles lo soliciten legítimamente (encontrándose, por tanto, en comunión con los Pastores y no movidos por un espíritu sectario). Sin embargo hay que velar para que esta forma de proceder no se interprete como aprobación del carácter sobrenatural del los hecho por parte de la Iglesia. (cf. Nota previa, c).
3. En razón de su oficio doctrinal y pastoral, la Autoridad competente puede intervenir motu proprio e incluso debe hacerlo en circunstancias graves, por ejemplo: para corregir o prevenir abusos en el ejercicio del culto y de la devoción, para condenar doctrinas erróneas, para evitar el peligro de misticismo falso o inconveniente, etc.
4. En los casos dudosos que no amenacen en modo alguno el bien de la Iglesia, la Autoridad eclesiástica competente debe abstenerse de todo juicio y actuación directa (porque puede suceder que, pasado un tiempo, se olvide el hecho presuntamente sobrenatural); sin embargo no deje de vigilar para que, si fuera necesario, se pueda intervenir pronto y prudentemente.
2. La Conferencia Episcopal regional o nacional puede intervenir en los siguientes casos:
a) Cuando el Ordinario del lugar, después de haber realizado lo que le compete, recurre a ella para discernir con mayor seguridad sobre la cuestión.
b) Cuando la cuestión ha trascendido ya al ámbito nacional o regional, contando siempre con el consenso del Ordinario del lugar.
3. La Sede Apostólica puede intervenir a petición del mismo Ordinario o de un grupo cualificado de fieles, o también directamente, en razón de la jurisdicción universal del Sumo Pontífice (cf. infra, IV).
b) Corresponde a la Sagrada Congregación intervenir motu proprio en los casos más graves, sobre todo si la cuestión afecta a una parte notable de la Iglesia, habiendo consultado siempre al Ordinario y, si el caso lo requiriese, habiendo consultado también a la Conferencia episcopal.
2. Corresponde a la Sagrada Congregación juzgar la actuación del Ordinario y aprobarla o disponer, cuando sea posible y conveniente, un nuevo examen de la cuestión, distinto del estudio llevado a cabo por el Ordinario. Dicho examen puede ser llevado a cabo por ella misma o por una comisión especial.
Las presentes normas fueron examinadas en la Congregación Plenaria de esta Sagrada Congregación y aprobadas por el Sumo Pontífice PP. Paulo VI, el día 24 de febrero de 1978.
Roma, palacio de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 25 de febrero de 1978.
Prefecto
Secretario
domingo, 27 de mayo de 2012
CARLOS BUELA IVE: EL PODER DE LA PALABRA
en la Iglesia de San Pietro (Segni) el 23 de abril de 2008
en la Misa de Clausura de la Jornadas Bíblicas.

* La Palabra de Dios no debe traficarse: “Pero nosotros no somos como muchos que trafican con la Palabra de Dios, sino que hablamos con sinceridad en nombre de Cristo, coma enviados de Dios y en presencia del mismo Dios” (2Cor 2,17).
* La Palabra de Dios no debe falsificarse: “...y nunca hemos callado nada por vergüenza, ni hemos procedido con astucia falsificando la Palabra de Dios...” (2Cor 4,2).
* El bien del mal: “Si Dios no construye la casa, en vano se afanan los constructores” (Sal 127).
* Lo mejor y lo óptimo: (y así también lo peor) “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo...” (Heb 4,12).
* porque alimenta: esto lo confirmó el mismo Jesucristo: “No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la Boca de Dios” (Lc 4,4).
* porque deleita: “La Palabra de Dios es más dulce que la miel”. A los discípulos de Emaús les ardía el corazón (cfr. Lc 24,32).
* porque defiende: defiende de los ataques del demonio, del mundo y de la carne. “Como escudo de acero, como espada filosa” (Ef 6,16-19). El enemigo es más fuerte que nosotros y por eso necesitamos la Palabra de Dios como defensa: “Vi caer a Satanás como un rayo” (Lc 10,18). También: “Retírate, Satanás, porque está escrito...” (Mt 4,10).
* porque fortifica: “Huesos secos, escuchad la Palabra de Dios” (Ez 37,4-5).
sábado, 26 de mayo de 2012
HANS URS VON BALTHASAR: PENTECOSTÉS
MENSAJE MEDJUGORJE 25 de mayo 2012
viernes, 25 de mayo de 2012
MONSEÑOR HÉCTOR AGUER: NUEVA ERA...
En su habitual reflexión televisiva semanal, en el programa “Claves para un Mundo Mejor” que se emitió el sábado último por América TV, monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, advirtió que en el pasado siglo XX se verificó un fenómeno curioso: “por un lado arreció el secularismo, es decir, se impuso una manera de organizar la vida personal, familiar y social como si Dios no existiera. En la cultura han ido como entrando en eclipse los signos de la transcendencia, los signos de la presencia de Dios”.
Pero por otra parte, sobre todo en la segunda mitad del siglo pasado, “se ha ido extendiendo un movimiento espiritualista, pseudo religioso. Pseudo en griego quiere decir falso, porque se trata de una cosa rara que configura una falsificación religiosa. Es decir, un movimiento cultural en el que se mezclan la reminiscencia de viejos paganismos, una fascinación por las religiones del antiguo oriente, elementos de la magia, de la brujería, de las técnicas adivinatorias y del esoterismo. Todo eso se llamó New Age, el movimiento de la Nueva Era”. Comentó que en las grandes ciudades se encuentran “centros de meditación trascendental, de estudios teosóficos, disciplinas ‘transversales’ en las que se confunden las pseudociencias con la autoayuda y otras cosas por el estilo. Ahora es frecuente la difusión de todos estos “macaneos” en programas de televisión que saturan los mejores horarios de la noche”. “Muchas de esas supersticiones son la puerta de entrada a compromisos más exigentes, que arriesgan a los incautos a quedar atrapados en una secta”. “Ha ocurrido muchas veces precisamente eso, que el inocente coqueteo con esas pseudo-religiones lleva a una persona a ser víctima de una especie de lavado de cerebro, de secuestro espiritual en una secta, de la cual es muy difícil salir”. “Una advertencia seria -enfatizó- cabe respecto de los cultos umbanda, que incursionan en el campo de lo demoníaco y han llevado a muchas personas a quedar bajo la obsesión o bajo la posesión diabólica. ¡Con estas cosas no se juega!”. “Lo que quiero decir, a propósito de todo esto, es que la religiosidad del hombre si no se ajusta a la fe, a una fe verdadera, corre el riesgo de desviarse y de convertirse en mera superstición. Me refiero a la actitud religiosa fundamental, a la necesidad religiosa del ser humano que como creatura está inclinado a vincularse con el Creador”. También indicó que “en el régimen cristiano, en el orden de la fe cristiana, la virtud de religión es distinta de la virtud de la fe; por eso es importante que esté iluminada continuamente por la fe, que esté sostenida por la esperanza y que esté animada por la caridad. Es decir, tiene que haber una relación estrecha entre la religiosidad, que es propia de una virtud moral y el orden teologal, el orden de las virtudes teologales, la fe, la esperanza y la caridad”. Precisó que presentaba esta reflexión “para advertir a muchos fieles que a lo mejor porque no tienen una formación suficientemente sólida, aquilatada, entonces van a la iglesia pero también frecuentan a lo mejor un culto cristiano-evangélico, o se vinculan con uno de esos grupos extraños de religiosidad tipo New Age, con el peligro de verse atrapados por una secta. Practican esas alternativas indistintamente, como si todo fuera igual. Así dilapidan la posibilidad de una auténtica relación con Dios, la que nos ofrece la religión cristiana cuando está guiada por una fe viva”. En el final de su reflexión televisiva, Mons. Héctor Aguer, manifestó que “la religiosidad natural del hombre debe pasar a través de la puerta de la fe. La fe nos introduce en el vasto especio espiritual de la verdad católica, nos ofrece la experiencia de la gracia en la liturgia de la Iglesia, en la recepción de los santos sacramentos y nos inserta en una comunidad cristiana, que no es una secta sino que es la Iglesia Católica, la comunión de los santos, que se hace concreta en la parroquia, en la capilla, en una pequeña comunidad de barrio”. “Como conclusión de estas reflexiones es importante destacar el valor de una formación cada vez más amplia y más profunda en los contenidos de la fe cristiana. Poseemos un instrumento para ello, sólido y actualizado, que es el Catecismo de la Iglesia Católica, de cuya publicación se cumple este año el vigésimo aniversario. Valga esta mención como un estímulo, como una invitación para todos ustedes”, culminó.+ | |
miércoles, 23 de mayo de 2012
DIÁCONO JORGE NOVOA: NO LOS DEJARÉ HUÉRFANOS
martes, 22 de mayo de 2012
CARTA A LOS SACERDOTES
JORGE LORING SI: PENTECOSTÉS

2.- Los Apóstoles, hasta entonces asustados, reciben valor para evangelizar.
3.- San Pedro un día convierte a tres mil (Hechos, 2:41), y otro día a cinco mil (Hechos, 4:4).
4.- Desde entones la predicación se extiende por el mundo, y hoy ha llegado a todos los rincones.
5.- Ellos murieron en su misión, y desde entonces miles y miles han seguido sus pasos.
6.- Pero el Espíritu Santo siguen hoy iluminando y fortaleciendo.
7.- Debemos ser devotos del Espíritu Santo, pues Él nos santifica.
8.- Para ello debemos seguir sus inspiraciones.
9.- El Espíritu Santo es PERSONA DIVINA, pues la Biblia le atribuye actos de persona: es maestro (Juan, 14:26), inspira (Mateo,10:19s), guía (Juan, 16:13), consuela (Juan,14:16), etc.
10.- Y San Pablo dice (Hechos, 5:3) que quien miente al Espíritu Santo, miente a Dios.
11.- El Espíritu Santo asiste a la Iglesia y la ayuda en su continuidad.
12.- El Espíritu Santo da vida espiritual a los cristianos, por eso para salvarse hay que pertenecer a la Iglesia, al menos implícitamente. Los no bautizados que han sido fieles a su conciencia, se suponen que han recibido el BAUTISMO DE DESEO, pues si lo hubieran conocido, lo hubieran deseado.
miércoles, 16 de mayo de 2012
RINO FISICHELLA: EL DERECHO DE DIOS

Benedicto XVI dio un primer motivo cuando anunció la convocación: «La misión de la Iglesia, como la de Cristo, es esencialmente hablar de Dios, hacer memoria de su soberanía, recodar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido su propia identidad, el derecho de aquello que le pertenece, es decir, nuestra vida. Precisamente para dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia de conducir a los hombres fuera del desierto en el que a menudo se encuentran hacia el lugar de la vida, la amistad con Cristo que nos da la vida en plenitud».
Esta es la intención principal. No hacer caer en el olvido el hecho que caracteriza nuestra vida: creer. Salir del desierto que lleva consigo el mutismo de quien no tiene nada que decir, para restituir la alegría de la fe y comunicarla de manera renovada.
Por tanto, este año se extiende en primer lugar a toda la Iglesia para que, de cara a la dramática crisis de fe que afecta a muchos cristianos, sea capaz de mostrar una vez más y con renovado entusiasmo el verdadero rostro de Cristo que llama a su seguimiento.
Es un año para todos nosotros, para que en el camino perenne de fe sintamos la necesidad de reforzar el paso, que a veces se hace lento y cansado, y hacer que el testimonio sea más incisivo. No pueden sentirse excluidos cuantos tienen conciencia de su propia debilidad, que a menudo toma las formas de la indiferencia y del agnosticismo, para encontrar de nuevo el sentido perdido y para comprender el valor de pertenecer a una comunidad, verdadero antídoto a la esterilidad del individualismo de nuestros días.
De todas maneras, en «Porta fidei» Benedicto XVI escribió que esta «puerta de la fe está siempre abierta». Lo que significa que ninguno puede sentirse excluido del ser provocado positivamente sobre el sentido de la vida y sobre las grandes cuestiones que golpean sobre todo en nuestros días por la persistencia de una crisis compleja que aumenta los interrogantes y eclipsa la esperanza. Hacerse la pregunta sobre la fe no equivale a alejarse del mundo; más bien, hace tomar conciencia de la responsabilidad que se tiene hacia la humanidad en esta circunstancia histórica.
Un año durante el cual la oración y la reflexión podrán conjugarse más fácilmente con la inteligencia de la fe de la que cada uno debe sentir la urgencia y la necesidad. De hecho, no puede ocurrir que los creyentes sobresalgan en los diversos ámbitos de la ciencia, para hacer más profesional su compromiso laboral, y encontrarse con un débil e insuficiente conocimiento de los contenidos de la fe. Un desequilibrio imperdonable que no permite crecer en la identidad personal y que impide saber dar razón de la elección realizada.
Rino Fisichella < observatore romano)
martes, 15 de mayo de 2012
DIÁCONO JORGE NOVOA: LA CORRECCIÓN FRATERNA (Mt 18,15-22)
domingo, 13 de mayo de 2012
HANS URS VON BALTHASAR: VI DOMINGO DE PASCUA

Permaneced en mi amor. El evangelio de hoy, último antes de la ascensión del Señor, parece un testamento: estas palabras deben permanecer vivas en los corazones de los creyentes cuando Jesús no se encuentre ya externamente entre nosotros y nos hable sólo interiormente, en el corazón y en la conciencia. Estas palabras de despedida son al mismo tiempo una promesa inquebrantable, pero una promesa que incluye en sí una exigencia para nosotros. Jesús habla de su amor supremo, que consistió en dar si vida por sus amigos, pero para ser sus amigos debemos hacer lo que él nos pide. Promete a sus amigos que su amor permanecerá en ellos –esto tiene el valor de un testamento- si ellos permanecen en su amor, si guardan su del amor, como él guardó el mandamiento de amor del Padre. Las promesas de Jesús cuando está a punto de dejar este mundo son de una grandeza tan impresionante que, desde su punto de vista las exigencias que comportan para nosotros son algo implícito en ellas. Si ha compartido todo con nosotros, toda la insondable profundidad del amor de Dios y nos elegido para vivir en ella, ¿no es lo más natural que nosotros nos conformemos con ese todo, fuera del cual no hay nada más que la nada? E incluso este todo compartido es algo que podemos pedir constantemente al Padre: si permanecéis en el Hijo “todo lo que pidáis al Padre, os lo dará”. Don y tarea son inseparables; más aún, la tarea un puro don de la gracia. Con esto el evangelio anticipa ya en cierto modo el episodio de Pentecostés: el don es el Espíritu de Dios que nos ayuda a cumplir la tarea, el mandamiento del amor.
Los paganos reciben el Espíritu. La gracia de llegar a ser cristiano y de serlo realmente no depende de ninguna tradición eclesial puramente terrenal, sino que es siempre un libre don de Dios, que no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”. Esto es precisamente lo que muestra la primera lectura, en la que el centurión pagano Cornelio y a los de su casa se les confiere ir el Espíritu antes de recibir el Bautismo. La Iglesia, representada aquí por Pedro, obedece a Dios cuando reconoce esta elección y acoge sacramentalmente a sus elegidos . La libertad de Dios, incluso frente a cualquier institución expresamente fundada por Cristo antes de abandonar este mundo, es inculcada a Pedro al final del evangelio de Juan. “Y si quiero..¿a ti qué te importa?Tú sígueme (Jn 21,22) La iglesia no puede pretender para sí las dimensiones del Reino de Dios, aunque sea esencialmente misionera y tenga que esforzarse por ganarse a todos los hombres por los que Cristo ha muerto y resucitado. El amor sobrenatural puede existir perfectamente fuera de la Iglesia, pero ciertamente es ese mismo amor el que impulsa al centurión Cornelio a incorporarse a la Iglesia, en la que el amor del Dios trinitario está en el centro, como se muestra en la segunda lectura.
Todo el que ama ha nacido de Dios. En la segunda lectura se nos exhorta al mismo tiempo a amarnos unos a otros porque Dios es amor, se nos recuerda que no debemos creer que sabemos por nosotros mismos lo que es el amor, que solo se deja comprender y definir a partir de lo que Dios ha hecho por nosotros; nos entregó a su Hijo como propiciacón por nuestros pecados. Pero esta afirmación (el que no sepamos naturalmente lo que es el amor) no debe desanimarnos a la hora de practicar ela mor mutuo, pues el amor se nos ha revelado no solamente para saberlo, para decirlo o para creerlo, sino para poder imitarlo y practicarlo realmente: "Queridos hermanos. Ámémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios"
sábado, 12 de mayo de 2012
jueves, 10 de mayo de 2012
lunes, 7 de mayo de 2012
BENEDICTO XVI : "POR MUCHOS" ( RESPUESTA A OBISPOS ALEMANES)

¡Excelencia!
¡Reverendo, querido arzobispo!
En ocasión de su visita, el 15 de marzo de 2012, Usted me informó del hecho de que entre los obispos de lengua alemana aún no hay consenso en lo que se refiere a la traducción de las palabras "pro multis", en la oración del canon de la santa misa.
Parece ser que existe el peligro que en la nueva edición del "Gotteslob", cuya publicación se espera en breve, algunas partes del área lingüística alemana desean mantener la traducción "por todos", si bien la conferencia episcopal alemana está de acuerdo en escribir "por muchos", tal como desea la Santa Sede.
Le he prometido pronunciarme por escrito en mérito a esta importante cuestión, para prevenir una división en el lugar más íntimo de nuestra oración. Esta carta, que por medio de Usted dirijo a todos los miembros de la conferencia episcopal alemana, también va dirigida a los otros obispos del área de lengua alemana.
Permítanme unas breves palabras sobre cómo surgió el problema.
En los años sesenta, cuando el misal romano, bajo la responsabilidad de los obispos, tenía que ser traducido en alemán, existía un consenso exegético sobre el hecho que el término "los muchos", "muchos", en Isaías 53, 11 s., era una forma expresiva hebrea para indicar el conjunto, "todos". La palabra "muchos" en los relatos de la institución de Mateo y de Marcos era, por lo tanto, considerada un semitismo y tenía que ser traducida con "todos". Ello se extendió también a la traducción del texto latino, donde "pro multis", por medio de los relatos de los Evangelios, se refería a Isaías 53 y, por lo tanto, debía ser traducido con "por todos".
Mientras tanto este consenso exegético se ha desmoronado, ya no existe. En el relato de la última cena de la traducción unificada alemana de la Sagrada Escritura se lee: "Esta es mi sangre, el sangre de la alianza, versado por muchos" (Mc 14, 24; cfr. Mt 26, 28). Esto evidencia una cosa muy importante: la traducción de "pro multis" con "por todos" no es una traducción pura, sino más bien una interpretación que estaba, y sigue estando, bien motivada, pero es una explicación y, por lo tanto, algo más que una traducción.
Esta fusión entre traducción e interpretación forma parte, en cierto modo, de los principios que inmediatamente después del Concilio guiaron la traducción de los textos litúrgicos a las lenguas modernas. Se entendía hasta qué punto la Biblia y los textos litúrgicos estaban distanciados del mundo del lenguaje y del pensamiento actual de la gente, por lo que incluso traducidos continuarían siendo incomprensibles para cuantos participaban en las funciones. Un riesgo nuevo era el hecho que, a través de la traducción, los textos sagrados se abrirían allí, ante cuantos participaban a la misa y, sin embargo, seguirían estando muy distantes de su mundo, por lo que esta distancia sería aún más visible. Por lo que no sólo nos sentimos autorizados, sino también incluso obligados a incluir la interpretación en la traducción para así acortar el camino hacia las personas, cuyos corazones y mentes debían ser alcanzados por esas palabras.
En cierta medida, el principio de una traducción sustancial, y no necesariamente literal, de los textos fundamentales continua estando justificado. Al pronunciar a menudo las oraciones litúrgicas en varios idiomas, observo que a veces no hay casi similitudes entre las distintas traducciones, y que el texto común sobre el que se basan es, muchas veces, sólo lejanamente reconocible. Al mismo tiempo se han verificado banalizaciones que constituyen verdaderas pérdidas. Así, en el curso de los años, yo mismo he comprendido cada vez con mayor claridad que, como orientación para la traducción, el principio de correspondencia no literal, sino estructural, tiene sus límites.
Siguiendo estas intuiciones, la instrucción para los traductores "Liturgiam authenticam", promulgada el 28 de marzo de 2001 por la congregación para el culto divino, ha puesto en primer plano el principio de la correspondencia literal, sin que prescriba, por supuesto, un verbalismo unilateral.
La importante intuición sobre la que se basa esta instrucción es la distinción, ya citada al inicio, entre traducción e interpretación. Esa es necesaria tanto para las palabras de la Escritura como para los textos litúrgicos. Por un lado, la Palabra sagrada debe emerger lo más posible por sí misma, también con su lejanía y con las preguntas que conlleva. Por otro, a la Iglesia se le confía la tarea de la interpretación para que – en los límites de nuestra respectiva comprensión – nos llegue el mensaje que el Señor nos ha destinado.
Incluso la traducción más cuidada no puede sustituir a la interpretación: forma parte de la estructura de la Revelación el hecho que la Palabra de Dios sea leída en la comunidad interpretativa de la Iglesia, que la fidelidad y la actualización se vinculen entre ellas. La Palabra debe estar presente por sí misma, en su propia forma, quizás ajena a nosotros; la interpretación debe medirse en base a su fidelidad a la Palabra, pero al mismo tiempo debe hacerla accesible a quien la escucha hoy en día.
En dicho contexto, la Santa Sede ha decidido que en la nueva traducción del misal la expresión "pro multis" debe ser traducida como tal, sin ser interpretada. La traducción interpretativa "por todos" debe ser sustituida por la simple traducción "por muchos". Desearía recordar que tanto en Mateo como en Marcos no hay artículo, por lo tanto no "por los muchos", sino "por muchos".
Si desde el punto de vista de la correlación fundamental entre la traducción y la interpretación esta elección es, como espero, del todo comprensible, soy consciente que ella representa un desafío inmenso para todos aquellos a quien se ha confiado la tarea de explicar la Palabra de Dios en la Iglesia.
Para quien normalmente frecuenta la misa, esto parece casi inevitablemente como una fractura en el centro mismo del rito sagrado. Preguntará: pero Cristo, ¿no ha muerto por todos? La Iglesia, ¿ha modificado su doctrina? ¿Puede hacerlo, le está permitido? ¿Se esta llevando a cabo una reacción que quiere destruir la herencia del Concilio?
Gracias a la experiencia de los últimos cincuenta años, todos nosotros sabemos cuán profundamente la modificación de las formas y de los textos litúrgicos afecta el alma de las personas y, por lo tanto, cuándo un cambio en un punto tan central del texto puede inquietar a las personas. Justamente por esto, cuando ante la diferencia entre traducción e interpretación se eligió la traducción "muchos", se estableció también que en las diversas áreas lingüísticas la traducción debía estar precedida por una catequesis esmerada, con la cual los obispos debían explicar de manera concreta a sus sacerdotes, y por medio de ellos a los fieles, de qué se trataba.
Esta catequesis previa es el presupuesto esencial para la entrada en vigor de la nueva traducción. En lo que a mí concierne, en el área de lengua alemana, esta catequesis no ha existido hasta ahora. Mi carta quiere ser una petición urgente para todos vosotros, queridos hermanos, para preparar ahora dicha catequesis, y después hablar de ella con vuestros sacerdotes y, al mismo tiempo, hacerla accesible a los fieles.
En esta catequesis hay que aclarar brevemente sobre todo por qué en la traducción del misal, después del concilio, la palabra "muchos" ha sido traducida por "todos": para expresar de manera inequívoca, en el sentido deseado por Jesús, la universalidad de la salvación que llega de él.
Entonces surge enseguida la pregunta: si Jesús ha muerto por todos, ¿por qué en las palabras de la última cena Él ha dicho "por muchos"? Entonces, ¿por qué insistimos sobre estas palabas de Jesús de la institución?
Antes de nada, a este punto hay que precisar que, según Mateo y Marcos, Jesús ha dicho "por muchos", mientras según Lucas y Pablo ha dicho "por vosotros". Ello parece estrechar aún más el círculo. Pero justamente a partir de aquí nos podemos acercar a la solución. Los discípulos saben que la misión de Jesús les trasciende a ellos y al grupo; que él ha venido para reunir a los hijos de Dios de todo el mundo que estaban dispersos (Jn 11, 52). Las palabras "por vosotros" hacen que la misión de Jesús sea muy concreta para los presentes. Éstos no son un elemento anónimo cualquiera de un conjunto inmenso: cada uno de ellos sabe que el Señor ha muerto por él, por nosotros. "Por vosotros" se extiende en el pasado y en el futuro, se dirige a mí personalmente; nosotros, que estamos aquí reunidos, somos conocidos y amados como tales por Jesús. Por lo tanto, este "por vosotros" no es una reducción, sino más bien una concretización que vale para cada comunidad que celebra la eucaristía, que la une de manera concreta al amor de Jesús. El canon romano ha unido entre sí dos expresiones bíblicas en las palabras de consagración, y por lo tanto dice: "por vosotros y por muchos". Esta formula, con la reforma litúrgica, ha sido adoptada después para todas las oraciones eucarísticas.
Pero, de nuevo: ¿por qué "por muchos"? ¿Acaso el Señor no ha muerto por todos? El hecho que Jesucristo, como Hijo de Dios hecho hombre, sea el hombre para todos los hombres, el nuevo Adán, es una de las certezas fundamentales de nuestra fe. Querría a este respecto recordar sólo tres versos de las Escrituras. Dios "entregó por todos nosotros" a su proprio Hijo, dice Pablo en la carta a los Romanos (8, 32). "Uno solo murió por todos", afirma en la segunda carta a los Corintios a propósito de la muerte de Jesús (5, 14). Jesús "se entregó a sí mismo para rescatar a todos", se lee en la primera carta a Timoteo (2, 6).
Pero entonces se necesita preguntar otra vez: si esto es tan obvio, ¿por qué la oración eucarística dice "por muchos"? La Iglesia ha tomado esta formulación de los relatos de la institución del Nuevo Testamento. La usa por respeto de la palabra de Dios, para serle fiel hasta en la palabra. El temor reverencial ante la misma palabra de Jesús es la razón de la formulación de la oración eucarística. Entonces preguntamos: ¿por qué Jesús lo ha dicho así? La razón verdadera consiste en el hecho que Jesús, de esta manera, se ha hecho reconocer como el siervo de Dios de Isaías 53, que él se ha revelado como la figura anunciada de la profecía. El temor reverencial de la Iglesia ante la palabra de Dios, la fidelidad de Jesús a las palabras de la "Escritura": esta doble fidelidad es el motivo concreto de la formulación "por muchos". En esta cadena de reverente fidelidad nosotros nos introducimos con la traducción literal de las palabras de la Escritura.
Como hemos visto antes, el "por vosotros" de la tradición paolino-lucana no restringe sino que concretiza, por lo que ahora podemos reconocer que la dialéctica entre "muchos" y "tantos" tiene su importancia. "Todos" se mueve en el plano ontológico: el ser y el actuar de Jesús comprende a la humanidad entera, el pasado, el presente y el futuro. Pero de hecho, históricamente, en la comunidad concreta de los que celebran la eucaristía él llega sólo a "muchos". Se puede, por lo tanto, reconocer un triple significado de la atribución de "muchos" y "todos".
Primero de todo, para nosotros, que podemos sentarnos a su mesa, debe significar sorpresa, alegría y gratitud por haber sido llamados, por poder estar con él y poderlo conocer. "Demos gracias al Señor que, por su gracia, me ha llamado a su Iglesia...".
Sin embargo, después, en segundo lugar, hay una responsabilidad. La forma en que el Señor alcanza a los otros – "todos" – a su modo, en el fondo sigue siendo su misterio. Sin embargo, es indudablemente una responsabilidad ser llamados directamente por él a su mesa para poder oír: por vosotros, por mí, él ha sufrido. Los muchos tienen la responsabilidad por todos. La comunidad de los muchos deben ser luz en el candelabro, ciudad sobre el monte, levadura para todos. Esta es una vocación que concierne a cada uno de manera completamente personal. Los muchos, que somos nosotros, deben tener la responsabilidad del conjunto, conscientes de su misión.
Por último puede añadirse un tercer aspecto. En la sociedad actual tenemos la sensación de no ser en absoluto "muchos", sino muy pocos, una pequeña masa que sigue disminuyendo. En cambio, no: somos "muchos": "Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas" (Ap 7, 9). Somos muchos y representamos a todos. Por lo tanto, las palabras "muchos" y "todos" van juntas y hacen referencia la una a la otra en la responsabilidad y en la promesa.
¡Excelencia, querido hermano en el obispado! Con todo esto he querido indicar las líneas fundamentales de la catequesis, con la cual sacerdotes y laicos deberán prepararse lo antes posible a la nueva traducción. Deseo que todo esto pueda servir también a una participación más intensa en la celebración de la sagrada eucaristía, incluyéndose de este modo en el gran compromiso al que tendremos que enfrentarnos en el "Año de la Fe". Espero que esta catequesis esté pronto preparada, y que de este modo se convierta en parte de la renovación litúrgica para la cual el Concilio ha trabajado desde su primera sesión.
Con los saludos pascuales de bendición, suyo en el Señor.
Benedictus PP XVI
14 de abril de 2012
domingo, 6 de mayo de 2012
BENEDICTO XVI: SER CATÓLICOS QUIERE DECIR SER MARIANOS

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 30 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI afirmó que el catolicismo implica una actitud mariana, este sábado al recibir en el Vaticano a una delegación de la congegación mariana Mariä Verkündung (María Anunciada) de Ratisbona (Alemania).
“La catolicidad no puede existir sin un comportamiento mariano”, aseguró, recordando “que ser católicos quiere decir ser marianos, que esto significa el amor por la Madre, que en la Madre y por la Madre encontramos al Señor”.
Los miembros de la congregación mariana María Anunciada viajaron hasta el Vaticano para celebrar con el Papa el setenta aniversario de su ingreso en esa congregación.
jueves, 3 de mayo de 2012
RANIERO CANTALAMESSA:EL CONCILIO VATICANO II VUELVE A DESCUBRIR LOS CARISMAS

El mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que "distribuyéndolas a cada uno según quiere" (1 Cor 12,11), reparte entre los fieles gracias de todo género, incluso especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia según aquellas palabras: "A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad" (1 Cor 12,7). Estos carísmas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo"
Para valorar adecuadamente el alcance renovador de este texto, hay que saber lo que pasó, en realidad, con los carismas después de su tumultosa aparición en los comienzos de la Iglesia. Los carismas no desaparecieron de la vida de la Iglesia, sino más bien de su teología. Si recorremos la historia de la Iglesia, recordando las diferentes listas de carismas enumeradas en el Nuevo Testamento, tenemos que llegar a la conclusión de que, exceptuando quizá el "don de lenguas" y el "don de interpretarlas", ninguno de los carismas se perdió del todo. La historia de la Iglesia está llena de evangelizadores carismáticos, de dondes de sabiduría y conocimiento (baste pensar en los doctores de la Iglesia), de historias de curaciones milagrosas, de hombres dotados de espíritu de profecía o de discernimiento de los espíritus, por no hablarde otros dones como visiones, arrobamientos, éxtasis, iluminaciones, que también se cuentan entre los carismas.
La historia está salpicada también de "despertares" carismáticos, es decir, de épocas que se han caracterizado por unas manifestaciones particulares intensas de dones y operaciones del Espíritu: la época de los mártires; la explosión del monacato (que es un fenómeno carismático, antes que ascético); la primera evangelización de Europa; la misión entre los pueblos eslavos, que fue marcada por abundantes dones y carismas; el movimiento franciscano y el increíble florecimiento de las órdenes religiosas, cada una de las cuales se remite con razón al "carisma" de su fundador. Pío XII no se equivocó al afirmar que en la Iglesia nunca han faltado, ni podrán faltar, "personas dotadas de dones prodigiosos". Así como nadie puede impedir que el viento sople donde quiere, del mismo modo nadie puede impedir que el Espíritu derrame sus dones como quiere.
Entonces, ¿dónde está la novedad que nos permite hablar de un despertar de los carismas en nuestro siglo? ¿Qué era lo que faltaba antes? Lo que ocurrió fue que los carismas, cuyo sentido era la comunidad, la utilidad común y la organización de la iglesia, fueron progresivamente confinados al ámbito privado y personal. Ya no entraban en la formación de la Iglesia, que se consideraba "más que garantizada por la existencia de la sagrada jerarquía".
La identidad personal de Jesús en los Evangelios nace de dos relaciones fundamentales: su relación de Hijo con respecto al Padre, caracterizada por la obediencia, y su relación con el Espíritu, de la que viene la autoridad, la libertad y el poder en su misión. El Espíritu carismático -que le confiere la unción mesiánica para llevar la Buena Nueva a los pobres y sanar a los corazones afligidos, con el que expulsa a los demonios y que le hace "sobresaltarse" de gozo en la oración - no es, por tanto, un accesorio en la misión de Jesús: es algo constitutivo.
Tampoco en la vida de la comunidad cristiana los carismas eran hechos privados, una añadidura o un lujo: eran los que, junto con la autoridad apostólica, dibujaban el perfil de la comunidad. La comunidad vivía de las mismas dos relaciones fundamentales de Jesús: con el Padre, sentido comjo Abbá, y con el Espíritu, que daba libertad y poder. Pero no lo hacía independientemente de Jesús, como si éste fuera sólo un modelo, sino teniendo en él la fuente de todo y participando en su relación única con el Padre y con el Espíritu.
La tesis según la cual la Iglesia primitiva es una comunidad preferentemente carismática, en la que la misión del apóstol se limita a organizar los carismas que, por sí solos, proveen, con su interacción, a la vida y a la expansión de la comunidad, no se sostiene. Quien diga esto, comete un erro fundamental de método. Sitúa en el origen, convirtiéndola en algo absoluto, la visión paulina de una comunidad esencialmente carismática, y después considera todo el desarrollo posterior de la comunidad cristiana como un progresivo abandono y un "debilitamiento" de esa visión, que se concluiría con el triunfo del "proto-catolicismo" en las cartas pastorales.
Dicho esto, hay que reconocer, sin embargo, que muy pronto, por varios motivos, el equilibrio entre ambas situaciones -la del ministerio y la del carisma- se perdió a favor del ministerio. El carisma empieza a ser conferido con la ordenación, y ya está. Un elemento determinante fue el surgir de las primeras falsas doctrinas, sobre todo las doctrinas gnósticas. Fue este hecho lo que hizo inclinar cada vez más el fiel de la balanza hacia los que ejercían el ministerio, es decir, los pastores. Otro acontecimiento fue la crisis del movimiento profético difundido por Montano en Asia Menor en el siglo II, que sirvió para desacreditar aún más un cierto tipo de entusiasmo carismático colectivo.
De este hecho fundamental derivan todas las consecuencias negativas respecto a los carismas. Los carismas empiezan a ser marginados de la vida de la Iglesia. Se tiene noticia, todavía durante algún tiempo, de que algunos de ellos persisten, aquí y allí. San Ireneo, por ejemplo, dice que en su época sigue habiendo "muchos hermanos de la Iglesia que tienen carismas proféticos, hablan todas las lenguas, manifiestan los secretos de los hombres por su bien y explican los misterios de Dios". Pero es un fenómeno que se va agotando. Desaparecen sobre todo esos carimsas cuyo ejercicio estaba en el culto y la vida de la comunidad, como el hablar inspirado y profético y la glosolalia. La profecia se reduce al carisma del magisterio, que consiste en interpretar la revelación de manera auténtica e infalible.
Otra consecuencia inevitable es la clericalización de los carismas. Ligados a la santidad personal, acaban por ser asociados casi siempre a los representantes habituales de la misma, a saber: los pastores, los monjes, los religiosos. Desde el ámbito de la eclesiología, los carismas pasan al de la hagiografía.