"Tumbados sobre las camas".De nuevo la primera lectura de Amós es importante para comprender el evangelio. No solamente se echan pestes contra las posesiones y las riquezas, sino contra lo que éstas producen en el hombre con harta frecuencia: sibaritismo, holgazanería,borrachera de bienestar sin tener para nada en cuenta la situación del país (Israél estaba entonces seriamente amenazado, pero no os doléis de los desastres de José). Esta despreocupación egoísta y esta falsa autoseguridad son condenadas por el profeta: "se acabó la orgía de los disolutos, "irán al destierro" los primeros.
"Se murió el rico y lo enterraron".El evangelio subraya ante todo la enorme fosa que se abre entre la opulencia de la vida del rico y la miseria del pobre, que está "echado en el portal", con lo que lo que ocurre dentro de la casa del epulón, sin que nadie se preocupe por sus llagas, excepto los perros sucios y vagabundos que se acercan a lamérselas. Jamás muestra solamente esto, y por eso no debemos tratar de matizar teológicamente la parábola en ningún sentido (por ejemplo, en los detalle sde la concepción del más allá). Externamente ésta imagen no parece ir más allá que la de los profetas; pero Jesús, que definió mucho más concretamente el mandamiento del amor al prójimo, lleva el alcance del escandaloso contraste entre pobre y rico mucho más lejos que en la Antigua Alianza: en el más allá ésta fosa se convierte en un abismo definitivo - es un abismo inmenso que nadie puede cruzar- entre el consuelo en el seno de Abrahán y los tormentos provocados por las llamas del infierno. Ese abismo es también infranqueable para Abrahán y la petición que le hace el epulón de que mande a Lázaro a casa de su padre para advertir a sus cinco hermanos, no tiene ningún sentido, porque si no escuchan a Moisés y a los profetas,¡cómo van a hacer caso de un pobre hombre!Esta sencilla parábola no es más que una concreción de unas palabras de Jesús que quizás nos resulten difíciles de entender: Dichosos los pobres.¡Ay de vosotros los ricos! (Lc 6,20.24).
"Conquista la vida eterna". La segunda lectura ensancha de nuevo la perspectiva. Hay dos actitudes radicalmente opuestas; ahora se trata de adoptar la unión correcta, la que salva.Timoteo, el discípulo de Pablo ha tomado ya su decisión, y esto públicamente, ante muchos testigos, exactamente lo mismo que hizo Jesús cuando tomó la decisión y dio testimonio de ella ante Pilato y todo el pueblo. Lo que importa de ahora en adelante es perseverar en la elección que se ha hecho y "conquistar la vida eterna" por anticipado, aún cuando esta perseverancia exige un combate permanente, "el buen combate de la fe", que debe llevarse a cabo "sin mancha ni reproche" como encargo de Cristo y de la Iglesia. Pero conquistar la vida eterna no quiere decir tratar de aferrar o apresar a Dios; la conclusión doxológica es aquí importante: Dios, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver, solo puede ser adorado,nunca aferrado o conquistado por el hombre. Decidirse por él, dar testimonio de él, significa por el contrario que se ha sido aferrado por él y que se cumple su encargo.
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