viernes, 17 de febrero de 2012

DIÁCONO JORGE NOVOA: QUIÉN SOY YO PARA DECIRLE LO QUE DEBE HACER?


En muchas consultas que los hermanos hacen, por diferentes problemas que tienen y que quieren solucionar, en determinado momento de la conversación, cada vez más, se escucha la frase siguiente: quién soy yo para decirle lo que debe hacer? Quién soy yo para juzgarle?

Se hace necesaria, una clarificación, para distinguir y ver que esta expresión en apariencia muy justa y generosa, aplicada absolutamente esconde una afirmación falsa. En las consultas, antes mencionadas, hablamos de situaciones en las que uno siente que está en una encrucijada, por algo que le ocurre a él personalmente o a una persona querida. Con estos ejemplos quiero mostrar algunas de las situaciones: se conoce que alguien ha sido infiel, un hijo está sumergido en las drogas, una conocida amiga es lesbiana, un familiar incurrió en una estafa, y dado que tienen que irse del país, esto para los más cercanos se ha hecho público. Son muchos más los ejemplos que podría enumerar, pero bastan estos a modo de aclaración.

Dado que hablamos de personas, esto merece de nuestra parte sumo respeto y seriedad, siempre Jesús nos ha dado ejemplo de cercanía; los publicanos y las prostitutas eran considerados pecadores públicos, y las enfermedades para muchos contemporáneos de Jesús, eran consecuencia directa de los pecados personales…"quién pecó, él o sus familiares?”, preguntan ante el ciego de nacimiento a Jesús sus discípulos.Está claro que ninguno de nosotros puede "tirar la primera piedra", todos somos pecadores, redimidos por la sangre de Jesucristo. Por lo tanto, al hablar de "pecadores", estamos indicando al hombre que está viviendo objetivamente en una situación de pecado, en algunos percibido difusamente, en otros sin percepción alguna, y con diverso grado de responsabilidad..

Jesús siempre se acerca a los "pecadores", con un corazón compasivo y misericordioso. Nadie puede juzgar las intenciones por lo actos que se perciben o conocen de forma exterior. Como dice la Escritura, “el hombre ve apariencias, solo Dios ve el corazón”. Una primera observación, no debemos alejarnos de los "pecadores", el Señor ha venido para rescatarnos del pecado y sus consecuencias. Y somos nosotros testigos de esta acción  del Señor, en nosotros mismos. Acercarnos a  estos hermanos que viven estas situaciones, es propio del mandato del Señor para sus discípulos. Qué ocurre cuando ésta cercanía me pone en ocasiones de pecar? No estoy lo suficientemente fuerte o maduro en la fe, y por lo tanto, es mejor que aporte mi oración y consejos, pero la prudencia cristiana me invita a guardar cierta distancia.

Si una mamá o papá,  se enteran que su hijo o hija está extraviado, el único camino es el de una presencia cercana constante. Con ello, no está aprobando los comportamientos de su hijo, pero está cerca, y ello, muchas veces puede ser fundamental para encontrar una salida. Cómo actuar? Siguiendo este ejemplo, debo confesarles, que lo primero es orar. Dios es el gran artífice de los cambios. Dios ha dado muestras de ello, la humanidad entera estaba enemistada gravemente con Él, y  envió a su Hijo, para rescatarnos del pecado y la muerte. Jesús se acercó al "pecador" para salvarlo.

Y con la misma claridad de lo dicho, brota del mensaje de Jesús, que rechazó el pecado radicalmente. No hay pasajes evangélicos, que muestren a Jesús complaciente con el pecado, siempre concluye sus encuentros diciendo; No peques más.. El pecado es muerte. El hombre está llamado a la vida de unión con Dios, y el pecado es un obstáculo radical en este camino. A la actitud de cercanía, debe acompañar, un criterio sabio para poder decir al otro, las cosas que lo destruyen. Hay que buscar el momento oportuno. Para ello la oración es un espacio privilegiado, y la Virgen el mejor camino. En este tiempo de desorientados, uno puede preguntarse: cuáles son las cosas que destruyen a los hombres?

Un primer plano inmediatamente nos dice: vivir alejado de los mandamientos nos destruye. Y no importa si no eres creyente. Los mandamientos son la ley natural que debe regir la concordia social. Esta realidad es objetiva. Al igual que los actos humanos. Y aquí está la posible trampa. No debemos juzgar a los hombres, pero sí, debemos juzgar sus actos a la luz de los mandamientos del Señor. El pecado es malo y debe ser combatido, pero para ello, debe ser reconocido. Jesús ama a la mujer pecadora del Evangelio, pero no ama su pecado. Y la libera de su pecado para que pueda ser verdaderamente feliz.

Cómo vivir en una cultura sin principios válidos para todos? Si no puedes decirle a tu hijo que va por mal camino, o si tu hijo no puede decirte a ti, que el divorcio los destruyó. Cómo podremos encontrar el camino de la verdad y la convivencia social? Como Jesús, abre siempre tu corazón al pecador, mantente cerca de él, pero ayúdalo a liberarse del pecado.

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