Excelencias, queridos amigos, me gustaría agradecer a Dios
el honor y el privilegio que me ha dado por estar aquí con todos Uds.
aquí esta tarde, para hablarles de la familia y de la ideología de
género. El cardenal Carlo Caffarra, arzobispo emérito de Bolonia, y
primer presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios
sobre el matrimonio y la familia declaró esto durante una entrevista
concedida el 16 de febrero de 2008:
“Cuando fui nombrado por el Santo Padre primer presidente del
Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y
la Familia, recibí una carta de sor Lucía de Fátima que se puede
encontrar en los archivos de dicho instituto. Esta me decía sin
ambigüedades: “La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás
pasará por el matrimonio y la familia”. Sin embargo – añadía- “no
tengáis miedo porque todos aquellos que actúan en favor de la santidad
del matrimonio y de la familia siempre encontrarán oposición; serán
combatidos por todos los medios posibles, porque lo que está en juego es
decisivo. No obstante, Nuestra Señora ya ha aplastado la cabeza de
Satanás”[1].
Por su parte, tras su viaje apostólico realizado a Fátima, el Papa
Benedicto XVI, en una entrevista el 11 de mayo de 2010 y no tuvo miedo
en afirmar que
“siempre hemos sabido esto aunque, en nuestros días, esto se
manifieste ante nuestros ojos de una manera terrorífica: las mayores
persecuciones contra la Iglesia no proceden de sus enemigos exteriores,
sino de los pecados cometidos dentro de la Iglesia, para los cuales la
Iglesia necesita urgentemente hacer penitencia para purificarse”[2].
Las familias cristianas sufren todos los días ataques en el mundo
entero. Como vamos a ver, la ideología de género está sostenida,
promovida y practicada por la Organización Mundial de la Salud, que
depende de la Organización de la Naciones Unidas (ONU), y por numerosas
instituciones educativas y sanitarias que tienen su sede en los estados
occidentales (Norte América, Europa Occidental, Australia y Nueva
Zelanda).
El Papa Francisco, durante su viaje apostólico a Manila, no dudó en
denunciar con vigor una “colonización ideológica contra la familia”[3],
que busca destruirla introduciéndose y difundiéndose en las sociedades y
las culturas de los países que están en vías de desarrollo. En el nº56
de su Exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia, critica con
contundencia la ideología mortífera de gender “que niega la diferencia y
reciprocidad natural entre un hombre y una mujer. Deja entrever una
sociedad sin diferencia de sexo y socaba la base antropológica de la
familia. Esta ideología induce proyectos educativos y orientaciones
legislativas que alientan una identidad personal y una identidad
afectiva cortadas radicalmente de la diversidad biológica que existe
entre lo masculino y lo femenino”[4]. El Cardenal Francis Arinze
comentando estas palabras del Papa Francisco dijo que “los medios de
comunicación han tomado la costumbre de desfigurar, secularizar e
incluso comercializar el matrimonio y la familia”[5]. Esto resulta muy
evidente en aquellos programas llenos de erotismo y pornografía, que
además están destinados también a los niños: en muchos países
occidentales, desde la educación infantil, los niños reciben una
reeducación, es decir, se manipula y contamina sus conciencias con la
ideología del género. En algunos países las familias ni siquiera tienen
la opción de elegir. Por ejemplo, en 2006 en Alemania, se quiso obligar a
una familia cristiana protestante con 8 hijos, a participar en
experimentos chocantes bajo la égida de la educación sexual. Los padres
decidieron no mandar a sus hijos a esas clases, y fueron condenados a
una pena de cárcel...
Yo mismo, en mi libro titulado Dios o nada[6], he denunciado con
contundencia la teoría del género como un ataque frontal contra la
familia, y su voluntad de destruirla, insistiendo en su aspecto
especialmente deletéreo para los países africanos que están sometidos a
un nuevo colonialismo por parte de los países occidentales o
directamente, o bien a través de organizaciones internacionales que
estos países dominan de modo indiviso, y sin vergüenza ninguna.
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