martes, 4 de julio de 2017

BEATO J.H.NEWMAN: LA VOZ DE LA CONCIENCIA

La voz de la conciencia

Saben muy bien, hermanos míos- y pocas personas lo niegan-, que en el interior de todo hombre  alienta un sentimiento o percepción que le muestra la diferencia entre el bien y el mal, y constituye la regla para medir pensamientos y acciones . Se llama conciencia, y aunque no alcance en todo tiempo la deseable fuerza para dirigirnos, es suficientemente clara y elocuente para influir en nuestras opiniones y modelar nuestros juicios en los variados asuntos que nos ocupan.

Pero la conciencia no es capaz de desempeñar adecuadamente su papel sin una ayuda exterior. Necesita ser orientada y sostenida. Dejada a sí misma, hablará con corrección al principio, pero pronto se manifestará vacilante, ambigua e incluso falsa. Requiere buenos maestros y buenos ejemplos que la mantengan en la línea del deber. Desgraciadamente esa asistencia externa, esos maestros y ejemplos faltan en muchos casos.

Es más, escasean tanto para la mayoría de todos los hombres, que la conciencia pierde frecuentemente el camino, y guía a la persona, en su recta hacia la eternidad, sólo de manera indirecta y circular. Incluso en países que llamamos cristianos, esa luz natural e íntima se oscurece, porque la luz que ilumina a todo hombre venido a este mundo es apartada de la vista.

Es un hecho descorazonador y terrible que en este país, entre gente que presume de cristianismo culto, el sol se encuentre tan eclipsado en los cielos que el espejo de la conciencia sólo capte y refleje unos pocos rayos, y ayude pobre y escasamente a preservar del error las conductas.

Aquella luz interior, aunque dada por Dios, se hace impotente para iluminar el horizonte, señalarnos una dirección, y fortalecernos con la certeza de que hemos sido creados para una morada eterna. Semejante luz fue dispuesta en nuestro interior como criterio del bien y de la verdad. Se nos dio para indicarnos nuestro deber en cualquier situación, instruirnos con detalle acerca de lo que es pecado, enjuiciar todas las cosas que vienen a nuestro encuentro, distinguir entre lo valioso y lo nocivo, protegernos de la seducción ejercida por lo simplemente amable y placentero, y disipar, en fin, los sofismas de la razón. Y sin embargo, miren que idea de la verdad, de la santidad,del heroísmo y del bien poseen la mayoría de los hombres. No me refiero ya si actúan o no impulsados por tan elevados motivos. Esta es otra cuestión. Pregunto sólo si tienen alguna noción de esas cosas; o en caso de que hayan conseguido borrar del alma sus ideas de virtud y bondad, me preguntó entonces si su manera de concebirlas y los individuos  que a sus ojos las encarnan no nos permiten afirmar de innumerables personas que " la luz que hay en ellas es oscuridad" 

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