La doctrina mariana se desarrolla en al Iglesia de acuerdo con una curva característica: no existe un crecimiento continuo, sino un crecimiento rítmico que hace pensar en el movimiento de una marea.
Tres series de hechos manifiestan este ritmo: la cantidad de los escritos, su cualidad y la rapidez de los progresos realizados. Siguiendo estos criterios se pueden distinguir seis grandes etapas: Escritura; edad patrística hasta Éfeso; de Éfeso a la reforma gregoriana; desde finales del s. XI hasta el fin del Concilio de Trento; ss.XVII-XVIII; en fin, los siglos XIX y XX.
FASE PRELIMINAR: PRESENCIA Y SILENCIO
Todo el desarrollo que vamos a seguir arranca de una presencia silenciosa hacia un reconocimiento explícito de la función de esta presencia en el misterio cristiano. Además, antes de abordar la primera enseñanza mariológica de la Iglesia, conviene subrayar esta silencio inicial, esta fase durante la cual María vive en la Iglesia sin ser, de ninguna manera, objeto de predicación.
En su primer estadio, la catequesis cristiana no comienza con el relato de la anunciación. El testimonio de los apóstoles descansa exclusivamente sobre la vida pública de Jesús: desde el Bautismo por Juan hasta la Ascensión (Hch 1,22). Es Pedro quien fija estos límites ya antes de Pentecostés; a ellos permanecerá fiel durante toda su predicación; y de ella nos dan los Hch un resumen característico (10, 36-43), cuyos últimos desenvolvimientos toman cuerpo en el evangelio de Marcos. María no es nombrada ni siquiera en ésta última elaboración.
Así, durante un tiempo cuya duración precisa no conocemos, la Madre de Jesús, había llegado al cenit de su perfección, vive en la Iglesia, sin que se haga mención explícita de ella. Su plegaria y su intercesión existen, pero ocultas. María parece ignorar el alcance de su influencia, y se la desconoce también a su alrededor. Es un órgano vivo del cuerpo místico de Cristo, más no es objeto de enseñanza. Al igual que algunos sacramentos, María es una realidad en la vida de la Iglesia, antes de ser objeto del Dogma. Paulatinamente esta realidad, oscuramente experimentada, en la comunión de los santos, va a encontrar su fórmula explícita.
PRIMER PERÍODO: LA ESCRITURA (HACIA EL 50-90)
La primera explicación de la misión de María, está contenida en el NT, cuya redacción dura medio siglo. María ocupará en él un lugar materialmente poco importante, pero profundamente significativo. La Virgen aparece, en primer lugar, de modo totalmente episódico. El primer testimonio que hallamos, la epístola a los Gálatas, es característica a este respecto (Gál 4,4-5).
La Madre de Cristo es aquí “una mujer” anónima; se la nombra de modo ocasional, y se la pone en paralelo con la ley, la cual no es ningún título de gloria. Ninguno de sus privilegios se hallan subrayados. Pablo afirma su razón de ser: asegurar la inserción del Salvador en la raza humana, al llegar la plenitud de los tiempos.
Los dos textos de Marcos sobra la Madre de Jesús (3,31-35;6,1-6) revisten el mismo carácter anónimo y ocasional. Tienen incluso un carácter marcadamente negativo. En uno Jesús atiende la intervención de su familia en su ministerio, y precisa que su verdadera familia son sus discípulos (Mc 3,31-35).
En el otro sus compatriotas rehúsan creer en Él, precisamente porque Jesús no es otro que “el hijo de María” (Mc 6,1-6) El conocimiento de Jesús según los sentidos les cierra el paso al conocimiento según el Espíritu.
Las profundizaciones marianas nos vienen de los otros tres evangelistas, Mateo y Lucas nos revelan el papel de María en el misterio de la Encarnación. Y Juan hacia el final del siglo abrirá nuevas perspectivas sobra la misión de la virgen en el misterio de la Redención. Esta primera explicitación parece relacionarse estrechamente con la presencia viva de María en la Iglesia primitiva. Parece que Lc recibe de ella lo que sabe sobre el Evangelio de la infancia: por dos veces se refiere a los recuerdos que María meditaba en su corazón (Lc 2,19 y 51). Por lo que a Juan se refiere el Señor le confió a su Madre cuando moría (19,27). Conoce por experiencia filial lo que a nosotros nos deja entrever del misterio de María.
Los textos que vamos a recorrer son breves, como breve sería su trascripción. Más si se presta atención a los lazos que los unen entre sí, lo mismo que a aquellos que los ligan al AT, su densidad se hace patente. No solamente se confirman, sino que a veces se multiplican los unos por los otros. Son respecto a aquellos anuncios misteriosos, cuales son particularmente los de Gn 3,15, Is 7,14; Miq 5,2.
Mt nos da la clave de la profecía de Isaías: “ He aquí que la virgen grávida (ha almah) da a luz un hijo y le llama Emmanuel”. Texto misterioso: la virgen de que se trata de un modo tan determinado no ha podido ser identificada con ningún personaje determinado. Detalle sintomático: ejerce un derecho que competía normalmente al padre, ella es quien recibe el encargo de dar nombre a su Hijo ¿Se puede deducir de esto que no es padre y que se trata de una virgen? El contexto no bastaría para establecer esta conclusión, pero lo sugiere, y tres siglos antes de Cristo, la versión de los 70, precisa: “He aquí que una virgen concebirá”. Mateo que se refiere a esta versión reconocía en María a la virgen misteriosa; y afirma con claridad el carácter virginal de su concepción, que tiene por principio al Espíritu Santo (Mt 1,21;Is 2,2) e insiste sobre el carácter mesiánico de esta maternidad.
Tres series de hechos manifiestan este ritmo: la cantidad de los escritos, su cualidad y la rapidez de los progresos realizados. Siguiendo estos criterios se pueden distinguir seis grandes etapas: Escritura; edad patrística hasta Éfeso; de Éfeso a la reforma gregoriana; desde finales del s. XI hasta el fin del Concilio de Trento; ss.XVII-XVIII; en fin, los siglos XIX y XX.
FASE PRELIMINAR: PRESENCIA Y SILENCIO
Todo el desarrollo que vamos a seguir arranca de una presencia silenciosa hacia un reconocimiento explícito de la función de esta presencia en el misterio cristiano. Además, antes de abordar la primera enseñanza mariológica de la Iglesia, conviene subrayar esta silencio inicial, esta fase durante la cual María vive en la Iglesia sin ser, de ninguna manera, objeto de predicación.
En su primer estadio, la catequesis cristiana no comienza con el relato de la anunciación. El testimonio de los apóstoles descansa exclusivamente sobre la vida pública de Jesús: desde el Bautismo por Juan hasta la Ascensión (Hch 1,22). Es Pedro quien fija estos límites ya antes de Pentecostés; a ellos permanecerá fiel durante toda su predicación; y de ella nos dan los Hch un resumen característico (10, 36-43), cuyos últimos desenvolvimientos toman cuerpo en el evangelio de Marcos. María no es nombrada ni siquiera en ésta última elaboración.
Así, durante un tiempo cuya duración precisa no conocemos, la Madre de Jesús, había llegado al cenit de su perfección, vive en la Iglesia, sin que se haga mención explícita de ella. Su plegaria y su intercesión existen, pero ocultas. María parece ignorar el alcance de su influencia, y se la desconoce también a su alrededor. Es un órgano vivo del cuerpo místico de Cristo, más no es objeto de enseñanza. Al igual que algunos sacramentos, María es una realidad en la vida de la Iglesia, antes de ser objeto del Dogma. Paulatinamente esta realidad, oscuramente experimentada, en la comunión de los santos, va a encontrar su fórmula explícita.
PRIMER PERÍODO: LA ESCRITURA (HACIA EL 50-90)
La primera explicación de la misión de María, está contenida en el NT, cuya redacción dura medio siglo. María ocupará en él un lugar materialmente poco importante, pero profundamente significativo. La Virgen aparece, en primer lugar, de modo totalmente episódico. El primer testimonio que hallamos, la epístola a los Gálatas, es característica a este respecto (Gál 4,4-5).
La Madre de Cristo es aquí “una mujer” anónima; se la nombra de modo ocasional, y se la pone en paralelo con la ley, la cual no es ningún título de gloria. Ninguno de sus privilegios se hallan subrayados. Pablo afirma su razón de ser: asegurar la inserción del Salvador en la raza humana, al llegar la plenitud de los tiempos.
Los dos textos de Marcos sobra la Madre de Jesús (3,31-35;6,1-6) revisten el mismo carácter anónimo y ocasional. Tienen incluso un carácter marcadamente negativo. En uno Jesús atiende la intervención de su familia en su ministerio, y precisa que su verdadera familia son sus discípulos (Mc 3,31-35).
En el otro sus compatriotas rehúsan creer en Él, precisamente porque Jesús no es otro que “el hijo de María” (Mc 6,1-6) El conocimiento de Jesús según los sentidos les cierra el paso al conocimiento según el Espíritu.
Las profundizaciones marianas nos vienen de los otros tres evangelistas, Mateo y Lucas nos revelan el papel de María en el misterio de la Encarnación. Y Juan hacia el final del siglo abrirá nuevas perspectivas sobra la misión de la virgen en el misterio de la Redención. Esta primera explicitación parece relacionarse estrechamente con la presencia viva de María en la Iglesia primitiva. Parece que Lc recibe de ella lo que sabe sobre el Evangelio de la infancia: por dos veces se refiere a los recuerdos que María meditaba en su corazón (Lc 2,19 y 51). Por lo que a Juan se refiere el Señor le confió a su Madre cuando moría (19,27). Conoce por experiencia filial lo que a nosotros nos deja entrever del misterio de María.
Los textos que vamos a recorrer son breves, como breve sería su trascripción. Más si se presta atención a los lazos que los unen entre sí, lo mismo que a aquellos que los ligan al AT, su densidad se hace patente. No solamente se confirman, sino que a veces se multiplican los unos por los otros. Son respecto a aquellos anuncios misteriosos, cuales son particularmente los de Gn 3,15, Is 7,14; Miq 5,2.
Mt nos da la clave de la profecía de Isaías: “ He aquí que la virgen grávida (ha almah) da a luz un hijo y le llama Emmanuel”. Texto misterioso: la virgen de que se trata de un modo tan determinado no ha podido ser identificada con ningún personaje determinado. Detalle sintomático: ejerce un derecho que competía normalmente al padre, ella es quien recibe el encargo de dar nombre a su Hijo ¿Se puede deducir de esto que no es padre y que se trata de una virgen? El contexto no bastaría para establecer esta conclusión, pero lo sugiere, y tres siglos antes de Cristo, la versión de los 70, precisa: “He aquí que una virgen concebirá”. Mateo que se refiere a esta versión reconocía en María a la virgen misteriosa; y afirma con claridad el carácter virginal de su concepción, que tiene por principio al Espíritu Santo (Mt 1,21;Is 2,2) e insiste sobre el carácter mesiánico de esta maternidad.
“Dios con nosotros”: Estas palabras, que sólo tenían en el contexto de Isaías un sentido bastante indeterminado y podían entenderse de una asistencia divina, comienzan a tomar aquí el sentido que la Iglesia reconocer hoy en ellas: la divinidad del Mesías. En este sentido pleno se opera la unión de dos grandes líneas de textos que cruzan todo el AT: la que ensalzaba al Mesías con atributos divinos, y la que describía el descenso de Dios (la palabra, la sabiduría) entre los hombres.
En Lc volvemos a encontrar todos estos elementos, pero en puntos más completados y desarrollados. Como (Mt 1,1-17), Lc nos notifica la inserción del Mesías en la raza humana al darnos su genealogía (Lc 3,23-38), pero amplía la perspectiva. Más allá de Abraham, se remonta por los patriarcas hasta a Adán y hasta Dios, su Creador. El misterio de la concepción virginal adquiere así valor universal y parece como una repetición de la creación original. Como Mt, Lc subraya la descendencia davídica del Mesías, pero le veremos acudir explícitamente al oráculo dirigido a David por Natán. Como Mt, afirma que Jesús ha sido concebido por el Espíritu Santo, sin que José halla tenido en ello parte alguna (I ,34-35), pero insinúa nuevos datos. En primer lugar, el voto de virginidad hecho por María antes de la Anunciación. Al ángel que le anuncia una maternidad dichosa, María responde “¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?” (Lc 1,34). Extraña respuesta de una prometida sobre todo en este tiempo en que los esponsales entrañaban ya todos los derechos del matrimonio. Para algunos autores María había decidido, en el sentido bíblico de la expresión, “ no conocer varón” (Gn 4,1-17 y 25; 15,5.8; 38,26,etc). Al final de un viaje fatigoso, después de inútiles tentativas en busca de alojamiento (Lc 1,7), en la falta de comodidad de un establo, María da a luz a su hijo y, sin embargo, ella misma cuida del recién nacido. Lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre (2,7). Lc confirma y precisa los dos hechos principales: la obra del Espíritu Santo y la divina mesianidad del Hijo de María.
Lc no solo desarrolla los datos de Mt, sino que aporta otros nuevos. Tales son la visitación, la circuncisión por la que el Salvador se somete a un rito sacrificial , y las dos visitas de Jesús al templo cuando la presentación y a la edad de doce años, en la subida anual a Jerusalén: se ve como Lc se interesa especialmente por poner de relieve los vínculos de Jesús con el Templo, el sacrificio y el sacerdocio.
Pero lo más original del tercer evangelio es que nos hace entrar en el interior de la VIDA de la Virgen. La sitúa al término de esta familia de pobres y humildes que son, según la Escritura, la porción elegida de Israel. María habla de su pobreza por la que el Señor la ha mirado (1,48); se presenta como el prototipo de estos pobres a los que el Señor llenó de bienes (1,52).Lc nos da también el secreto de las meditaciones de la Virgen (2,19 y 51) sus reacciones (1,29), sus diligencias (1,39;2,24.39.41.44) sus palabras: “he aquí la esclava del Señor” (1,44-47), revela por esto su actitud respecto a Dios: fe, humildad, obediencia, acción de gracias. Es necesario insistir sobre su fe, semejante a la nuestra por su condición oscura (2,50;1,29), pero tan viva en su interioridad (2,19.51), tan pura y espontánea en su expresión (1,38;2,47.55)
Esta fe aparece expresada claramente en (Lc 11,27-29). Por dos veces Lc atestigua que María es Bienaventurada (1,45) y eternamente bienaventurada(1,48) precisamente por su fe. Además presenta a María como la primera que escuchó la Palabra de Dios (1,29) y la guardó en su corazón (2,19.51).
La anunciación 1,26-38
Hecho sorprendente; este texto es un verdadero tejido de alusiones escriturarias. Así por ejemplo, las palabras del ángel concernientes a la concepción milagrosa (1,37) son la repetición literal de las palabras de Gn 18,14 a Sara refiriéndose igualmente a la concepción milagrosa. El examen del Magnificat nos da la clave para responder. Cada frase de este cántico es el eco de algún pasaje de la Biblia. Se ve en él a María tan penetrada de la Palabra de Dios, que incluso la usa literalmente. Tampoco nos extrañaremos que Dios les responda del mismo modo. A la Virgen, embebida en las Escrituras, el mensajero divino le habla el lenguaje de las Escrituras. Y para quien ignore este lenguaje el mensaje permanece hermético. Tratemos de descubrir las principales claves.
El Evangelio de la anunciación se compone de tres partes: en primer lugar, la irrupción de la buena nueva (1,28.29); después dos series de precisiones, una referente al origen humano del Mesías (30,33),otra, más velada, a su origen divino (34,36).
La anunciación 1,26-38
Hecho sorprendente; este texto es un verdadero tejido de alusiones escriturarias. Así por ejemplo, las palabras del ángel concernientes a la concepción milagrosa (1,37) son la repetición literal de las palabras de Gn 18,14 a Sara refiriéndose igualmente a la concepción milagrosa. El examen del Magnificat nos da la clave para responder. Cada frase de este cántico es el eco de algún pasaje de la Biblia. Se ve en él a María tan penetrada de la Palabra de Dios, que incluso la usa literalmente. Tampoco nos extrañaremos que Dios les responda del mismo modo. A la Virgen, embebida en las Escrituras, el mensajero divino le habla el lenguaje de las Escrituras. Y para quien ignore este lenguaje el mensaje permanece hermético. Tratemos de descubrir las principales claves.
El Evangelio de la anunciación se compone de tres partes: en primer lugar, la irrupción de la buena nueva (1,28.29); después dos series de precisiones, una referente al origen humano del Mesías (30,33),otra, más velada, a su origen divino (34,36).
La primera parte, el anuncio de la alegría mesiánica (expresada por el verbo jaire, que se debe traducir por alégrate) proviene de las fórmulas con las que muchos profetas (Zac 9,9;Joel 2,21.27) y en especial Sofonías 3,14.17, habían anunciado esta misma alegría y su razón profunda: Yahvéh presente “en medio” de Israel o (para traducir en su sentido etimológico la palabra beqirbek aquí empleada) en las entrañas de Israel. Pero este anuncio que los profetas habían hecho a la “Hija de Sión”, personificación simbólica de Israel, lo dirige el ángel a María personalmente. En ella, la hija de Sión deja de ser un símbolo para convertirse en una realidad personal, y la presencia de Yahvéh en el seno de Israel adquiere un sentido nuevo, el de la maternidad divina.
Sofonías 3,14-17-------- -------Lc 1,32-35
¡Alégrate! Jaire------------------- ¡Alégrate! Jaire
hija de Sión! ----------------------llena de gracia,
El rey de Israel, ------------------Yahveh El Señor
Está en medio de ti (biquirebek) --es contigo...
No temas, Sión... ------------------He aquí que
está en medio de ti (literalmente) --concebirás en tu seno
en tu seno (bequirbek)------------- y darás a luz un hijo
como poderoso Salvador. -----------y le darás por nombre Salvador,
Él reinará.
Se comprende que María se turbe ante tal anuncio. Y su emoción no proviene de la incomprensión o del temor pusilánime a los que a veces, se tiende a reducirla. Proviene del choque de uno de esos encuentros con Dios, de una de esas alegrías inmensas, que sacude a las más templadas naturalezas. María es el nuevo Israel, donde Dios viene a residir, y entrevé el modo de la realización de esta promesa: una maternidad que, cosa inaudita, parece tener por objeto a Yahveh mismo.El ángel determina la ascendencia humana del Mesías, empleando los términos de la profecía mesiánica fundamental: el oráculo de Natán a David.
2 Re 7,12-16 Lc 1,32-35.
La última parte de la perícopa (respuesta del ángel a María) precisa el origen divino del Mesías, como la segunda había precisado su origen humano.
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios”.
El alcance de este título Hijo de Dios resulta de la comparación con los otros pasajes, en los que le es conferido solemnemente a Jesús: las manifestaciones del Padre en el bautismo de Jesús (3,22) y en la transfiguración (9,55), la confesión de Cesarea (Mt 16,16), el testimonio definitivo que costará la vida de Jesús (Lc 16,61). En cuanto a la sombra que cubre a María, evoca con mucha precisión la sombra de la nube que cubría el arca de la Alianza (Ex 40,35) y que era el signo de la presencia divina. En la Transfiguración esta nube reposará encima de Jesús para atestiguar su divinidad, mientras que la voz del Padre lo declara Hijo de Dios. Lo mismo en la Anunciación, reposa sobra María para atestiguar la divinidad de su Hijo, que el ángel ha proclamado Hijo de Dios.
¡Alégrate! Jaire------------------- ¡Alégrate! Jaire
hija de Sión! ----------------------llena de gracia,
El rey de Israel, ------------------Yahveh El Señor
Está en medio de ti (biquirebek) --es contigo...
No temas, Sión... ------------------He aquí que
está en medio de ti (literalmente) --concebirás en tu seno
en tu seno (bequirbek)------------- y darás a luz un hijo
como poderoso Salvador. -----------y le darás por nombre Salvador,
Él reinará.
Se comprende que María se turbe ante tal anuncio. Y su emoción no proviene de la incomprensión o del temor pusilánime a los que a veces, se tiende a reducirla. Proviene del choque de uno de esos encuentros con Dios, de una de esas alegrías inmensas, que sacude a las más templadas naturalezas. María es el nuevo Israel, donde Dios viene a residir, y entrevé el modo de la realización de esta promesa: una maternidad que, cosa inaudita, parece tener por objeto a Yahveh mismo.El ángel determina la ascendencia humana del Mesías, empleando los términos de la profecía mesiánica fundamental: el oráculo de Natán a David.
2 Re 7,12-16 Lc 1,32-35.
La última parte de la perícopa (respuesta del ángel a María) precisa el origen divino del Mesías, como la segunda había precisado su origen humano.
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios”.
El alcance de este título Hijo de Dios resulta de la comparación con los otros pasajes, en los que le es conferido solemnemente a Jesús: las manifestaciones del Padre en el bautismo de Jesús (3,22) y en la transfiguración (9,55), la confesión de Cesarea (Mt 16,16), el testimonio definitivo que costará la vida de Jesús (Lc 16,61). En cuanto a la sombra que cubre a María, evoca con mucha precisión la sombra de la nube que cubría el arca de la Alianza (Ex 40,35) y que era el signo de la presencia divina. En la Transfiguración esta nube reposará encima de Jesús para atestiguar su divinidad, mientras que la voz del Padre lo declara Hijo de Dios. Lo mismo en la Anunciación, reposa sobra María para atestiguar la divinidad de su Hijo, que el ángel ha proclamado Hijo de Dios.
El fin del mensaje recobra así con nuevos términos uno de los rasgos más típicos del principio. El juego de los paralelismos en Sofonías designaba a María como la “Hija de Sión”, el resumen personal de Israel La evocación de la Shekinah la designa ahora como la nueva arca de la Alianza, en la que se realiza esta presencia. María es la Hija de Sión en el sentido de que ella es la parte más santa de Israel, el lugar consagrado en el que Dios viene a residir.Finalmente recojamos una última nota, la profecía de Simeón: “Una espada atravesará tu alma” (2,35). Esta espada que es, según el contexto, la repercusión en María de las contradicciones que sufrirá su Hijo, es el anuncio velado de la compasión dolorosa. Esta asociación de María a la pasión redentora es más manifiesta en el evangelio según san Juan. El interés que este concede a la madre de Jesús es; entre otros muchos uno de los rasgos característicos de la imagen de María.
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