viernes, 19 de octubre de 2018

HANS URS VON BALTHASAR: DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

Fijaos en lo que dice el juez injusto.A menudo, como ocurre en el evangelio de hoy, Jesús toma como punto de partida en sus parábolas las situaciones inmorales tal y como las que se dan en el mundo -aquí el juez injusto, en otros lugares el administrador astuto, el hijo pródigo, el rico necio, el rico epulón, los obreros de la viña-, lo que le permite, a partir de situaciones familiare para sus oyentes, elevarse hacia leyes eternas, hacia el reino de los cielos. El punto de comparación es aquí (como en la parábola del amigo inoportuno que llama a media noche) la insistencia de la súplica importuna, que no injusta. Si esto hacen los malos..., que no hará el Dios bueno? Jesús quiere hacérnoslo comprender claramente. Dios quiere hacerse rogar, incluso quiere dejarse importunar por el hombre. Si Dios da la libertad al hombre y hace incluso un pacto con él, no solamente respeta su libertad, sino que incluso se ha unido a su partener en la Alianza, sin perder por ello su libertad divina: dará siempre al que pide lo que sea mejor para él: "cosas buenas" (Mt 7,11), "el Espíritu Santo" (Lc 11,12). El que pide algo a Dios en el Espíritu de Cristo es infaliblemente escuchado (jn 14, 13-14). Y el Evangelio añade: sin tardar; Dios no escucha luego, más tarde, sino que escucha y corresponde enseguida, con lo que mejor corresponde a la demanda. Pero la oración de petión presupone la fe, y aquí el Evangelio termina con unas palabras que dan que pensar: "Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? Esta pregunta va dirigida a nosotros, que escuchamos aquí y ahora, y no a otros.

Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israél. La imagen de las manos levantadas de Moisés durante la batalla con Amalec es sumamente elocuente en la primera lectura. Mientras Josué ataca, Moisés reza y al mismo tiempo hace penitencia, pues es ciertamente pesado y doloroso tener durante tantas horas las manos levantadas hacia Dios. Así está hecha la cristiandad: unos combaten fuera mientras otros - en el convento o en la soledad de su cuarto- rezan por los que luchan. Pero la imagen va aún más lejos: como a Moisés le pesaban las manos, Aarón y Jur tuvieron que sostener sus brazos hasta la puesta del sol, hasta que Israél finalmente venció en la batalla. Las manos levantadas de los orantes y contemplativos en la Iglesia deben ser sostenidas al igual que las de Moisés, porque sin oración la Iglesia no puede vencer, no en los combates del siglo, sino en las luchas espirituales que se le exigen.Todos nosotros debemos orar y ayudar a los demás a perseverar en la oración, y a no poner su confianza en la actividad externa, si es que queremos que la Iglesia no sea derrotada en los duros combates de nuestro tiempo.

Proclama la palabra insiste a tiempo y a destiempo.La palabra de la que habla segunda lectura no es la palabra de la pura acción, de la batalla de Josué, sino de la palabra de la oración de petición, de las manos en alto de Moisés. Permanece en lo que has aprendido, es decir, en lo que conoces de la Sagrada Escritura, que en ningun sitio recomienda la pura ortopraxis. Sólo cuando el hombre de Dios, es instruido por la Escritura inspirada por Dios, está perfectamente equipado para toda obra buena, y la primera obra buena es la oración, que debe recomendarse a los cristianos con toda comprensión y pedagogía.

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