Un itinerario es un recorrido, una ruta, un camino, en el que están siempre presentes una serie de mojones, de realidades más marcadas, que son núcleos en torno a los cuales la vida cristiana se despliega. Teresa en el itinerario de su vocación, presenta tres núcleos centrales que todo lo concentran; los deseos, la búsqueda y el hallazgo. Cada uno de ellos puede reaparecer en el siguiente; en la búsqueda hay deseos, en el hallazgo siempre hay nuevas búsquedas, por lo cual es necesario comprender que están íntimamente vinculados y compenetrados.
Teresa de Lisieux es un universo, sus escritos presentan los temas medulares de la fe que son los lugares de su existencia. Estas líneas que compartimos, son una ventana que permite ver el alma colosal de una santa, acercarse por la ventana tiene sus dificultades, si tratamos de permanecer fuera, pero la casa que contemplamos no nos es totalmente desconocida. La mirada puede transportarnos al interior de la vida de Teresa, pero también puede conducirnos al interior de nuestra vida, ojalá que al acercarnos a la ventana para ver por ella a Teresa, nos animemos también a vivir como ella.
I- Los deseos
I- Los deseos
¿Por qué has puesto estos deseos en mi corazón?. Así, surge incesantemente la pregunta que Teresa de Lisueux dirige a Dios, al contarnos su vocación. Teresa quiere ser soldado, sacerdote, mártir y doctor, todas estas vocaciones la atrapan pues descubre en ellas, una entrega radical, un modo de cumplir en su propia vida la frase de su maestro, "habiéndolos amado hasta el extremo". Así como Jesús amó a sus discípulos, hasta el extremo, ella lo ama a Él y quiere servirlo sin reservas en la Iglesia. Vive nutriéndose de ese amor que va hasta los límites de la existencia, hasta ese espacio, en donde solamente se puede permanecer por amor.
Pero, ¿cómo realizar existencialmente, en ésta vida cotidiana, un ideal así? Quiere ser tantas cosas, y todas ellas aparecen como imposibles para la pequeñez de Teresa, si estos deseos son irrealizables, ella no comprende los movimientos de su alma, que anhela ardientemente entregarse por Cristo. No los comprende, porque sabe que tienen su origen en Dios y si Él, pide algo, ello se debe a que dará la gracia necesaria para llevarlo adelante.
"¡Jesús, Jesús! Si fuese a escribir todos mis deseos, tendrías que prestarme tu Libro de la Vida"
Ha sido invitada por Jesús a subir hacia las "cumbres del Amor" pero, Teresa se descubre pequeña para las grandes cumbres, ella es tan sólo un pajarito frágil, allí, solo llegan las águilas (los grandes santos y santas de la Iglesia), pero hay algo que Dios ha puesto en su pequeñez que la asemeja a las águilas; son los deseos de su corazón y la agudeza de su mirada.
Ha sido invitada por Jesús a subir hacia las "cumbres del Amor" pero, Teresa se descubre pequeña para las grandes cumbres, ella es tan sólo un pajarito frágil, allí, solo llegan las águilas (los grandes santos y santas de la Iglesia), pero hay algo que Dios ha puesto en su pequeñez que la asemeja a las águilas; son los deseos de su corazón y la agudeza de su mirada.
La agudeza de su mirada
Aunque se reconoce como un pajarito sencillo, desea volar hacia el astro adorable que la "atrae". Ciertamente que sus medios son pobres para lograr un fin tan alto, pero, desborda en un ingenioso amor que no se doblega ante los obstáculos, la mirada que por su propia limitación le hace percibir su objeto muy distante, se torna por el amor cada vez más aguda. Se ha posado sobre la faz de su amado que la atrae irresistiblemente invitándola a compartir con Él toda su existencia.
El deseo se nutre de la percepción de su amado, sosteniendo la búsqueda de caminos que hagan posible la entrega total y generosa de su alma que quiere volar hacia las "cumbres del amor". En algún instante las miradas se han encontrado, y ello le ha arrebatado su corazón, mientras que permanentemente se siente impulsada a "dejarlo todo para seguirle".
El discípulo Juan, conocido por todos, con aquel dulce calificativo, amado, ha destacado en sus escritos con mucho énfasis esta realidad, "nosotros hemos visto...", esta relación amorosa, permite reconocer a la persona amada a la distancia, la figura que se delinea sobre la orilla del mar de Tiberíades (Jn 21), es reconocida inmediatamente por Juan, que dice a Pedro "es el Señor".
"Yo sé, Señor, que tú no mandas nada imposible. Tú conoces mejor que yo mi debilidad y mi imperfección"(Manuscrito C) ¿Pero por qué estos deseos, Jesús, de comunicar los secretos de tu amor? (Fin del manuscrito B)
Detengámonos un poco en los deseos que aparecen en nuestro corazón. Ciertamente, no todos tienen su origen en Dios, nuestro corazón siente el peso del pecado y en muchas oportunidades sufre la debilidad de una naturaleza que sin la gracia sucumbe ante el menor de los temporales.
Aprender a escuchar la voz de Dios en los deseos del corazón, es una gracia que hay que pedir. Hay que reconocer el origen de los deseos que se manifiestan en nosotros y los movimientos que generan en nuestro espíritu.
Explican los maestros de la vida espiritual, como de dos modos tienta el enemigo tratando de evitar que se realice el plan de Dios en nosotros; el primero está caracterizado por una especie de presentación amplificada de los obstáculos. Ante una moción buena, comienzan los cuestionamientos que quieren evitarlo o reducir su intensidad. "Está bien sacrificarse, pero, creo que te has excedido un poco", "Tú ocúpate de los tuyos", según la propia Teresita la entrega puede ser vista como " una locura" etc…Intenta el mal espíritu, por medio de éstas mociones, presentar el camino lleno de dificultades, tratando que los deseos sólo queden en buenas intenciones. De allí el dicho popular, "empedrado está de buenas intenciones, el camino que lleva al infierno". En este enfrentamiento, el enemigo trata de desalentar al hombre para que retroceda o se detenga, es decir, para que no avance siguiendo las buenas mociones que Dios pone en su corazón.
En el segundo modo, obra de manera totalmente opuesta, ya que no lo puede detener, lo acelera. Deja de poner sospechas sobre la viabilidad de estas mociones y su origen, ellas vienen de Dios y son maravillosas, pero, en su realización siempre exigirán algo más.
Tal vez este ejemplo ayude, basta contemplar a esas personas que se integran a las parroquias y al poco tiempo; son catequistas, están en el grupo de liturgia, atienden el merendero, etc. Van aceptando un compromiso tras otro, todos para servir a Cristo y la Iglesia, pero, al poco tiempo ese creyente desaparece, el demonio ha puesto sobre sus hombros una carga tan pesada que no podía llevar. Lo ha acelerado. La paz que debe reinar en su corazón está ausente por esta vorágine de lo religioso, que lo hace añorar "las cebollas de Egipto".
Tal vez este ejemplo ayude, basta contemplar a esas personas que se integran a las parroquias y al poco tiempo; son catequistas, están en el grupo de liturgia, atienden el merendero, etc. Van aceptando un compromiso tras otro, todos para servir a Cristo y la Iglesia, pero, al poco tiempo ese creyente desaparece, el demonio ha puesto sobre sus hombros una carga tan pesada que no podía llevar. Lo ha acelerado. La paz que debe reinar en su corazón está ausente por esta vorágine de lo religioso, que lo hace añorar "las cebollas de Egipto".
Un nuevo asalto da cuando se intenta retomar la senda, al abandonar algunas tareas, se siente mejor, pero, la voz del enemigo le recrimina esos abandonos,... "no pudiste por Cristo llevar a delante esos propósitos".
Dios se sirve de nuestros errores para nuestro bien, ciertamente que no los quiere, pero los permite, y una vez experimentados nos instruye lentamente. Nos lleva al desierto (como lugar de la purificación) para hablarnos íntimamente.
Las mociones que Dios pone en nuestro corazón traen paz, confianza, alegría, nunca son portadoras de intranquilidad, tedio, desasosiego o tristeza, ellas fortalecen al creyente, para que siga esa voz de Dios que resuena en su interior. Lejos están estas mociones de producir un estado de evasión ( o la paz del inconsciente), ciertamente, que nos pone en el lugar del combate, pero, en nuestro corazón reina el consuelo del Señor.
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