viernes, 21 de junio de 2013

HANS URS VON BALTHASAR: XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


El Hijo del hombre tiene que padecer mucho. La escena del evangelio de hoy constituye un punto culminante en los sinópticos : es como la linea divisoria de las aguas en la vida de Jesús. Hasta ahora,conforme al encargo del Padre, Jesús ha actuado mesiánicamente; ha suscitado, sobre todo entre sus discípulos, un presentimiento sobre la esencia de su persona.Dada la importancia del cambio que se produce en esta escena, Lucas la sitúa en el contexto de una oración de Jesús a solas.Al plantear la cuestión de su identidad, Jesús aprovecha la ocasión para desvelar lo central de su misión.Las ideas de la gente al respecto son tan vagas e imperfectas que él no puede seguir callando; la afirmación de Pedro: tú eres el Mesías de Dios, es correcta, aunque la idea que Pedro tiene del Mesías es todavía enteramente veterotestamentaria y está determinada por la mentalidad de la época, según la cual el Mesías debe ser liberador de Israel. De ahí la prohibición terminante de difundir este título, y de ahí también, mucho más profundamente, la clara exposición de la verdadera misión del Mesías: ser desechado, morir y resucitar. Y para que todo esto no sea percibido como un acontecimiento incomprensible, en cierto modo mitológico, se saca enseguida la consecuencia para todo el que quiera ser un discípulo: que cargue con su cruz cada día y se venga conmigo; eso es seguir al Mesías. La fe exigida incluye la acción que implica: seguir a Jesús no por una especie de ganancia ventajosa, sino mediante la pérdida incondicional: El que pierda su vida por mi causa...



Harán llanto como llanto por el Hijo único. Ciertamente la primera lectura del profeta Zacarías, por su proximidad a la cruz de Cristo, seguirá estando siempre rodeada de misterio y nuanca podrá explicarse del todo. Quizá ni siquiera el porpio profeta sabe quién es este hijo único, por el que se entona un lamento tan grande como el luto de los sirios paganos de su dios Hadad-Rimón, que muere y resucita, del que se dice que los mismos que se lamentan lo han matado, traspasado.Además este gran llanto está sucitado por un espíritu de gracia y de clemencia que es derramado por Dios, y con motivo de tan gran lamentación se alumbrará en la ciudad santa un manantial contra los pecados e impurezas¿Tuvo realmente el profeta un presentimiento de que todo esto sucedería: el Hijo de Dios traspasado, el manantial, que en último término brota de él mismo y el espíritu de oración que por la muerte del traspasado se derrama sobre el pueblo?Resulta casi obligado suponer que aquí aparece un oscuro barrunto de lo que se dice claramente en el evangelio: el Mesías tendrá que padecer mucho y morir, y el espíritu de oración y puerificación hará posible una compasión interior.


Hijos de Dios en Cristo Jesús. La segunda lectura cierra el abismo que parece abrirse entre el destino del Mesías traspasado y el llamamiento a seguirle que se hace en el evangelio a hombres completamente normales. Si estos pierden su vida por mi causa, entran en la esfera del que padece originariamente y por sustitución vicaria, se convierten en Hijos de Dios en él, no en el sentido de los misterios paganos de Hadad-Rimón , sino en el sentido que Pablo desvela cuando muestra cómo el creyente por el Bautismo se reviste de Cristo. Se sobrentiende que nos se trata de algo externo como el vestido, que permanece fuera del cuerpo, sino de una realidad dentro de la cual el hombre se pierde. Por eso los cristianos no llevan cada uno su vestido personal, sino el vestido de Crsito, el Cristo vivo que acoge a todos en sí para que todos sean uno en él y puedan así participar interiormente de un único destino...

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