Barack Obama, el presidente norteamericano más pro-aborto de toda la historia, va a recibir el Doctorado Honorario en Leyes de la Universidad Católica más grande y emblemática de los Estados Unidos, Notre Dame. Obama tendrá a su cargo también el discurso de comienzo de curso: todo sucederá el Domingo 17 de Mayo. Hay unacampaña on-line para quejarse ante el presidente de esa otrora prestigiosa institución católica, que para más dolor y confusión, es un sacerdote, P. Jenkins; sí, el mismo que hace años justificó la presentación de los Monólogos “V” en las mismas instalaciones.
Incluso si se pretende argüír que otros presidentes, incluyendo a George W. Bush, con su propia carga de crímenes o excesos, han hablado en ese mismo foro, ello no aminora el escándola del contra la vida naciente de Obama. En fin, esta es una de esas ocasiones en que entiendo la ira santa de Luis Fernando Pérez. Uno sólo puede preguntarse: ¿es que el P. Jenkins no tiene un superior? ¿Él se manda solo? Su postura en esto y otras cosas va en choque frontal con las declaraciones de los mismos obispos de Estados Unidos. ¿Eso importa algo, o nada?
El acto ridículo que sucederá el 17 de Mayo no es lamentablemente un caso aislado. Mi propia teoría es que las autoridades en nuestra Iglesia deberían retirar sin más fórmula de juicio el adjetivo de “católicas” a la gran mayoría de las instituciones de educación superior, incluyendo varias en que yo mismo he estudiado. Que alguien me explique para qué sirve llamar católica a una universidad colombiana que hace años se ha especializado en demostrar que la resurrección de Cristo no importa y que si se descubrieran los huesos de Cristo, nada debería cambiar. Tampoco esa universidad es un caso aislado; es la norma, más bien, si uno mira el espectro de universidades católicas europeas, salvo algunas pontificias super-vigiladas en Roma.
Mejor dicho: ¿por qué creemos, por qué nos empeñamos en soñar, que sí hemos logrado lo que no hemos logrado? Y lo que no hemos logrado es crear una red real de centros vivos en los que el pensamiento crezca a la vez inspirado por la fe y confrontado por al realidad de la ciencia, el arte y la sociedad. De continuo caemos en extremos. La gran mayoría de las instituciones de educación superior simplemente han sido otras tantas “Notre Dame” y han doblado la rodilla delante de los poderes e ídolos de esta tierra. Otras pocas en cambio, se refugian en la piedad, sin entrar en confrontaciones con los temas más hondos de bioética, por ejemplo, y otras pocas, viven de los réditos de la filosofía clásica y tradicional, en versión fosilizada, y de nuevo incapaz de un diálogo real con los nuevos retos y problemas. Siempre queda un pequeño resto, por supuesto, pero qué pequeño.
¿Ideas? ¿Ejemplos a seguir o a evitar? ¿Testimonios en algún sentido? Quedan abiertos los comentarios.
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