domingo, 9 de febrero de 2014

DIÁC. JORGE NOVOA: EL APOCALÍPSIS Y SU BIENAVENTURANZA...


El libro del Apocalípsis a lo largo de la historia de la humanidad ha sido un libro muy comentado, ha contribuido a ello el carácter misterioso de su lenguaje, que suscita curiosidad. El hombre desea, como dice san Pablo a los Corintios en el himno a la caridad (I Cor 12-13), “conocer las cosas secretas con toda clase de conocimientos”.

La industria del cine, también se ha ocupado de ayudar a la distorsión cultural, que a la sola mención de su nombre, piensa en catástrofes, desastres y conmociones cósmicas. Reconocemos que el escenario presentado esta sembrado de visones complejas y escalofriantes, pero la acentuación unilateral de esta dirección, distorsiona la “verdad” que Dios quiere revelarnos en esta profecía.

Frente a ello, el libro se inicia proclamando una Bienaventuranza, destinada a los que leen y escuchan la profecía (1,3). Quienes son Bienaventurados? Los que “leen y escuchan” la Palabra de Dios, que viene a revelar al hombre, las cosas conocidas por Él. A esta apertura inicial, y a modo de inclusión, la complementa la bienaventuranza que cierra esta profecía (22,7), y que anuncia la necesidad de “guardar” esta palabra comunicada. Aparecen, expresadas las tres acciones que Dios reclama al hombre, en la bienaventuranza inicial y final (1,3; 22,7): leer, escuchar y guardar.

A estos dos anuncios de bienaventuranzas, que abren y cierran el libro del Apocalípsis debemos agregar otros cinco más, completando la cifra simbólica siete, que sabemos hace referencia en el libro: a plenitud, totalidad y cifra perfecta. Con ella, se manifiesta una dimensión de plenitud a la que se alude en el libro, queriendo expresarnos que ella en su totalidad es una “Bienaventuranza”.

Dios quiere consolar, guiar y fortalecer a su Pueblo que está padeciendo la persecución. El destinatario es la Iglesia, su Pueblo, presente en las “iglesias locales” a las que se dirige esta Palabra, y sometido a la persecución cruenta, que puede debilitar la fe y distorsionar la mirada creyente sobre la lectura de los signos de los tiempos.


Esta profecía tiene un contenido histórico, y otro escatológico. Dios responde concretamente, en esa encrucijada histórica, a esos cristianos perseguidos que viven en el Imperio Romano hacia fines del siglo I (90-96). San Ireneo escribe: "El libro de la Revelación apareció un poco antes de la persecución del emperador Domiciano” (81-96 d.C). Pero, también la Palabra de esta profecía, se eleva paradigmáticamente, y se convierte en clave de comprensión de la acción de Dios, en el la historia y en su consumación, y la confrontación (batalla) con las “fuerzas del mal” que resisten activamente.
El libro da inicio a “la acción”, los cristianos en medio de la persecución, pueden desorientarse pensando que los destinos de la humanidad están en manos del azar, o que vamos hacia una meta incierta, la Palabra de ésta profecía viene en auxilio de estas posibles desviaciones para animarnos a perseverar en la fe en medio de las persecuciones, con paciencia y fortaleza, orando insistentemente en el Espíritu: “Ven Señor Jesús” …

1 comentario:

Francesco dijo...

Gracias Jorge por tu Blog lo he agregado enlazado al nuestro por otro lado hay un libro de Scott Hann antes protestante ahora Católico sobre el libro del Apocalipsis muy bueno se llama: La Cena del Cordero. en la web se puede conseguir y leer un fragmento. Ramiro Pinzon del Seminario Villa Paul. Misioneros Vicentinos de Colombia.