Un Dios que se disfraza de guitarra o de amanecer,
que te quiere cuando haces las cosas bien,
y cuando te salen mal;
que pide prestada la voz de un amigo,
de una madre o de un hermano para hablarte,
que se alhoja en una enfermedad,
y allí te encuentra;
un Dios que cuando estás en la oscuridad más profunda,
tan solo un segundo le basta para elevarte a la cima más alta…
El mismo Dios que derrumba tus saberes y te habla en los sencillos.
El Dios que embriagó de amor a los santos,
el que conquistó el corazón de san Agustín,
y que está esperando conquistar el tuyo.
El que viene a rescatarte,
a devolverte la dignidad.
El que viene a llenar el vacío de tu almohada.
El único que puede hacerlo.
Dejate querer por Él,
vale la pena darle una oportunidad…
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