lunes, 1 de abril de 2013

MONSEÑOR ALBERTO SANGUINETTI: MENSAJE PASCUAL



MENSAJE DE PASCUA 2013
Escuchemos el llamado del Señor: vivamos en la verdad.
A todos mis hermanos: esperanza y paz en la Pascua de Resurrección.
           La celebración anual de la Pascua nos acerca la presencia de Jesucristo. Él nos amó hasta entregarse por nosotros y nos revela el amor del Padre. Su resurrección es el comienzo definitivo de la humanidad nueva, iluminada por la esperanza de la vida eterna.
1. El anuncio de Cristo resucitado: déjate iluminar por Él.
            Este Año de la Fe nos impulsa en primer lugar a escuchar el anuncio gozoso del Evangelio: ¡Cristo resucitó! ¡en verdad resucitó!
            Jesús, que ofrece el sacrificio de sí mismo y resucita glorioso, es el comienzo real de la novedad absoluta de la existencia humana: ha vencido el reino del pecado y sobreabunda la gracia y la misericordia; donde impera la muerte brilla la luz de la vida eterna.
            A cada uno de nosotros el Señor Jesús nos dice: ¡déjate iluminar por mí! ¡acércate para que te cure, te guíe, te eleve a la plenitud de la vida!
2. El lugar de Dios y la relación con él en la vida social.
            Para la inmensa mayoría de la humanidad su racionalidad incluye la trascendencia y lo eterno. El principio y fundamento del hombre y de la sociedad no es él mismo, sino Dios.
Aunque parezca chocar con la vulgata del pensamiento considerado políticamente correcto, afirmar la vida eterna¸ el juicio de Dios y el carácter trascendente de la libertad humana no es cosa menor: ilumina la conciencia, fundamenta la civilización, ordena toda la existencia humana.
A la común certeza de todos los hombres religiosos, la fe cristiana agrega la proclamación de la novedad de lo eterno introducido en la historia: la resurrección de Cristo.
3. La dictadura del relativismo: la libertad de la verdad.
El ‘laicismo militante’, con fervor de cruzada, ha luchado y lucha por imponer una cosmovisión en que se viva ‘como si Dios no existiera’. Pretende hacer irrelevante el hecho religioso, y, aunque sea una minoría relativa, trata de imponerse como pensamiento social global, queriendo relegar la afirmación de Dios al ámbito de lo privado o de lo intrascendente.
Ha contribuido así a la dictadura del relativismo. Este oscuro relativismo inficiona también la vida social, política y jurídica.
Ante él hay que proponer con autonomía la proclamación libre de que hay verdad.  Se ha de promover que, como sostiene la mayoría, – respetando a los demás – se viva ‘como que hay Dios’.
4. El apremio del aborto.
            Ese relativismo impositivo, con la pérdida de la luz de la verdad, como un mensaje de desesperanza, produjo la ley que no sólo ha despenalizado elaborto, sino que ha hecho de él un derecho. Ha pretendido convertir a la muerte provocada de una criatura de tres meses en una mera prestación sanitaria. De una concesión ha hecho una obligación para los que deben salvar vidas. Se cambian los términos y la razón, y así se llama salud a dar muerte.
¡Qué triste desconocer al niño en las entrañas! ¡Qué falso comunicarles a los jóvenes ese mensaje de desesperanza y de muerte! ¡Al aprobar un derecho a dar muerte, se destruyen los fundamentos de la vida personal y social!
En cambio Cristo resucitado, el mismo que se entregó en la cruz, nos proclama el valor infinito de cada ser humano y la dignidad de sufrir, de despojarse por él, para salvar la vida de todos, hasta del más débil, con una amor más grande que el arquetípico amor de madre (cf. Is.49,15).
5. La negación del matrimonio de varón y mujer.
            Es una  pérdida de la luz de la verdad, un mensaje de desesperanza, el proyecto de ley que destruye legalmente al matrimonio y por lo mismo a la familia, que es fundamento de la educación y de la vida social.
            Es bueno evitar las discriminaciones injustas y, por cierto, respetar a todas las personas. Ese respeto llega a los homosexuales, no como concesión, sino como a todos los demás.
            La dictadura del relativismo no encuentra otro camino para respetar a los homosexuales que negar la realidad diferente del matrimonio, constituido por varón y mujer, que a ojos vista, es otra cosa que una unión de seres humanos del mismo sexo. Para alcanzar su meta se suprimen los términos de marido y mujer, esposo y esposa, padre y madre, queriendo destruir por decreto una de las realidades más obvias, cuya aceptación diversa fundamenta la vida psíquica y moral.
¿Dónde queda el respeto por la realidad, por la diversidad de los que, siguiendo la naturaleza, se casan  como varón y mujer, quieren tener una unión estable, y formar una familia en la que procrear y educar a sus hijos? ¿Hay que hacer abstracción de esta realidad que es la mayoritaria y la que funda las familias, base de la sociedad? ¿Por qué no se reconoce el matrimonio – de varón y mujer – como lo que es: diferente, diverso, de una unión homosexual? ¿Por qué no se reconoce el deber de ayudar a que los niños que necesitan ser  adoptados a tener la figura paterna y materna?
En último término, ¿por qué no se ayuda a la mayoría para que pueda formar un mejor matrimonio, fundar una familia con mejores valores y más estable? ¿No es éste el fundamento de la educación por la que tanto se debe luchar?
Cristo resucitado ilumina la vocación al matrimonio, que viene de la creación de varón y mujer. Él rescata el valor de la fidelidad, la entrega, el gozo, la generosidad en la procreación y educación, la esperanza de eternidad para el amor conyugal y para los hijos.
6. La puerta de la esperanza.
En todas las épocas los hombres y las mujeres – a veces por caminos difíciles – han procurado seguir la voz de la conciencia, han distinguido entre el bien y el mal, se han esforzado por vivir la aventura humana más allá de los oscuridades propias y ajenas. Siempre hay lugar para la esperanza. Siempre cada uno, cada grupo, cada familia, cada pueblo, puede enderezarse, levantarse, luchar por una vida, una convivencia que esté fundada en ciertos valores que son permanentes, en realidades que son fundamentales.
La Pascua nos anuncia la esperanza. Nos abre una puerta para animarnos a buscar la verdad, abrirnos a Dios, liberarnos de lo que se impone como ‘obvio’, como ‘novedoso’, a fin de encontrar los caminos de superación, que también incluyen el reconocimiento del error, la entrega, la fidelidad, el sufrimiento y la conversión al esplendor de la verdad, tanto conocida, como vivida.
Para todos felices y santas Pascuas.
+ Alberto Sanguinetti Montero
      Obispo de Canelones

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