El Cura de Ars fue un excelente conocedor del alma humana, pues entró en tantísimas intimidades, escuchó tantos desahogos. Y afirmaba rotundamente que la alegría que muestran los 'mundanos' es falsa: "No he encontrado nadie que se queje tanto como esas pobres gentes mundanas. Tienen sobre las espaldas un abrigo cubierto de espinas: no pueden hacer un movimiento sin pincharse; mientras que los buenos cristianos tienen un abrigo forrado de piel". (P-XXXI)
"¿No es una verdadera locura poder gustar las alegrías del cielo, uniéndose a Dios por amor, y preferir el infierno? ¡No se puede entender esta locura, no se puede llorarla bastante!" Y repetía con palabras parecidas esta idea para gravarla en aquellas almas: "Hay que compadecerse de estas pobres gentes del mundo. Tienen sobre sus espaldas un abrigo forrado de espinas: no pueden hacer un movimiento sin pincharse; mientras que los buenos cristianos tienen un abrigo forrado de piel de conejo". (F-IX)
Le gustaba buscar parábolas o comparaciones cercanas a la vida de los que le escuchaban; por ejemplo, éstas: "Dios actúa en nuestras almas según el grado de nuestros deseos. Un vaso recibe agua de una fuente según su capacidad". (MJ 128)
"Los santos son como multitud de pequeños espejos en los que Jesucristo se contempla." (MJ 128).
· Quería que quienes le escuchaban se decidiesen a ser santos. Continuamente les animaba y les orientaba con imágenes sencillas: "Los santos tenían un buen corazón, un corazón líquido", en el sentido de que no eran duros, de piedra, insensibles; sino que, por el contrario, los santos se adaptan como el líquido a cada persona con la que están.
"Para ser santo hay que estar loco, haber perdido la cabeza.Por allí por donde pasan los santos, Dios pasa con ellos.A los amigos del buen Dios se les conoce a la legua".
El Cura de Ars sabía que la grandeza del cristiano está en la felicidad íntima del alma que elige el bien y trata con el buen Dios. Sin embargo, muchos buscaban lo espectacular del milagro para creer. En septiembre de 1843, Margarita Humbert, prima del Cura, le hizo una visita. En la conversación que mantuvieron, ella se quejaba de la falta de milagros. El Cura le respondió: "¡Dios es siempre todopoderoso; siempre puede hacer milagros; y los haría como en los antiguos tiempos, pero falta la fe!" (MTR-591)
· El Cura de Ars hizo algunos milagros bastante evidentes en vida. La fama se corrió por aquellos pueblos. Cuando algunos venían de otros lugares y le pedían hiciese un milagro, lo único que pedía era fe, como lo hizo Jesucristo en sus tres años de vida pública; pero la pedía con exigencia. Un día, una mujer de Montfreur fue a Ars a pedirle que hiciese un milagro, pues un pariente suyo había caído enfermo; el cura de Ars le dijo: "Bien. Haga usted una novena de oraciones, pero no sé si Dios la escuchará, pues en esa casa hay tanta fe como en un establo de caballos". Por desgracia, el Cura de Ars estaba en lo cierto. Cuando la mujer acabó la novena de oraciones por su difunto, éste murió.
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