martes, 10 de mayo de 2011

BENEDICTO XVI: CÓMO DEBEMOS ENTENDER LAS PALABRAS DIRIGIDAS A MARÍA AL PIE DE LA CRUZ?

 

--Santo Padre, la última pregunta es sobre María. A los pies de la cruz, hay un conmovedor diálogo entre Jesús, su madre y Juan, en el que Jesús dice a María: "He aquí a tu hijo" y a Juan : "He aquí a tu madre". En su último libro, "Jesús de Nazaret", lo define como "una disposición final de Jesús". ¿Cómo debemos entender estas palabras? ¿Qué significado tenían en aquel momento y que significado tienen hoy en día? Y ya que estamos hablando de confianza. ¿Piensa renovar una consagración a la Virgen en el inicio de este nuevo milenio? 

 

  --Benedicto XVI: Estas palabras de Jesús son ante todo un acto muy humano. Vemos a Jesús como un hombre verdadero que lleva a cabo un gesto de verdadero hombre: un acto de amor por su madre confiándola al joven Juan para que esté tranquila. En aquella época en Oriente una mujer sola se encontraba en una situación imposible. Confía su madre a este joven y a él le confía su madre. Jesús realmente actúa como un hombre con un sentimiento profundamente humano. Me parece muy hermoso, muy importante que antes de cualquier teología veamos aquí la verdadera humanidad, el verdadero humanismo de Jesús. Pero por supuesto este gesto tiene varias dimensiones, no atañe sólo a ese momento: concierne a toda la historia. En Juan, Jesús confía a todos nosotros, a toda la Iglesia, a todos los futuros discípulos a su madre y su madre a nosotros. Y esto se ha cumplido a lo largo de la historia: la humanidad y los cristianos han entendido cada vez más que la madre de Jesús es su madre. Y cada vez más personas se han confiado a su madre: basta pensar en los grandes santuarios, en esta devoción a María, donde cada vez más la gente siente: "Esta es la madre." E incluso algunos que casi tienen dificultad para llegar a Jesús en su grandeza de Hijo de Dios, se encomiendan a su madre sin dificultad. Algunos dicen: "Pero eso no tiene fundamento bíblico". Aquí me gustaría responder con San Gregorio Magno: "En la medida que se leen -dice--, crecen las palabras de la Escritura." Es decir, se desarrollan en la realidad, crecen , y cada vez más en la historia se difunde esta Palabra. Todos podemos estar agradecidos porque la Madre es una realidad, a todos nos han dado una madre. Y podemos dirigirnos con mucha confianza a esta madre, que para cada cristiano es su Madre. Por otro lado la madre es también expresión de la Iglesia. No podemos ser cristianos solos, con un cristianismo construido según mis ideas. La madre es imagen de la Iglesia, de la madre Iglesia y confiándonos a María, también tenemos que encomendarnos a la Iglesia, vivir la Iglesia, ser Iglesia con María.

Toco ahora al tema de la consagración: los papas --Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II-- hicieron un gran acto de consagración a la Virgen María y creo que , como gesto ante la humanidad, ante María misma, fue muy importante. Yo creo que ahora es importante interiorizar ese acto, dejar que nos penetre, para realizarlo en nosotros mismos. Por eso he visitado algunos de los grandes santuarios marianos del mundo: Lourdes, Fátima, Czestochowa, Altötting ..., siempre con el fin de hacer concreto, de interiorizar ese acto de consagración, para que sea realmente un acto nuestro. Creo que el acto grande, público, ya se ha hecho. Tal vez algún día habrá que repetirlo, pero por el momento me parece más importante vivirlo, realizarlo, entrar en esta consagración para hacerla verdaderamente nuestra. Por ejemplo, en Fátima, me di cuenta de cómo los miles de personas presentes eran conscientes de esa consagración, se habían encomendado, encarnándola en sí mismos, para sí mismos. Así esa consagración se hace realidad en la Iglesia viva y así crece también la Iglesia. La entrega a María, el que todos nos dejemos penetrar y formar por esa presencia, el entrar en comunión con María, nos hace Iglesia, nos hace, junto con María, realmente esposa de Cristo. De modo que, por ahora, no tengo intención de una nueva consagración pública, pero sí quisiera invitar a todos a unirse a esa consagración que ya está hecha, para que la vivamos verdaderamente día tras día y crezca así una Iglesia realmente mariana que es madre, esposa e hija de Jesús.

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