Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad...; el que reza nunca está totalmente solo.
De sus trece años de prisión, nueve de los cuales en aislamiento, el inolvidable Cardenal Nguyen Van Thuan nos ha dejado un precioso opúsculo: Oraciones de esperanza. Durante trece años en la cárcel, en una situación de desesperación aparentemente total, la escucha de Dios, el poder hablarle, fue para él una fuerza creciente de esperanza, que después de su liberación le permitió ser para los hombres de todo el mundo un testigo de la esperanza, esa gran esperanza que no se apaga ni siquiera en las noches de la soledad.
1 comentario:
“A lo largo de los caminos de la existencia diaria es donde podréis encontrar al Señor! ... Ésta es la dimensión fundamental del encuentro. No hay que tratar con algo, sino con Alguien, con “el que vive”.
(Juan Pablo II, Mensaje para la XII Jornada Mundial de la Juventud, 1997, n. 2).
En el pasaje del evangelio que narra la multiplicación de los panes y los peces, los apóstoles habrían querido elegir el camino más fácil: “Despide a la gente para que busquen alojamiento y comida...” Pero Jesús quiere actuar en el momento presente: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9, 13). En la cruz, cuando el ladrón le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”, Jesús le dijo: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 42-43). En la palabra “hoy” sentimos todo el perdón, todo el amor de Jesús.
Una vez, la Madre Teresa de Calcuta me escribió: “Lo importante no es el número de acciones que hagamos, sino la intensidad del amor que ponemos en cada acción”.
¿Cómo llegar a esta intensidad de amor en el momento presente? Pienso que debo vivir cada día, cada minuto, como el último de mi vida. Dejar todo lo que es accesorio, concentrarme sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada conversación telefónica, cada decisión es la cosa más bella de mi vida; reservo para todos mi amor, mi sonrisa; tengo miedo de perder un segundo viviendo sin sentido...
Escribí en el libro El camino de la esperanza: “Para ti el momento más bello es el momento presente (cf Mt 6, 34; St 4, 13-15). Vívelo en la plenitud del amor de Dios. Tu vida será maravillosamente bella si es como un cristal formado por millones de esos momentos. ¿Ves como es fácil?” (El camino de la esperanza, 997).
Cardenal Van Tauan
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