lunes, 30 de mayo de 2016

HANS URS VON BALTHASAR: LA VISITACIÓN


Bendito el fruto de tu vientre. 

En el evangelio de hoy se narra, como última preparación para la Navidad, la visita de María, que lleva y a su hijo en su vientre, a su prima Isabel. No es María la que ha revelado a Isabel que se encuentra encinta, sino que el Espíritu Santo, que es el que hace saltar de alegría al hijo que lleva en su seno. Un milagroso ensamblaje, operado por el propio Dios, entre la Antigua y la Nueva Alianza. Aunque después, en un principio, el Bautista no sabrá quién es el que viene detrás de él (Jn 1,33: yo no lo conocía), Juan es ya desde ahora santificado y elegido como precursor por el que está por delante de él. Por extensión podemos decir: visto desde el cumplimiento, desde Cristo, todo el Antiguo Testamento está destinado a ser precursor, de modo que solo adquiere su sentido pleno si se interpreta en función de Cristo. Un indicador solo tiene sentido si existe el lugar al que remite. Esto vale también porque los hombres en la antigua Alianza solo tenían una ligera idea de lo que esperaban como salvación en el futuro. Isabel, por el contrario, llena junto con su hijo del Espíritu Santo, sabe perfectamente en qué consiste esa salvación, y por eso puede saludar a la mujer que tienen ante sí como a la representante de la fe perfecta, en virtud de la cual Dios ha podido cumplir su promesa anunciada desde antiguo. En la Nueva alianza algunos hombres pueden tener una vocación tardía, reconocer sólo tardíamente una elección que se ha producido ya desde mucho tiempo antes, por lo que pueden haber sido elegidos y llamados desde el seno materno (Jr 1,5;Is 49,1;Ga 1,15).



Tú Belén de Efrata.

La sorprendente profecía de Miqueas en la primera lectura presagia, desde el punto de vista histórico-salvífico, mucho más de lo que el propio profeta podía sospechar. El profeta se remite, en tiempos de inclemencia (Samaría había sucumbido), a los orígenes de David, que había salido antiguamente de Belén de la estirpe de los efrateos. Y según la promesa será de Belén de donde saldrá el pastor de Israel que, cuando pase el tempo del destierro, instaurará un reino de paz que se extenderá hasta los confines de la tierra. Isaías había hablado de la virgen que dará a luz al “Dios con nosotros”; aquí la Madre del Mesías es designada simplemente como “la madre que dé a luz”. El profeta se remonta hasta David, pero el origen (desde lo antiguo , el tiempo inmemorial) de Jesús es la eternidad, y su definitivo reino de paz superará ampliamente la expectativa de Israel. Quizá el cumplimiento que tienen lugar en María y en su Hijo remite a la antigua Alianza para superarla con creces.



Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad

Ahora, en la segunda lectura, se desvelan el espíritu y la misión del Mesías que viene al mundo. Su tarea es pura obediencia, ya el inicio de su misión lo es. Esta obediencia no realizará actos litúrgicos externo; su propio cuerpo, creado por Dios para este fin, será objeto de la obediencia sacrificial. El antiguo sacrificio externo en la alianza del hombre con Dios es abolido para hacer del hombre mismo un sacrificio total. Y este sacrificio es válido “una vez para siempre”, consuma la alianza y nos santifica a todos. La Nueva Alianza remite una vez más a la Antigua, pero la referencia es puramente formal: se asume el concepto de sacrificio veterotestamentario, pero su sentido se transforma totalmente: se pasa de lo ineficaz a lo infinitamente eficaz.

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