Creed en la Buen Noticia. El Evangelio, la Buena Noticia que Jesús comienza a proclamar ya que es un mensaje para el mundo entero, para éste y para el del más allá, comienza con su ayuno de cuarenta días. Jesús no inicia su Cuaresma por propia iniciativa, como mero ejercicio ascético, sino que es empujado al desierto por el Espíritu de Dios. Como tampoco soportará el sufrimiento en la Cruz (al final de la Cuaresma eclesial) por ascetismo, sino por pura obediencia al Padre. La inmensa e ilimitada obra de Cristo supone tanto al principio como al final una tremenda renuncia. Durante más de un mes vive si probar bocado, se alimenta únicamente de la Palabra y de la voluntad del Padre: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra (Jn 4,34). Siguiendo el ejemplo de Jesús, todos los santos cuya predicación haya de ser fecunda tendrán que desprenderse de lo propio para anunciar eficazmente la proximidad del Reino de Dios. El Señor vive su tiempo de ayuno entre las alimañas y los ángeles, que le servían, entre el peligro corporal y la protección sobrenatural. Vive entre los dos extremos de la creación entera. Al desprenderse de todo lo que llena la vida cotidiana de los hombres, Jesús toma conciencia de las auténticas dimensiones del cosmos, que, como Redentor del mundo, debe rescatar de Dios. Después de esta preparación lejos del mundo –renuncia a todo, incluso a lo más necesario para vivir-, puede presentarse abiertamente ante los hombres y proclamar: Se ha cumplido el plazo.
jueves, 15 de febrero de 2018
HANS URS VON BALTHASAR: I DOMINGO DE CUARESMA (CICLO B)
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