Esto se refuerza con las investigaciones hechas por G. Messina, según las cuales la palabra 'mago' parece derivarse de la forma persa 'maga', don, que es la revelación del Sabio del Señor (Magda) anunciada primeramente a Zoroastro. Y de aquí también el llamarse 'magu' y 'mogu': participadores del don. Mago, pues, viene a ser discípulo de Zoroastro.
Aparte de una tribu de Media llamada así, los magos aparecen, en su primera época, como una casta sacerdotal de Media y Persia. Además se dedicaban al estudio de la sabiduría. Estrabón dice que ellos eran 'celosos observadores de la justicia y de la virtud'. Y Cicerón dice que son 'la clase de sabios y doctores en Persia'.
Fue Orígenes quien por ver primera propuso que fueran tres magos en razón de los tres dones ofrecidos al niño (cf. Mt 2,11). Antes del siglo VI ningún autor afirma expresamente que fueran reyes, salvo, quizá Tertuliano que sugirió que se trataba de 'casi reyes' ('fere reges': cf. Adv. Jud., 9 and Adv. Marc., III.13), y esto se hizo popular por interpretar así la referencia al Salmo 72,10 (los reyes de la tierra se postrarán y le ofrecerán sus dones) que parece estar implícita en el relato de San Mateo. El arte los presenta como reyes ya desde el siglo VIII, mientras que en las pinturas de las catacumbas de Santa Priscila, de comienzo del siglo II-IV, los representa solo como nobles persas.
El Nuevo Testamento calla sobre el número y su pretendida realeza. A partir del siglo VIII recibirán nombres, con algunas variaciones (los primeros fueron Bithisarea, Melchior y Gathaspa). Los hoy corrientes Gaspar, Melchor y Baltasar, se los da, en el siglo IX, el historiador Agnello, en su obra 'Pontificalis Ecclesiae Ravennatis'. Ya en la Edad Media fueron incluso venerados como santos. Y también la escena de los magos adorando al Niño Jesús se convirtió en tema favorito en el arte de los bajorrelieves, miniaturas y vitrales.
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