domingo, 28 de agosto de 2022
SAN AGUSTÍN: GRANDE ERES, SEÑOR!

Grande eres, Señor, y laudable sobremanera ; grande tu poder, y tu sabiduría no tiene número . ¿Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación, y precisamente el hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios? Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le excitas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.
sábado, 27 de agosto de 2022
CONFESIONES: SANTA MÓNICA

Porque, ¿de dónde sino de Vos le había de venir aquel sueño que tuvo, con el cual la consolasteis tanto que me permitió vivir31 en su compañía, comer a su mesa y habitar en su casa, lo que antes no había querido consentir por lo mucho que ella aborrecía y detestaba los errores y blasfemias de mi secta?
Un día, pues, estando dormida, soñó que estaba puesta de pie sobre una regla de madera, y que se le acercó un joven gallardo y resplandeciente con rostro alegre y risueño, estando ella muy afligida y traspasada de pena, el cual le preguntó la causa de su aflicción y tristeza, y de tantas lágrimas como derramaba todos los días, no para saberlo de su boca, sino para tomar de aquí ocasión de instruirla y enseñarla, como suele suceder en tales sueños. Ella le respondió que era mi perdición lo que la hacia llorar, y él le mandó entonces y le amonestó (para que viviese más segura en este punto) que reflexionase con atención y viese que donde ella estaba, allí mismo estaba yo también. Luego que oyó esto miró con atención y me vio estar junto a sí en la misma regla. ¿De dónde le vino este consuelo sino de aquella suma bondad con que atendíais a los gemidos de su corazón? ¡Oh!, ¡cuán bueno sois, Dios y Señor mío todopoderoso, que de tal suerte cuidáis de cada uno de nosotros, como si fuera el único de quien cuidáis, y de tal modo cuidáis de todos como de cada uno de por sí!
20. ¿De dónde sino de Vos le vino también aquella respuesta que me dio tan pronta y oportuna, cuando al referirme el sueño que - había tenido, y procurando yo interpretarle diciendo: Que antes bien el sueño significaba que ella podía vivir con esperanzas de ser algún día lo que yo era, respondió inmediatamente y sin detenerse en nada: No por cierto, no es así, porque a mí no se me dijo: donde él está, allí también estás tú, sino al contrario: donde tú estás, allí también está él..
Yo os confieso, Señor, que, según lo que me acuerdo y varias veces he contado, más me movió esta respuesta que Vos me disteis por boca de mi piadosa madre, que el sueño mismo que me refirió y con que tan anticipadamente anunciasteis la alegría y gozo que había de tener, aunque de allí a mucho tiempo, para darle desde entonces algún consuelo en la aflicción y solicitud que tenía por mí. Pues ella, bien lejos de turbarse con la falsedad de mi interpretación, aunque verosímil y aparente, se impuso al instante en la verdad, y vio prontamente cuanto había que ver acerca del suceso, y lo que yo verdaderamente no había advertido antes que ella lo dijera.
Aun después de todo esto estuve yo casi por espacio de nueve años revolcándome en lo profundo del cieno, y rodeado de tinieblas de error y falsedad. Y aunque muchas veces procuré levantarme y salir del abismo profundo, con el hincapié y conatos que hacía, me hundía más adentro; y entretanto aquella viuda casta, piadosa, templada, y tal cuales son las que Vos amáis, ya más alegre con la esperanza que le habíais dado, pero no por eso menos solícita en llorar y gemir, no cesaba de importunaros a todas horas con sus oraciones y lágrimas por mi conversión, y aunque eran bien admitidos en vuestra divina presencia sus fervorosos y continuos ruegos, no obstante Vos dejabais que me envolviese y revolviese todavía más en aquella espesa oscuridad de mis errores".
(CONFESIONES, libro 3 capítulo 11)
20. ¿De dónde sino de Vos le vino también aquella respuesta que me dio tan pronta y oportuna, cuando al referirme el sueño que - había tenido, y procurando yo interpretarle diciendo: Que antes bien el sueño significaba que ella podía vivir con esperanzas de ser algún día lo que yo era, respondió inmediatamente y sin detenerse en nada: No por cierto, no es así, porque a mí no se me dijo: donde él está, allí también estás tú, sino al contrario: donde tú estás, allí también está él..
Yo os confieso, Señor, que, según lo que me acuerdo y varias veces he contado, más me movió esta respuesta que Vos me disteis por boca de mi piadosa madre, que el sueño mismo que me refirió y con que tan anticipadamente anunciasteis la alegría y gozo que había de tener, aunque de allí a mucho tiempo, para darle desde entonces algún consuelo en la aflicción y solicitud que tenía por mí. Pues ella, bien lejos de turbarse con la falsedad de mi interpretación, aunque verosímil y aparente, se impuso al instante en la verdad, y vio prontamente cuanto había que ver acerca del suceso, y lo que yo verdaderamente no había advertido antes que ella lo dijera.
Aun después de todo esto estuve yo casi por espacio de nueve años revolcándome en lo profundo del cieno, y rodeado de tinieblas de error y falsedad. Y aunque muchas veces procuré levantarme y salir del abismo profundo, con el hincapié y conatos que hacía, me hundía más adentro; y entretanto aquella viuda casta, piadosa, templada, y tal cuales son las que Vos amáis, ya más alegre con la esperanza que le habíais dado, pero no por eso menos solícita en llorar y gemir, no cesaba de importunaros a todas horas con sus oraciones y lágrimas por mi conversión, y aunque eran bien admitidos en vuestra divina presencia sus fervorosos y continuos ruegos, no obstante Vos dejabais que me envolviese y revolviese todavía más en aquella espesa oscuridad de mis errores".
(CONFESIONES, libro 3 capítulo 11)
CARD. GIACOMO BIFFI: SAN AGUSTÍN UN MAESTRO PARA ESCUCHAR

Es una circunstancia providencial, que no queremos dejar pasar. Agustín -con sus escritos admirables, con su figura de Pastor ejemplar y, ante todo, con su inquieta actitud de búsqueda de Dios- sigue siendo para todos un maestro que siempre vale la pena escuchar.
"Fuimos bautizados, y se disipó en nosotros la inquietud de la vida pasada" (Confesiones 9, 6, 4).
Con estas palabras simples y breves, Agustín evoca la conclusión de una larga y enmarañada aventura interior. El renacimiento "del agua y del Espíritu" tiene lugar durante la Vigilia pascual, la noche entre el 24 y el 25 de abril del año 387, en el baptisterio octagonal que Ambrosio, el gran obispo de Milán, recientemente había terminado de erigir. Finalmente había llegado "a casa", porque había llegado al conocimiento vivo del Señor Jesús y a la comunión con Él; lo cual, aún en los años más turbios y confusos, había sido el anhelo casi inconsciente de todo su ser.
En su larga dispersión, en medio de la diversidad de las opiniones, y en la maraña de los vicios, había mantenido una especie de inconsciente atracción hacia la persona de Cristo. "Aquel nombre de mi Salvador, de tu Hijo, mi corazón aún tierno lo había absorbido en la leche misma de mi madre, y lo conservaba en lo profundo. Así que cualquier obra en la que Él faltase, así fuese docta y limpia y verdadera, no podía conquistarme totalmente" (Confesiones 3,4,8)
Uno de los momentos decisivos de su conversión se produce cuando se da cuenta de que Cristo no es un personaje literario o una idea filosófica, sino que es el Señor vivo que palpita, respira, enseña y ama en la liturgia y en la vida de la Iglesia, su Esposa y su Cuerpo. Por lo tanto, no es con la investigación erudita y solitaria del intelectual como se puede llegar a Él, sino con la cordial participación en el misterio eclesial, que no es otro que el misterio del Hijo de Dios crucificado y resucitado que se entrega a los suyos. En tal comunión de vida, el individuo se trasciende a sí mismo y verdaderamente realiza de manera integral su naturaleza humana como ha sido querida y pensada por el Padre desde toda la eternidad: "Nos hemos transformado en Cristo. En efecto, si Él es la cabeza y nosotros los miembros, el hombre total es Él y nosotros" (Tract. In Ioan. 21, 8), dice audazmente Agustín.
Esta activa pertenencia eclesial, sean cuales fueren las virtudes y la santidad de los hombres de Iglesia, funda la certeza salvífica de los creyentes. "Lo he dicho frecuentemente y lo repito insistentemente - dice el obispo de Hipona a los fieles "cualquier cosa que seamos nosotros, vosotros estáis seguros, tenéis a Dios por Padre y a la Iglesia por madre" (Contra litt. Pet. 3, 9, 10). Los escolásticos le darán un nombre tosco ("ex opere operato"), pero en verdad, no hay nada más misericordioso de parte de Dios, ni más consolador para nosotros que esta certeza: la certeza de que en la Iglesia que enseña, que actúa, que celebra está siempre operante la inmanencia salvífica de Cristo. Quizá fue ésta justamente el provecho más fuerte de su estancia en Milán. Ambrosio no fue para Agustín un interlocutor disponible para coloquios personales, pacientes y clarificadores; tanto menos se prestó a hacerle de director espiritual. Sin embargo su aporte a la conversión del maestro africano fue decisivo, justamente porque aquel obispo era un "liturgo" excepcional, que con su presidencia homilética y ritual, sabía verdaderamente comunicar el sentido de la presencia activa del Salvador en todos los actos religiosos comunitarios. Posidio, el biógrafo del obispo de Hipona, recapitula todo con una frase lacónica y convincente: "de Ambrosio recibió la enseñanza salvífica de la Iglesia Católica y los sacramentos divinos" (Vita Agustini 1, 6).
De Ambrosio, Agustín había aprendido que "hablamos con Cristo cuando oramos y lo escuchamos cuando se lee la Palabra de Dios" (cf. De oficiis 1, 20, 88) De Ambrosio había aprendido a traspasar las "imágenes" (aquello que los ojos ven) para llegar a captar la "verdad" (el Cristo que bajo las imágenes está siempre actuante).
"Oh Señor Jesús - había exclamado el obispo de Milán el día de Pascua del año 381 - en nuestra sede has hoy bautizado mil. Y cuántos has bautizado en la Urbe de Roma, cuántos en Alejandría, en Antioquía, en Constantinopla... Pero no han sido Dámaso ni Pedro ni Ambrosio ni Gregorio quienes han bautizado: nosotros te prestamos nuestros servicios, pero tuyas son las acciones sacramentales" (Cf. De Spiritu Sancto I, 17.18: "nostra enim sercitia sed tua sunt sacramenta"). Nosotros podemos celebrar en los ritos el misterio de Cristo, porque es Cristo quien antes celebra en los ritos, el misterio de la salvación del mundo; y en esta celebración, que es Suya, nos compromete y nos renueva.
Jesús es un hombre de palabra. Cada día, mas allá de toda espera, su última promesa se realiza realmente: "He aquí que estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del tiempo" (Mt. 28, 20). Es una frase de una sencillez absoluta, pero bajo cierto punto de vista es el centro y el sentido de todo el evento cristiano. Al tomarla en serio, todo cambia: nuestro modo de pensar, de celebrar, de vivir, se hace diferente. No es una expresión retórica, como cuando se dice que los héroes de la patria, los gigantes de la cultura y de la ciencia, los grandes filántropos, viven eternamente en medio de su pueblo; que en el fondo es una manera gentil de decir que están muertos. Jesús está realmente con nosotros: aquí está la fuente de nuestra inalterable serenidad en medio de las oposiciones y los conflictos, de aquí mana la energía de nuestro dinamismo apostólico.
Es justamente esta actualidad del único Sacerdote de la Nueva Alianza la que congrega a la Iglesia y garantiza su fidelidad. Él la atrae y la enamora, de manera que ninguna estrella mundana alcanza a apresarla y ningún sortilegio de encantadoras ideologías logra seducirla. Como dice Ambrosio: "No valen de nada los encantadores donde el cántico de Cristo se canta cada día; ella tiene ya su encantador, el Señor Jesús..." (Hexamerón IV, 33). Una Iglesia que se absorbiera de tal manera en el trabajo -sin duda meritorio- a favor de los seres humanos, que no elevara más el himno cotidiano de alabanza a su Señor, se parecería más a la Cruz Roja Internacional que a la Nueva Eva, la Esposa fiel del Nuevo Adán y la Madre de los nuevos vivientes; y terminaría por dedicar sus canciones a los aventureros de turno. Pues necesitaría cantar para alguien.
Jesús está siempre con nosotros, pero no ha sido dicho que nosotros estemos siempre con Él. Nos es garantizada la fidelidad de Cristo: nuestra fidelidad sin embargo se comprueba y consolida en los hechos, cada día. Pero esto es otro discurso.
SAN AGUSTÍN: PEDID Y SE OS DARÁ...

Hemos oído la exhortación de nuestro Señor, maestro celeste y fidelísimo consejero, que nos exhorta a que le pidamos y nos da cuando le pedimos. Le hemos escuchado en el evangelio, donde nos exhortaba a pedir con insistencia y a llamar hasta parecer impertinentes. En esa dirección nos puso un ejemplo. «Si uno de vosotros tuviese un amigo a quien pidiese tres panes por habérsele presentado en casa otro amigo que viene de viaje, y hallarse sin nada que ofrecerle, si aquél le respondiera que ya está descansando y con él sus criados y que por tanto, no ha de molestarle; si, con todo, él insiste y persevera llamando, sin acobardarse por la indelicadeza, al contrario, forzado por la necesidad, el otro se levantará, sino por la amistad, al menos por su tozudez y le dará cuantos panes quisiere» ¿Cuántos quiso? Solamente tres. El Señor añadió una exhortación a la parábola; en ella nos estimuló ardientemente a pedir, buscar y llamar hasta conseguir lo que pedimos, lo que buscamos y aquello por lo que llamamos, sirviéndose de un ejemplo, por contraste: El del juez que, a pesar de no temer a Dios ni sentir respeto alguno por los hombres, ante la insistencia cotidiana de cierta viuda, vencido por el cansancio, le dio refunfuñando lo que no supo otorgar como favor.
Nuestro Señor Jesucristo, que con nosotros pide y con el Padre da, no nos exhortaría tan insistentemente a pedir si no quisiera dar. Avergüéncese la desidia humana: está más dispuesto él a dar que nosotros a recibir; más ganas tiene él de hacernos misericordia que nosotros de vernos libres de nuestras miserias. Y quede bien claro: si nos exhorta, lo hace para nuestro bien.
JOHN H. NEWMAN: SAN AGUSTÍN , UNA CONQUISTA SEÑALADA DE LA GRACIA

Permitidme hablaros de otra señalada conquista de la gracia divina en edad tardía, y apreciaréis cómo hace Dios un confesor, un santo y doctor de su Iglesia a partir del pecado y la herejía juntos. No bastaba que el padre de las escuelas cristianas de Occidente, autor de mil obras y campeón de la gracia fuera un pobre esclavo de la carne, sino que era también víctima de un intelecto equivocado. El mismo que por encima de otros iba a exaltar la gracia de Dios experimentó como pocos la impotencia de la naturaleza. Agustín, que no tomaba en serio su alma ni se preguntaba cómo podría limpiase el pecado, se aplicó a disfrutar de la carne y el mundo mientras le duraba su juventud y la fuerza, aprendió a juzgar sobre todo lo verdadero y lo falso mediante su capricho personal y su fantasía, despreció a la Iglesia Católica, que hablaba demasiado de fe y sumisión, hizo de su propia razón la medida de todas las cosas, y se adhirió a una secta pretendidamente filosófica e ilustrada, ocupada en corregir las vulgares nociones católicas sobre Dios, Cristo, el pecado, y el camino de la salvación. En esta secta permaneció varios años, pero lo que pretendió no le satisfizo. Le agradó por un tiempo, hasta que descubrió entonces que no había encontrado la verdad y se preguntaba dónde hallaría y quién le llevaría hasta ella.
¿Por qué no entró enseguida en la Iglesia Católica?. Porque aunque no veía la verdad en ningún otro sitio, aún no estaba seguro de que se encontraba allí. Imaginaba algo como estrechez e irracionalidad en la doctrina católica, sencillamente porque no poseía el don de la fe. Un gran conflicto se inició en su interior: el conflicto de la naturaleza con la gracia, de la naturaleza -la carne y la falsa razón- contra la conciencia y la voz del espíritu divino, que le invitaban a cosas mejores. A pesar de hallarse todavía en pecado, Dios le visitaba y concedía los frutos de influencias saludables que a la larga iban a salvarle. Pasó el tiempo; y mirándole como su ángel guardián podía hacerlo, se diría que a pesar de mucha resistencia a la gracia y encontrarse todavía alejado de Dios, el favor divino se abría paso en su alma, y él se aproximaba a la Iglesia. No lo sabía, no era capaz de examinarse a sí mismo, pero un intenso interés hacia él y una alegría particular crecía entre los habitantes del cielo. Finalmente entró en contacto con un gran santo, y aunque al principio pretendía no reconocerle como tal, su atención se detuvo en él, y no pudo evitar de aproximársele más y más. Comenzó a observarle, a pensar en él, a preguntarse si aquel hombre virtuoso era feliz. Aparecía con frecuencia en la Iglesia para oírle predicar, y un día se animó a pedirle consejo sobre el camino que buscaba. Se le planteó entonces un conflicto final con la carne.
Era duro, muy duro, abandonar por siempre satisfacciones de años. ¿Cómo podría arrancarse del atractivo pecado y andar el camino severo que lleva al cielo?. Pero la gracia de Dios le atrajo con mayor fuerza, y le convenció a la vez que le vencía. Convenció a su razón y prevaleció sobre él. Y el que sin ella habría vivido y muerto como hijo de las tinieblas, llegó a ser bajo su poder admirable un ejemplo vivo de santidad y verdad.
¿Verdad que este hombre se encontraba mejor equipado que cualquier otro para persuadir a sus hermanos, como él mismo había sido persuadido, y predicar la doctrina que antes había despreciado?
No es que el pecado sea mejor que la obediencia, o el pecador sea mejor que el justo. Pero Dios, en su misericordia, usa el pecado contra el pecado mismo, convierte las faltas pasadas en un beneficio presente; mientras borra el pecado y debilita su poder, lo deja en el penitente de modo que éste, conocedor de sus artimañas, sepa atacarlo con eficacia cuando lo descubre en otros hombres; mientras Dios con su gracia limpia el alma como si nunca se hubiera manchado, le concede con ternura y compasión hacia los demás pecadores y una experiencia sobre cómo ayudarlos, mayores que si nunca hubiera pecado; finalmente, en esos casos extraordinarios a los que me he referido, nos presenta, para nuestra instrucción y consuelo, lo que puede obrar a favor del hombre más culpable que acuda sinceramente a El en busca de perdón y remedio. La magnanimidad y el poder de la gracia no conocen límite. El hecho de sentir dolor por nuestros pecados y suplicar el perdón de Dios es como una señal presente en nuestros corazones de que Él nos concederá los dones que le pedimos. En su poder está hacer lo que desea en el espíritu del hombre, porque es infinitamente más poderoso que el malvado espíritu al que se ha vendido el pecador, y puede expulsarle del alma.
(Tomado de Discursos sobre la fe; Ediciones Rialp, S.A, pág.80-83)
domingo, 21 de agosto de 2022
DIÁC. JORGE NOVOA: TÚ HAS DECLARADO A MARÍA REINA DE TU FAMILIA?

En ella meditamos sobre la coronación de nuestra Madre por las personas divinas. La Iglesia nos invita a meditar sobre este misterio, María luego de su peregrinación, fue llevada al cielo en cuerpo y alma, y coronada como Reina y Señora de todo lo creado. Su realeza es el corolario de su misión. ¿Y qué otra cosa significa el continuo recurso a María sino un buscar entre sus brazos, en Ella, por Ella y con Ella, a Cristo nuestro Salvador, a quien los hombres en los desalientos y peligros de aquí abajo tienen el deber y experimentan sin cesar la necesidad de dirigirse como a puerto de salvación y fuente trascendente de vida?
“Porque María es siempre camino que conduce a Cristo. Todo encuentro con Ella no puede menos de terminar en un encuentro con Cristo mismo”.
María es la Reina, signo que contempla Juan en el cielo, y que aparece narrado en el libro del Apocalipsis, la Mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies y coronada de doce estrellas ( Ap.12). Esta mirada de la fe que nos propone la santa Iglesia Católica, abre para ti como miembro de su pueblo, un interrogante que debes responder: La personas divinas han coronado a María como reina: ¿tú lo has hecho?¿ Has coronado como reina a la Madre de Cristo?
Esta ea la oración que dirigía Pio XII en 1954 :

"Desde lo hondo de esta tierra de lágrimas, en que la humanidad dolorida se arrastra trabajosamente… en medio de las olas de este nuestro mar perennemente agitado por los vientos de las pasiones… elevamos los ojos a ti, oh María amadísima, para reanimarnos contemplando tu gloria y para saludarte como Reina y Señora de los cielos y de la tierra, como reina y Señora nuestra.
Con legítimo orgullo de hijos queremos exaltar tu realeza y reconocerla como debida por la excelencia suma de todo tu ser, dulcísima y verdadera Madre de Aquel, que es Rey por derecho propio, por herencia y por conquista.
Reina, Madre y Señora, señalándonos el camino de la santidad, dirigiéndonos, a fin de que nunca nos apartemos de él. Lo mismo que ejerces en lo alto del Cielo tu primacía sobre las milicias angélicas, que te aclaman como soberana suya, sobre las legiones de los Santos, que se deleitan con la contemplación de tu fúlgida belleza… así también reina sobre todo el género humano, particularmente abriendo las sendas de la fe a cuantos todavía no conocen a tu hijo divino.
Reina sobre la Iglesia, que profesa y celebra tu suave dominio y acude a ti como a remedio seguro en medio de las adversidades de nuestro tiempo. Mas reina especialmente sobre aquella parte de la Iglesia que está perseguida y oprimida, dándole fortaleza para soportar las contrariedades, constancia para no ceder a injustas presiones…luz para no caer en las asechanzas del enemigo… firmeza para resistir a los ataques manifiestos y en todo momento fidelidad inquebrantable a tu Reino.
Reina sobre las inteligencias, a fin de que busquen solamente la verdad… sobre las voluntades, a fin de que persigan solamente el bien… sobre los corazones a fin de que amen únicamente lo que tu misma amas .
Reina sobre los individuos y sobre las familias, al igual que sobre las sociedades y naciones… sobre las asambleas de los poderosos, sobre los consejos de los sabios, lo mismo que sobre las sencillas aspiraciones de los humildes.
Reina en las calles y en las plazas, en las ciudades y en las aldeas, en los valles y en las montañas, en el aire, en la tierra y en el mar… y recibe la piadosa plegaria de cuantos saben que tu reino es reino de misericordia, donde toda súplica encuentra acogida, todo dolor consuelo, toda desgracia alivio, toda enfermedad salud, y donde, como a una simple señal de tus suavísimas manos, de la muerte misma brota alegre vida.
Alcánzanos que quienes ahora te aclamamos en todas partes del mundo y te reconocen como Reina y Señora, para que podamos un día en el cielo gozar de la plenitud de tu Hijo divino, el cual con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos . Amén".
lunes, 15 de agosto de 2022
ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA (15 DE AGOSTO)

- aparece como "el fruto más excelso de la redención", testimonio supremo de la amplitud y la eficacia de la obra salvífica de Cristo (significado soteriológico);
- constituye la prenda de la participación futura de todos los miembros del Cuerpo místico en la gloria pascual del Resucitado (aspecto cristológico);
- es para todos los hombres "la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Cristo ha hecho hermanos, teniendo "en común con ellos la carne y la sangre" (Heb 2, 14; cfr. Gal 4, 4)" (aspecto antropológico);
- es la imagen escatológica de lo que la Iglesia "toda, desea y espera llegar a ser" (aspecto eclesiológico);
- es la garantía de la fidelidad del Señor a su promesa: reserva una recompensa espléndida a su humilde Sierva por su adhesión fiel al plan divino, esto es, un destino de plenitud y bienaventuranza, de glorificación del alma inmaculada y del cuerpo virginal, de perfecta configuración con el Hijo resucitado (aspecto mariológico).
La fiesta del 15 de agosto es muy apreciada en la piedad popular. En muchos lugares se considera que es la fiesta de la Virgen, por antonomasia: el "día de Santa María", como lo es la Inmaculada para España y para América Latina.
En los países del área germánica se ha difundido la costumbre de bendecir plantas aromáticas el 15 de Agosto. Esta bendición, que durante algún tiempo figuró en el Rituale Romanum, constituye un claro ejemplo de auténtica evangelización de ritos y creencias pre-cristianas: a Dios, por cuya palabra "la tierra produce sus brotes, hierbas que producen semillas...y árboles que dan cada uno fruto con semillas, según sus especies" (Gn 1,12), es a quien hacía falta dirigirse para obtener lo que los paganos trataban de conseguir mediante sus ritos mágicos: evitar los daños que producían las hierbas venenosas, aumentar la eficacia de las curativas.
De esta visión viene, en parte, el uso antiguo de aplicar a la Virgen Santísima, haciendo referencia a la Escritura, símbolos y apelativos tomados del mundo vegetal, como viña, espiga, cedro, lirio, y ver en ella una flor de suave olor por sus virtudes, e incluso describirla como el "retoño germinado de la raíz de Jesé" (Is 11,1) que engendraría el fruto bendito, Jesús.
MONSEÑOR JAIME FUENTES: LA MADRE QUE TENEMOS EN EL CIELO
LA MADRE QUE TENEMOS EN EL CIELO
En el centro del mes de agosto, la contemplación de la Virgen Santísima nos llena de alegría y da calor al alma: ¿qué es si no, la certeza de saber que vive en cuerpo y alma en el Cielo, y que cuida de cada uno de sus hijos con inmenso amor?
¿Cuál habrá sido, entonces, la causa de la muerte de María? El mismo Papa enseñaba que, más allá del hecho en sí, el tránsito desde esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en ese caso la muerte pudo concebirse como una “dormición”
Nos llena de consuelo saber que la Madre que tenemos en el cielo nos cuida ahora y, en la hora de nuestra muerte, estará dándonos paz y nos acompañará a la presencia de Dios.
Es importante conocerla, tratar de imitar sus virtudes, introducirnos en el “secreto” de su vida santa. Las únicas palabras que conserva el Evangelio, en las cuales María se dirige a los hombres, son las que les dijo a los que servían el banquete de casamiento en Caná. Frente a la aparente negativa de Jesús a su petición –no tienen vino, expuso Ella; todavía no ha llegado mi hora, respondió su Hijo- la Virgen les pide y nos pide: hagan lo que Él les diga. Este es el “secreto”: cumplir, llevar a cabo la voluntad de Jesús.
Nos falta fe y confianza en Dios. Cuando hablamos de su Voluntad, no es raro que la interpretemos en términos de desagrado, o de desgracia… No es así. Lo que dijo Jesús a los servidores fue, sencillamente: llenen de agua las tinajas. Y comenta san Juan que las llenaron hasta arriba, es decir, que cumplieron perfectamente lo que Dios quería. El resultado inmediato fue fantástico: centenares de litros de un vino extraordinario.
Nada fuera de lo común hubo en la vida de la Virgen. Los verbos que conjugó fueron todos domésticos: cocinar, lavar, limpiar, coser, cuidar a Jesús, atender a José, hacer favores, estar pendiente de sus amigas… Fue todo agua corriente, por así decir, que se transformó en vino de santidad por el amor con que lo hacía.
Nosotros, minuanos, tenemos en el Verdún a la Madre Inmaculada, venerada por los uruguayos. En la fiesta grande de su Asunción en cuerpo y alma al cielo, quisiera animarlos a alimentar el deseo de que no nos gane nadie en el amor a la Virgen. Ella tiene derecho a esperarlo de nosotros; y no sólo el Uruguay, sino el mundo entero, necesita especialmente que Ella se muestre como Madre. Por eso, mientras tratamos de hacer lo de cada día con mucho amor y conjugamos nuestros verbos hasta arriba, le pediremos en particular que ruegue por nosotrosahora, que nos hace mucha falta.
Les invito a rezar con devoción -en familia, si es posible- el Santo Rosario, meditando sus misterios y metiendo en ellos las intenciones que llevamos en el corazón: nuestra patria, sus familias; nuestros legisladores… El Papa, los obispos, los sacerdotes, las vocaciones…
HANS URS VON BALTHASAR: MARÍA ASUNTA AL CIELO

Qué celebra, pues, la Iglesia hoy? Que un simple cuerpo humano, unido inseparablemente con su alma, pudiera ofrecer la conformidad perfecta al requerimiento de Dios, la respuesta adecuada a su Palabra, el sí incondicional a su interpelación.
Es un cuerpo particular – todo en el cristianismo es siempre personal, concreto, determinado-; pero, al mismo tiempo, un cuerpo que es la síntesis de toda la fe y la esperanza de Israel y de todos los hombres de la tierra, y que, por tanto, si es incorporado a la salvación eterna, contiene en sí absolutamente la promesa de salvación para toda carne que desee la redención...
Pero todo su amor a su Madre terrena se resume en que le da y le muestra lo que ella desde siempre fue en los planes de Dios: el primer ser en el que se pensó en relación con la Encarnación de Dios y al que le corresponde la primera transfiguración perfecta al lado de Dios: como arquetipo para todos los hombres que se cobijan bajo su manto luminoso.
lunes, 1 de agosto de 2022
BENEDICTO XVI: SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

hoy quisiera presentaros la figura de un santo Doctor de la Iglesia al que debemos mucho, ya que fue un insigne teólogo moralista y un maestro de vida espiritual para todos, sobre todo para la gente humilde. Es el autor de la letra y de la música de uno de los villancicos navideños más famosos de Italia: Tu scendi dalle stelle, además de otras muchas cosas.
Perteneciente a una familia napolitana noble y rica, Alfonso María de Ligorio nació en 1696. Dotado de grandes cualidades intelectuales, con tan solo 16 años se graduó en derecho civil y canónico. Era el abogado más brillante del foro de Nápoles: durante ocho años ganó todas las causas que defendió. Sin embargo, su alma tenía sed de Dios y estaba deseosa de la perfección, así el Señor le hizo comprender que era otra la vocación a la que lo llamaba. De hecho, en 1723, indignado por la corrupción y la injusticia que viciaban el ambiente que lo rodeaba, abandonó su profesión -y con ella la riqueza y el éxito- y decide convertirse en sacerdote, a pesar de la oposición paterna. Tuvo maestros excelentes que lo introdujeron en el estudio de las Sagradas Escrituras, de la Historia de la Iglesia y de la mística. Adquirió una amplia cultura teológica, que comenzó a dar fruto cuando, algunos años después, comienza su labor de escritor. Fue ordenado sacerdote en 1726 y se entregó, para el ejercicio de su ministerio, a la Congregación diocesana de las Misiones Apostólicas. Alfonso inició la evangelización y la catequesis entre los estratos más bajos de la sociedad napolitana, a la que gustaba predicar, y a la que instruía en las verdades fundamentales de la fe. No pocas de estas personas, pobres y modestas, a las que se dirigió, a menudo se dedicaban a los vicios y realizaban acciones criminales. Con paciencia les enseñaba a rezar, animándolas a mejorar su modo de vivir. Alfonso obtuvo resultados excelentes: en el barrio más miserable de la ciudad se multiplicaban los grupos de personas que, al caer la tarde, se reunían en las casas privadas y en los talleres, para rezar y meditar la Palabra de Dios, bajo la guía de un catequista formado por Alfonso y por otros sacerdotes, que visitaban regularmente a estos grupos de fieles. Cuando, por deseo expreso del arzobispo de Nápoles, estas reuniones comenzaron a celebrarse en las capillas de la ciudad, estas tomaron el nombre de “capillas nocturnas”. Esto fue una verdadera y propia fuente de educación moral, de saneamiento social, de ayuda recíproca entre los pobres: esto puso fin a robos, duelos, prostitución hasta casi desaparecer.
Aunque si el contexto social y religioso de la época de san Alfonso era muy distinto del nuestro, las “capillas nocturnas” son un modelo de acción misionera en el que nos podemos inspirar también hoy para “una nueva evangelización”, particularmente de los más pobres, y para construir una convivencia humana más justa, fraterna y solidaria. A los sacerdotes se les ha confiado un deber de ministerio espiritual, mientras que los laicos bien formados pueden ser eficaces animadores cristianos, auténtica levadura evangélica en el seno de la sociedad.
Después de haber pensado irse para evangelizar a los pueblos paganos, Alfonso, a la edad de 35 años, entró en contacto con los agricultores y pastores de las regiones interiores del Reino de Nápoles, y estupefacto por su ignorancia religiosa y el estado de abandono en el que estaban, decidió dejar la capital y dedicarse a estas personas, que eran pobres espiritual y materialmente. En 1732 fundó la Congregación religiosa del Santísimo Redentor, que puso bajo la tutela del obispo Tommaso Falcoia, y de la que se convirtió en el superior. Estos religiosos, dirigidos por Alfonso, fueron auténticos misioneros itinerantes, que llegaron incluso a los pueblos más remotos, exhortando a la conversión y a la perseverancia en la vida cristiana sobre todo por medio de la oración. Todavía hoy, los redentoristas, esparcidos por tantos países del mundo, con nuevas formas de apostolado, continúan esta misión de evangelización. Pienso en ellos con reconocimiento, exhortándoles a ser siempre fieles al ejemplo de su Santo Fundador.
Estimado por su bondad y por su celo pastoral, en 1762 Alfonso fue nombrado obispo de Sant'Agata dei Goti, ministerio que, dejó en 1775 por causa de las enfermedades que sufría, por concesión del Papa Pío VI. El mismo Pontífice, en 1787, exclamó, al recibir la noticia de su muerte, que se produjo con mucho sufrimiento, exclamó: “¡Era un santo!”. Y no se equivocaba: Alfonso fue canonizado en 1839, y en 1871 es declarado Doctor de la Iglesia. Este título se le concede por muchas razones. Antes que nada, porque propuso una rica enseñanza de teología moral, que expresa adecuadamente la doctrina católica hasta el punto de ser proclamado por el Papa Pío XII como “Patrón de todos los confesores y moralistas”. En su época, se difundió una interpretación muy rigurosa de la vida moral, quizás por la mentalidad jansenista, que antes que alimentar la confianza y esperanza en la misericordia de Dios, fomentaba el miedo y presentaba un rostro de Dios adusto y severo, muy lejano al revelado por Jesús. San Alfonso, sobre todo en su obra principal titulada Teología Moral, propone una síntesis equilibrada y convincente entre las exigencias de la ley de Dios, esculpida en nuestros corazones, revelada plenamente por Cristo y interpretada con autoridad por la Iglesia, y los dinamismos de la conciencia y de la libertad del hombre, que en la adhesión a la verdad y al bien, permiten la maduración y la realización de la persona. A los pastores de almas y a los confesores, Alfonso recomendaba ser fieles a la doctrina moral católica, asumiendo al mismo tiempo, una actitud caritativa, comprensiva, dulce para que los penitentes se sintiesen acompañados, sostenidos, animados en su camino de fe y de vida cristiana. San Alfonso no se cansaba nunca de repetir que los sacerdotes son un signo visible de la infinita misericordia de Dios, que perdona e ilumina la mente y el corazón del pecador para que se convierta y cambie de vida. En nuestra época, en la que son claros los signos de pérdida de la conciencia moral y -es necesario reconocerlo- de una cierta falta de estima hacia el Sacramento de la Confesión, la enseñanza de san Alfonso es todavía de gran actualidad.
Junto a las obras de teología, san Alfonso compuso muchos otros escritos, destinados a la formación religiosa del pueblo. Es estilo es simple y agradable. Leídas y traducidas en numerosas lenguas, las obras de san Alfonso han contribuido a plasmarla espiritualidad popular de los últimos dos siglos. Algunas de estas son textos que aportan grandes beneficios todavía hoy, como Máximas Eternas, Las Glorias de María, Práctica de amor a Jesucristo, obra -esta última- que representa la síntesis de su pensamiento y de su obra maestra. Insiste mucho en la necesidad de la oración, que permite abrirse a la Gracia divina para cumplir cotidianamente la voluntad de Dios y conseguir la propia santificación. Con respecto a la oración escribe: “Dios no niega a nadie la gracia de la oración, con la que se obtiene la ayuda para vencer toda concupiscencia y toda tentación. Y digo, replico y replicaré siempre, durante toda mi vida, que toda nuestra salvación está en el rezar”. De aquí su famoso axioma: “Quien reza se salva” “Del gran Medio de la Oración y opúsculos afines”. Obras Ascéticas II, Roma 1962, p. 171). Me viene a la mente, a este propósito, la exhortación de mi predecesor, el Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II: “nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas 'escuelas de oración'”... “Hace falta, pues, que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral” (Carta Apostólica Novo Millenio ineunte, 33 y 34).
Entre las formas de oración aconsejadas fervientemente por san Alfonso, destaca la visita al Santísimo Sacramento o, como diríamos hoy, la adoración, breve o prolongada, personal o comunitaria, ante la Eucaristía. “Ciertamente -escribe Alfonso- entre todas las devociones esta de adorar a Jesús sacramentado es justo después de los sacramentos, la más querida por Dios y la más útil para nosotros... ¡Oh, qué bella delicia estar delante de una altar con fe.. presentando nuestras necesidades, como hace un amigo a otro con el que se tiene total confianza!” (“Visitas al Santísimo Sacramento, a María Santísima y a San José correspondientes a cada día del mes”. Introducción). La espiritualidad alfonsiana es, de hecho, eminentemente cristológica, centrada en Cristo y en su Evangelio. La meditación del misterio de la Encarnación y de la Pasión del Señor son frecuentemente objeto de su predicación. En estos eventos, la Redención es ofrecida a todos los hombres “copiosamente”. Y justo porque es cristológica, la piedad alfonsiana es también exquisitamente mariana. Muy devoto de María, Alfonso ilustra su papel en la historia de la salvación: socia de la Redención y mediadora de gracia, Madre, Abogada y Reina. Además, san Alfonso afirma que la devoción a María nos confortará en el momento de nuestra muerte. Estaba convencido que la meditación sobre nuestro destino eterno, sobre nuestra llamada a participar para siempre en la beatitud de Dios, así como la posibilidad trágica de la condenación, contribuye a vivir con serenidad y compromiso, y a afrontar la realidad de la muerte conservando siempre la confianza en la bondad de Dios.
San Alfonso María de Ligorio es un ejemplo de pastor celoso, que ha conquistado las almas predicando el Evangelio y administrando los Sacramentos, combinado con un modo de hacer basado en una bondad humilde y suave, que nacía de la intensa relación con Dios, que es la Bondad infinita. Tuvo una visión realista y optimista de los recursos del bien que el Señor da a cada hombre y dio importancia a los afectos y a los sentimientos del corazón, además de la mente, para poder amar a Dios y al prójimo.
En conclusión, quisiera recordar que nuestro santo, análogamente a San Francisco de Sales -del que hablé hace alguna semana- insiste en decir que la santidad es accesible a todos los cristianos: “El religioso por religioso, el seglar por seglar, el sacerdote por sacerdote, el casado por casado, el comerciante por comerciante, el soldado por soldado, y así hablando en todos los estados”(Práctica de amor a Jesucristo. Obras ascéticas I, Roma 1933, p. 79). Agradezcamos al Señor que, con su Providencia, suscita santos y doctores en lugares y tiempos diversos, que hablan el mismo lenguaje para invitarnos a crecer en la fe y a vivir con amor y con alegría nuestro ser cristianos en las sencillas acciones de cada día, para caminar en el camino de la santidad, en el camino hacia Dios y hacia la verdadera alegría. Gracias.
[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez
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