domingo, 21 de agosto de 2022

DIÁC. JORGE NOVOA: TÚ HAS DECLARADO A MARÍA REINA DE TU FAMILIA?

En la octava de la Asunción de María celebramos a nuestra Señora como Reina, esta fiesta inicialmente se celebraba el 31 de mayo, hoy aparece íntimamente vinculada a la solemnidad de la Asunción y por ello, luego de Concilio Vaticano II, la celebramos el 22 de agosto.

En ella meditamos sobre la coronación de nuestra Madre por las personas divinas. La Iglesia nos invita a meditar sobre este misterio, María luego de su peregrinación, fue llevada al cielo en cuerpo y alma, y coronada como Reina y Señora de todo lo creado. Su realeza es el corolario de su misión. ¿Y qué otra cosa significa el continuo recurso a María sino un buscar entre sus brazos, en Ella, por Ella y con Ella, a Cristo nuestro Salvador, a quien los hombres en los desalientos y peligros de aquí abajo tienen el deber y experimentan sin cesar la necesidad de dirigirse como a puerto de salvación y fuente trascendente de vida?

“Porque María es siempre camino que conduce a Cristo. Todo encuentro con Ella no puede menos de terminar en un encuentro con Cristo mismo”.

María es la Reina, signo que contempla Juan en el cielo, y que aparece narrado en el libro del Apocalipsis, la Mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies y coronada de doce estrellas ( Ap.12). Esta mirada de la fe que nos propone la santa Iglesia Católica, abre para ti como miembro de su pueblo, un interrogante que debes responder: La personas divinas han coronado a María como reina: ¿tú lo has hecho?¿ Has coronado como reina a la Madre de Cristo?

Esta ea la oración que dirigía Pio XII en 1954 :

"Desde lo hondo de esta tierra de lágrimas, en que la humanidad dolorida se arrastra trabajosamente… en medio de las olas de este nuestro mar perennemente agitado por los vientos de las pasiones… elevamos los ojos a ti, oh María amadísima, para reanimarnos contemplando tu gloria y para saludarte como Reina y Señora de los cielos y de la tierra, como reina y Señora nuestra.
 
Con legítimo orgullo de hijos queremos exaltar tu realeza y reconocerla como debida por la excelencia suma de todo tu ser, dulcísima y verdadera Madre de Aquel, que es Rey por derecho propio, por herencia y por conquista.

Reina, Madre y Señora, señalándonos el camino de la santidad, dirigiéndonos, a fin de que nunca nos apartemos de él. Lo mismo que ejerces en lo alto del Cielo tu primacía sobre las milicias angélicas, que te aclaman como soberana suya, sobre las legiones de los Santos, que se deleitan con la contemplación de tu fúlgida belleza… así también reina sobre todo el género humano, particularmente abriendo las sendas de la fe a cuantos todavía no conocen a tu hijo divino.
 
Reina sobre la Iglesia, que profesa y celebra tu suave dominio y acude a ti como a remedio seguro en medio de las adversidades de nuestro tiempo. Mas reina especialmente sobre aquella parte de la Iglesia que está perseguida y oprimida, dándole fortaleza para soportar las contrariedades, constancia para no ceder a injustas presiones…luz para no caer en las asechanzas del enemigo… firmeza para resistir a los ataques manifiestos y en todo momento fidelidad inquebrantable a tu Reino. 

Reina sobre las inteligencias, a fin de que busquen solamente la verdad… sobre las voluntades, a fin de que persigan solamente el bien… sobre los corazones a fin de que amen únicamente lo que tu misma amas .

Reina sobre los individuos y sobre las familias, al igual que sobre las sociedades y naciones… sobre las asambleas de los poderosos, sobre los consejos de los sabios, lo mismo que sobre las sencillas aspiraciones de los humildes.

Reina en las calles y en las plazas, en las ciudades y en las aldeas, en los valles y en las montañas, en el aire, en la tierra y en el mar… y recibe la piadosa plegaria de cuantos saben que tu reino es reino de misericordia, donde toda súplica encuentra acogida, todo dolor consuelo, toda desgracia alivio, toda enfermedad salud, y donde, como a una simple señal de tus suavísimas manos, de la muerte misma brota alegre vida.

Alcánzanos que quienes ahora te aclamamos en todas partes del mundo y te reconocen como Reina y Señora, para que podamos un día en el cielo gozar de la plenitud de tu Hijo divino, el cual con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos . Amén".

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