miércoles, 9 de enero de 2013

JULIO ALONSO AMPUERO. BAUTISMO DE JESÚS

«Juan trataba de impedírselo». Con toda su buena voluntad, Juan intenta evitar que el Hijo de Dios pase a los ojos de los hombres como un pecador. Él tenía su lógica, pero según unos criterios que no coincidían con los de Dios. Si hubiera logrado impedírselo, nos habríamos quedado sin esta grandiosa revelación que el evangelio de hoy nos ofrece, no se habrían abierto los cielos y en definitiva habría impedido a Jesús manifestarse como Hijo del Padre y Ungido por el Espíritu Santo.
Del mismo modo, también nosotros ¡cuántas veces entorpecemos los planes de Dios porque no se ajustan a nuestras ideas! Olvidamos que los pensamientos de Dios no coinciden con los nuestros y que sus planes superan infinitamente los nuestros (Is 55, 8-9). Deberíamos al menos tener la humildad de Juan para ceder a los deseos de Cristo aunque no los entendamos, pues ellos le llevan a manifestar su gloria, mientras los nuestros la oscurecen. Deberíamos hacer caso a la palabra de Dios: «Confía en el Señor con toda el alma y no te fíes de tupropia inteligencia» (Prov 3,5).
«Conviene que cumplamos todo lo que Dios quiere». Son las primeras palabras de Jesús que el evangelio de san Mateo nos refiere. Ellas constituyen una consigna, un programa de vida para el Hijo de Dios. Toda su vida va a estar marcada por esta decisión de «cumplir», de llevar hasta el final lo que es justo a los ojos de Dios, lo que es voluntad del Padre. Así comienza su vida pública junto al Jordán y así terminará en Getsemaní.
También para nosotros, nuestra realidad de hijos de Dios debe manifestarse en esta adhesión incondicional a la voluntad de Dios. No como una carga que uno arrastra pesadamente, con resignación, sino como la expresión infinitamente amorosa de lo que Dios quiera para nuestro bien, que se abraza con gozo y se vive con entrega y fidelidad.

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