La fuerza de la cruz
Nm 21,4-9; Fil 2,6-11; Jn 3,13-17
Fuente: Gratis Date
Para los cristianos la cruz es un símbolo frecuente. Más aún, es nuestro signo de identidad. Sin embargo, esto es algo paradójico, Para los romanos era instrumento de suplicio; más aún, de humillación, pues en ella morían los esclavos condenados. Y para los judíos era signo de maldición: «Maldito todo el que sea colgado en un madero» (Gal 3,13; Dt 21,23).
¿Qué ha ocurrido para que la maldición se trastoque en bendición? ¿A qué se debe que la humillación sea lugar de exaltación? El Hijo de Dios se ha dejado clavar en ella. En el patíbulo de la cruz se ha volcado tal torrente de amor («tanto amó Dios al mundo…») que ella será hasta el fin de los tiempos instrumento y causa de redención para todo hombre.
En la cruz Jesús está venciendo al maligno. En ella se destruye todo el pecado del mundo. Desde ella el Hijo de Dios atrae a todo hombre con la fuerza de su amor infinito. Por eso, lo que nos corresponde es mirar a Jesús crucificado y dejarnos mirar por El; creer en El para tener vida eterna; dejarnos amar por El para ser sanados; acoger el torrente de salvación brota de su cruz.
¿Qué ha ocurrido para que la maldición se trastoque en bendición? ¿A qué se debe que la humillación sea lugar de exaltación? El Hijo de Dios se ha dejado clavar en ella. En el patíbulo de la cruz se ha volcado tal torrente de amor («tanto amó Dios al mundo…») que ella será hasta el fin de los tiempos instrumento y causa de redención para todo hombre.
En la cruz Jesús está venciendo al maligno. En ella se destruye todo el pecado del mundo. Desde ella el Hijo de Dios atrae a todo hombre con la fuerza de su amor infinito. Por eso, lo que nos corresponde es mirar a Jesús crucificado y dejarnos mirar por El; creer en El para tener vida eterna; dejarnos amar por El para ser sanados; acoger el torrente de salvación brota de su cruz.
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