El Padre Eterno, en una de esas mañanas eternas, sin principio ni fin, presentaba un gozo sumamente especial. En ese momento de eternidad, y apoyado en una de las tantas nubes con forma de mesa, comenzó a escribir una carta a modo de invitación eterna. En el cielo, los coros angélicos comprendieron que la decisión era importante, y por ello guardaron un silencio solemne: ¿quién sería el destinatario de esa invitación tan importante que produce tal alegría en el Padre Eterno? Porque alegrías, siempre las hay en el cielo, pero que ellas desborden así al Padre Eterno, que se manifiesta hasta en su caminar, eso es menos frecuente.
El Padre escribía lleno de gozo la invitación, para una persona muy singular y tal era la misión, que encomendó a uno de sus mensajeros más eficientes, que la entregará en mano propia. Entre otros consejos, el Padre le recomendó, debido a la solemnidad del anuncio, que lo leyera pausadamente él mismo, y con mucha reverencia. Así se lo comunicó a Gabriel, uno de los arcángeles que recibió de Dios este maravilloso encargo. Gabriel como todo emisario responsable, y máxime cuando se tiene a un jefe tan poderoso, se preparó para la misión.
El Padre con los recaudos propios de su amor, había escrito la invitación en un papel invisible, como era tan importante, prefirió que Gabriel únicamente pudiera leerla. Ciertamente que la carta estaba lacrada, y a modo de cerradura, contenía dos letras separadas por un guión: ellas eran S-I. Como iba dirigida a una persona concreta y el Padre respeta y posibilita la libertad de cada uno, nuestro valioso mensajero podría únicamente abrirla cuando se encontrara delante de su destinatario. También recibió los datos necesarios para encontrar a su destinatario, Gabriel mientras oía las indicaciones del Padre, utilizó la misma lapicera del Padre Eterno para anotar la dirección. Era una pequeña hoja de ruta, que le indicaría la dirección correcta. Gabriel el día de la partida estaba nervioso por la misión encomendada, saludó eternamente a las huestes angélicas y con especial reverencia a Dios. Esa mañana eterna, sin principio ni fin, en el momento de la partida sonaron en la casa del Padre Eterno las trompetas. Aunque desconocían el contenido de la invitación, todos se alegraban con la alegría del Padre Eterno.
Gabriel desde la eternidad viajó con destino a la tierra, y aunque fue un instante, ya se sentía el peso del tiempo. Gabriel buscó su hoja de ruta, y desolado constató que la letra había desaparecido, inmediatamente recordó que había utilizado la lapicera que el Padre Eterno tiene para los mensajes reservados. Qué tremenda situación!!! ¿Cómo podía cumplir con la misión encomendada? Apenas pudo, constató que se encontraba en lo que llamaban Imperio Romano, pensó en lo importante del mensaje que portaba, y sin otra cavilación, averiguó que la ciudad en que se encontraba estaba en Grecia, sin ser percibido presenció la conversación de dos hombres de esa tierra que platicaban sobre el Bien y la Verdad, esto lo alegró grandemente. Uno de ellos habló del Ágora, lugar público, al que acuden los más importantes y prestigiosos oradores, Gabriel pensó que tal vez allí podría encontrar a su destinatario. Y así se consumió el día, Gabriel una y otra vez, se detenía delante de las distintas personalidades portando en su mano la invitación, él sabía que las letras aparecerían al estar frente al destinatario. Pero todo fue en vano.
Allí mismo oyó hablar de emperadores y senadores romanos. Nuestro mensajero recorrió una y otra vez sus palacios, deteniéndose frente a ellos, pero todo fue infructuoso.
En ese mismo instante, regresaba del Medio Oriente, el hijo del Emperador que en medio de burlas y desprecios, contó sobre un pueblo que decía aguardar la llegada del Mesías y adorar al Dios verdadero. Gabriel afinó el oído, algo le hacía reconocer las huellas del Creador. Narraba este pichón de Emperador, para ejemplificar la fe de ese pueblo, que un tal Simeón, hombre mayor y sabio, había sido investigado por el servicio secreto, debido a la extraña ruta que recorría cada día, a lo largo de su vida. Iba de su casa al Templo. Había declarado, en el interrogatorio, ser portador de una promesa de Dios que le permitía esperar con confianza su cumplimento. Jerusalén, escuchó Gabriel, y en un abrir y cerrar de ojos se encontraba en el Templo. Allí se respiraba cierto perfume del Padre Eterno, por lo cual, comenzó nuevamente su recorrida, pero lamentablemente no halló en el Templo la posibilidad de entregar el mensaje.
A la hora señalada, llegó Simeón, su rostro parecía iluminado, su paso firme y decidido expresaba su fe y amor. Conversó con otros judíos piadosos, sobre las promesas de Dios y su fiel cumplimiento. Gabriel recordaba las letras claves, que la invitación tenía a modo de contraseña; S-I. Simeón…, balbuceó Gabriel, lleno de felicidad. Pensando que había encontrado a su destinatario, presuroso se detuvo frente a él con la misiva del Padre, pero ésta se mantuvo oculta. Y sin mucho tiempo que perder, se apostó en el pórtico del Templo para decidir la nueva ruta. El bullicio era grande, y los peregrinos entraban y salían del Templo. De pronto, lo sorprendió el grito de uno de ellos: Nazaret, a los habitantes de Nazaret, está a punto de partir la caravana de los peregrinos que regresan en dirección de Nazaret. El nombre le resultó conocido. Algunos hombres de Jerusalén, al escuchar Nazaret, comentaban en voz baja: " ¿acaso puede ocurrir algo importante en Nazaret?". Uno de los hombres que se abría paso presurosamente, y por las herramientas que llevaba parecía carpintero, fue llamado desde lejos por su nombre; José. Al pasar frente a nuestro mensajero, las letras del mensaje por un instante destellaron.
Gabriel comprendió que José tenía algo que ver en esta historia y a paso cansino, para un ángel, emprendió detrás de la caravana la ruta en dirección de Nazaret. Al llegar, José se despidió de sus paisanos y en su camino, se encontró con un hombre mayor, llamado Joaquín. Intercambiaron el característico Shalom, y conversaron amablemente sobre una joven, ¡qué sorpresa fue para Gabriel, constatar que con solo mencionar su nombre, las letras aparecían! Se llamaba María. La posta había cambiado nuevamente, ahora Gabriel caminaba en dirección de la casa de Joaquín, allí estaban Ana y María. Al llegar, Ana le comentó a Joaquín que María estaba en su habitación…Gabriel con el mensaje en sus manos iba en dirección de la habitación de María, las letras, a media que se aproximaba, iban creciendo en intensidad hasta mostrase claramente. Gabriel, abrió el mensaje, había encontrado a su destinatario, por lo cual comenzó diciendo…"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo…
Luego de cerrar la misiva descubrió que la clave se había modificado, entre la S y la I, ya no se encontraba el guión, ahora brillaba luminosamente un SI. Gabriel sonrió frente a la más dulce de todas las criaturas y comprendió el caminar gozoso del Padre Eterno. Intuyó que ahora era portador de la respuesta, Él conocía perfectamente el camino, y también a su destinatario. Y como dicen los cuentos; colorín, colorado, esta historia ha comenzado…
PD: Dios siempre se las ingenia, si extraviamos nuestra hoja de ruta, Él pone luces en el camino para que lleguemos a nuestra meta. Si buscamos donde no debemos, Él siempre nos dará una nueva oportunidad, pero recuerda, Dios tiene unos caminos maravillosos, no te desanimes, emprende tu búsqueda, tal vez Él, como Gabriel, está detrás de ti llamándote…Anímate a retirar el guión que separa las letras de tu Si. Toda historia tiene un comienzo…tal vez hoy sea tu oportunidad.
2 comentarios:
Hermoso cuento qué habla del amor q el Padre nos tiene, gracias a durante elección.
Maravilloso. Amen.
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