Una mujer cananea,
pagana, se acerca a Jesús para implorar su auxilio. La escena genera cierto
desconcierto. Jesús aparece con dureza en las respuetas que comunica primero a
sus apóstoles, que le piden la atienda, y luego a ella. Reparemos en la mujer
cananea.
Ella enfrenta una situación
grave, su hija está “ terriblemente
atormentada por un demonio”, esto la angustia, y sin reparar en ciertas
imposibilidades, persevera en su petición a Jesús. Ella es pagana pero
manifiesta una gran confianza en el Señor, persevera desde el rechazo inicial a
la aceptación final.
San Jerónimo resalta
tres virtudes de la cananea: la fe, paciencia y humildad. “La fe,
porque creía que el Señor podía curar a su hija. La paciencia, porque
cuantas veces era despreciada, otras tantas persevera en sus súplicas. La humildad,
porque no se compara ella sólo a los perros, sino a los cachorrillos. Sé -dice-
que no me merezco el pan de los hijos, ni puedo tomar sus alimentos enteros, ni
sentarme a la mesa con el Padre; pero me contento con lo que da a los
cachorrillos, a fin de llegar, mediante mi humildad, hasta la mesa donde se
sirve el pan entero”.
“Queridos amigos,
también nosotros estamos llamados a crecer en la fe, a abrirnos y acoger con
libertad el don de Dios, a tener confianza y gritar también a Jesús
"¡danos la fe, ayúdanos a encontrar el camino!". Es el camino que
Jesús ha hecho hacer a sus discípulos, a la mujer cananea y a todos los hombres
de todo tiempo y pueblo, a cada uno de nosotros. La fe nos abre al conocimiento
y a acoger la identidad real de Jesús, su novedad y su unicidad, su Palabra
como fuente de vida, para vivir una relación personal con Él”. (Benedicto XVI).
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