jueves, 29 de septiembre de 2022

DIÁCONO JORGE NOVOA: SANTA TERESA DE LISIEUX, ITINERARIO DE SU VOCACIÓN (2)


Teresa busca una y otra vez, describe su actitud con una imagen maravillosa, dice: "inclinándome sin cesar como Magdalena sobre la tumba vacía…", por medio de ella podemos comprender lo árida que resultó por momentos su búsqueda. La tumba vacía… muestra la vivencia de una gran aspereza, que manifiesta permanentemente la ausencia de respuestas evidentes. Esta acción por la cual Teresa se inclina sobre la silenciosa tumba que no le responde, la va purificando, fortaleciendo su fe y su confianza en Dios. El silencio manifiesta la ausencia de la respuesta a la pregunta que la sacude, ¿por dónde realizaré estos deseos?


"No creais que nado en consuelos. ¡oh , no! Mi consuelo es no tenerlo en la tierra". En el comienzo del Cántico Espiritual, San Juan de la Cruz expresa con gran maestría la experiencia espiritual del discípulo en la búsqueda del maestro. "¿ Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?" En esta búsqueda apasionada, Teresa crece en la confianza que brota de la fe, es decir, la fe se desborda en la confianza que le exige el amor.

Como Magdalena, Teresa busca una respuesta del Señor, "habla Señor que tu sierva escucha", pero el peso del silencio la hace penetrar en la aridez de la noche de la fe, en la que solamente puede caminar, iluminada por el tenue resplandor que despiden los ojos de Jesús. La presencia cercana de Jesús es la fuente inagotable de la que brota la confianza de Teresa, la tierra prometida es vivir en la compañia de Jesús, aún en tierra extranjera la vida es seguir "a zaga de su huella". La fe penetra en el silencioso lenguaje del sepulcro vacío. La prueba que se busca en el sepulcro vacío, es purificadora del amor humano que debe descansar sobre la oscura inevidencia de la fe. "Comprendo mejor que nunca cuanto nos ama el Señor cuando nos prueba" (Beata Isabel de la Trinidad).

Ella no se desalienta, aguarda a la puerta del sepulcro como el centinela a la aurora, con su lámpara llena de aceite el momento en que su amado la llame por su nombre. Amar es esperar (1 Cor 13), cuando el velo se corra, este tiempo que en muchos casos nos parece interminable, será solo un momento. El amor da forma a la espera, que por silenciosa ya no atemoriza el corazón de Teresa. Como enseña San Juan de la Cruz, es necesario buscar en "fe y amor". "Porque la fe son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que le encamina".
Juan Pablo II en la Novo Millenio Ineunte, reconoce que aún para los discípulos, "no fue fácil creer", las actitudes de los discípulos camino de Emaús, al igual que la de Tomás que quiere confirmar lo que le han dicho sus amigos introduciendo la mano en su costado son tan sólo las muestras de que "en realidad, aunque se viese y se tocase su cuerpo, sólo la fe podía franquear el misterio de aquel rostro[...] A Jesús no se llega verdaderamente más que por la fe, a través de un camino cuyas etapas nos presenta el Evangelio en la bien conocida escena de Cesarea de Filipo (cf. Mt 16,13-20)" (NMI n. 19).
Nuestras búsquedas, tienen, no en su intensidad, algunos elementos comunes a los que vivió Teresa, en virtud de que la fe es el lenguaje propio del creyente y la noche es su "habitat" natural. Para todos y cada uno "es necesaria una gracia de revelación que viene del Padre" (NMI n 20).

lunes, 26 de septiembre de 2022

SAN JUAN PABLO II: ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL

Finalmente es oportuno notar que la Iglesia honra con culto litúrgico a tres figuras de ángeles, que en la Sagrada Escritura se les llama con un nombre.
El primero es Miguel Arcángel (Cfr. Dan 10, 13.20; Ap 12, 7; Jdt. 9). Su nombre expresa sintéticamente la actitud esencial de los espíritus buenos: ´Mica-El´ significa, en efecto: ´¿quien como Dios?´. En este nombre se halla expresada, pues, la elección salvífica gracias a la cual los ángeles ´ven la faz del Padre´ que está en los cielos.

El segundo es Gabriel: figura vinculada sobre todo al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (Cfr. Lc 1, 19. 26). Su nombre significa: ´Mi poder es Dios´ o ´Poder de Dios´, como para decir que en el culmen de la creación, la Encarnación es el signo supremo del Padre omnipotente.
 

Finalmente el tercer arcángel se llama Rafael. "Rafa-El´ significa: ´Dios cura´, El se ha hecho conocer por la historia de Tobías en el antiguo Testamento (Cfr. Tob 12, 50. 20, etc.), tan significativa en el hecho de confiar a los ángeles los pequeños hijos de Dios, siempre necesitados de Custodia, cuidado y protección.

Reflexionando bien se ve que cada una de estas tres figuras: Mica-El, Gabri-El, Rafa-El reflejan de modo particular la verdad contenida en la pregunta planteada por el autor de la Carta a los Hebreos: ´¿No son todos ellos espíritus administradores, enviados para servicio en favor de los que han de heredar la salvación?´ (1, 14).

viernes, 23 de septiembre de 2022

SAN PÍO DE PIETRELCINA: NO DES LUGAR A LA TRISTEZA

No des lugar en tu alma a la tristeza, porque ella impide la libre actuación del Espíritu Santo. Y si, no obstante, queremos entristecernos, entristezcámonos entonces, pero hagamos de tal manera que nuestra tristeza sea santa, viendo el mal que se va expandiendo cada vez más por la sociedad hodierna. ¡Oh cuántas pobres almas van cotidianamente apostatando de Dios, nuestro bien supremo!
 
El no querer someter el propio juicio al de los demás, máxime al de quien es experto en las cosas en cuestión, es signo de poca docilidad, es signo muy manifiesto de secreta soberbia. Tú misma lo sabes y lo compartes conmigo; por tanto, date ánimo, evita las recaídas, mantente bien atenta ante este maldito vicio, sabiendo cuánto le desagrada a Jesús, porque está escrito que «Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes».

PADRE PÍO, SANTO

De todos os que vierem pedir meu auxílio, nunca perderei nenhum!” (Padre Pio)  | Santos da igreja catolica, São padre pio, Santo antônio de pádua
PADRE PÍO, SANTO

 El Padre Pío solía celebrar misa en Santa Ana, la iglesia donde recibió el bautismo, la primera comunión y la confirmación. Las misas eran largas, interrumpidas por inesperados éxtasis, tenía la gracia de vivir realmente las misas que celebraba, llenas de manifestaciones sobrenaturales. Esos años serán una etapa de pruebas durísimas, con ataques frecuentes deBarba Azul, como llamaba él a Satanás. Un día de 1912 escribe:


«Barba Azul y sus semejantes no paran de pegarme casi hasta darme muerte. No quiere confesarse vencido, adopta todas las formas, viene a visitarme con otros comparsas armados de palos y de instrumentos de hierro y, lo que es peor, mostrándose bajo sus propias formas...»,

Pero más adelante añadía: «Paciencia; Jesús, María, el Ángel, San José y el padre Francisco están casi siempre conmigo».
Contaba esta vida mística extraordinaria por obediencia a sus directores espirituales.

Había hecho ofrecimiento de su vida con todos sus sufrimientos para la conversión del mundo, y así se lo cuenta al padre Benedetto:
«Desde hace tiempo siento la necesidad de ofrecerme al Señor como víctima por los pobres pecadores y por las almas del purgatorio... que vierta sobre mí los castigos que están preparados para ellos... deseo hacer ese ofrecimiento al Señor con el permiso de usted».
Aceptó el Señor este ofrecimiento, permitiendo, además de esos cruentos ataques del demonio, su tan misteriosa enfermedad. El doctor Cardarelli de Nápoles, especialista en enfermedades pulmonares, pronosticó tajantemente:
–Apenas le queda un mes de vida.
El mismo médico, pasado cierto tiempo, reconocerá:
–No comprendo nada, nada de todo esto. ¡Si estaba clarísimo que le quedaban días de vida!

Por fin, en julio de 1916, a sus veintinueve años, entraba el Padre Pío en el convento de San Giovanni Rotondo y ya no lo abandonaría hasta su muerte, ocurrida cincuenta años más tarde. Este convento, situado en el promontorio de Gargano, en el Este de Italia, cerca de Foggia y perteneciente a la diócesis de Manfredonia, era un lugar apartado y olvidado del mundo, lugar ideal para nuestro fraile que sólo deseaba estar en oración permanente con Dios y compartir las reglas de San Francisco con sus hermanos de vocación. Pero las gracias sobrenaturales continuaban sucediéndose, cada vez con mayor intensidad.
Fuente: http//:www.gratisdate.org

CARTA DEL PADRE PIO DE PIETRELCINA


Queridísima hija:
Jesús te bendiga, sea siempre el Rey de tu corazón y te trate como le agrade protegiendo tu alma en la durísima prueba espiritual, que si es prueba efectiva, también será prueba amorosa. Constantemente elevo oraciones al Señor por ti: Te ruego estés firme, segura, constante, que permanezcas inmutable contra cualquier prueba y persuasión contraria: No temas, vuelvo a decirte, hija mía. Permanece en las aseguraciones que te he hecho y que te hago en el dulcísimo Jesús. El está contigo y se complace en tu alma y tú ámalo y sírvelo con fidelidad y delicadeza sin que tú lo sepas y lo conozcas.

No ofendes en modo alguno al Señor; más bien lo quieres con un amor grandísimo, y es por esto por lo que el Señor ha puesto su mirada de suma complacencia sobre ti. El te ama con predilección, y es precisamente por esto que te va sometiendo a todas las pruebas de su dolorosísima pasión. Así pues, hija mía, es tu estado admirable desde todos los puntos de vista. Resígnate y fortalécete por las consideraciones de lo que te digo y que te vienen hechas por quien ocupa el lugar de Dios y que te ama inmensamente en El. Que te sea suficiente, queridísima hija, estas consideraciones y perdóname si no me extiendo más como desearía, porque también yo me encuentro herido por la epidemia. ¡Qué contento estaría yo si esta enfermedad fuese propicia a darme el último golpe de gracia!, mas es inútil esperarlo. Hay que continuar viviendo y por mucho tiempo todavía, para poder apurar enteramente el cáliz de Getsemaní hasta las últimas gotas y exhalar el último suspiro de vida en el Calvario entre el abandono de todo y de todos.
Mis sufrimientos interiores crecen y crecen cada vez más sin el menor descanso. Pero te suplico que no te aflijas en demasía por esto, sabiendo que así lo quiere el Señor, porque así desea ser amado de sus criaturas.

No deseo otra cosa, pues, de ti, sino que como una nueva María asistas al crucificado con tus oraciones y sufrimientos y ofrezcas las penas de El a la divina justicia para que un día tenga misericordia de mi.

Acabo de recibir noticias de casa que me hacen saber que he perdido una hermana y un sobrino, y que mi madre se encuentra también ella en triste estado. Te dejo que supongas el desgarro de mi alma y de mi corazón, y no me queda más que hacer y repetir con Job: "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, sea bendito su santo nombre." Una oración por la pobre difunta y otra por mi madre a fin de que sea apartada de la muerte, si a Dios le place, y que El de a todos la santa resignación.

Te bendigo con todo afecto.
PADRE PIOSan Giovanni Rotondo, 7/10/1918

jueves, 22 de septiembre de 2022

UNA ANÉCDOTA DEL PADRE PÍO EN URUGUAY


Monseñor Damiani, obispo uruguayo, fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre Pío. Luego de confesarse se quedó unos días en el convento. Una noche se sintió enfermo y llamaron al Padre Pío para que le diera los últimos sacramentos. El padre Pío tardó mucho en llegar y cuando lo hizo le dijo: “Ya sabía yo que no te morirías. Volverás a tu diócesis y trabajarás algunos años más para gloria de Dios y bien de las almas”. “Bueno”, contestó Monseñor Damiani, “me iré pero si usted me promete que irá a asistirme a la hora de mi muerte”. El Padre Pío dudó unos instantes y luego le dijo “Te lo prometo”.

Monseñor Damiani volvió al Uruguay y trabajó durante cuatro años en su diócesis. En el año 1941 Monseñor Alfredo Viola festejó sus bodas de plata sacerdotales. Para tal acontecimiento se reunieron todos los obispos uruguayos y algunos argentinos en la ciudad de Salto, Uruguay. Entre ellos estaba Monseñor Damiani, enfermo de angina pectoris.

Hacia la medianoche el Arzobispo de Montevideo, luego Cardenal Antonio María Barbieri, se despertó al oír golpear a su puerta. Apareció un fraile capuchino en su habitación que le dijo: “Vaya inmediatamente a ver a Monseñor Damiani. Se está muriendo”. Monseñor Barbieri fue corriendo a la alcoba de Monseñor Damiani, justo a tiempo para que éste recibiera la extremaunción y escribiera en un papel: “Padre Pío..” y no pudo terminar la frase. Fueron muchos los testigos que vieron un capuchino por los corredores. Quedó en el palacio espiscopal de Salto un medio guante del padre Pío que curó a varias personas.

En 1949 Monseñor Barbieri fue a San Giovanni Rotondo y reconoció en el padre al capuchino que había visto aquella noche, a más de diez mil kilómetros de distancia. El Padre no había salido en ningún momento de su convento. Hoy día hay en Salto una gruta que recuerda esta bilocación y desde allí el padre ha hecho varios milagros.

ENRIQUE CALICÓ: PADRE PÍO, VÍCTIMA PROPICIATORIA


El Padre Pío solía celebrar misa en Santa Ana, la iglesia donde recibió el bautismo, la primera comunión y la confirmación. Las misas eran largas, interrumpidas por inesperados éxtasis, tenía la gracia de vivir realmente las misas que celebraba, llenas de manifestaciones sobrenaturales. Esos años serán una etapa de pruebas durísimas, con ataques frecuentes deBarba Azul, como llamaba él a Satanás. Un día de 1912 escribe:

«Barba Azul y sus semejantes no paran de pegarme casi hasta darme muerte. No quiere confesarse vencido, adopta todas las formas, viene a visitarme con otros comparsas armados de palos y de instrumentos de hierro y, lo que es peor, mostrándose bajo sus propias formas...»,

Pero más adelante añadía: «Paciencia; Jesús, María, el Ángel, San José y el padre Francisco están casi siempre conmigo».
Contaba esta vida mística extraordinaria por obediencia a sus directores espirituales.

Había hecho ofrecimiento de su vida con todos sus sufrimientos para la conversión del mundo, y así se lo cuenta al padre Benedetto:
«Desde hace tiempo siento la necesidad de ofrecerme al Señor como víctima por los pobres pecadores y por las almas del purgatorio... que vierta sobre mí los castigos que están preparados para ellos... deseo hacer ese ofrecimiento al Señor con el permiso de usted».
Aceptó el Señor este ofrecimiento, permitiendo, además de esos cruentos ataques del demonio, su tan misteriosa enfermedad. El doctor Cardarelli de Nápoles, especialista en enfermedades pulmonares, pronosticó tajantemente:
–Apenas le queda un mes de vida.
El mismo médico, pasado cierto tiempo, reconocerá:
–No comprendo nada, nada de todo esto. ¡Si estaba clarísimo que le quedaban días de vida!

Por fin, en julio de 1916, a sus veintinueve años, entraba el Padre Pío en el convento de San Giovanni Rotondo y ya no lo abandonaría hasta su muerte, ocurrida cincuenta años más tarde. Este convento, situado en el promontorio de Gargano, en el Este de Italia, cerca de Foggia y perteneciente a la diócesis de Manfredonia, era un lugar apartado y olvidado del mundo, lugar ideal para nuestro fraile que sólo deseaba estar en oración permanente con Dios y compartir las reglas de San Francisco con sus hermanos de vocación. Pero las gracias sobrenaturales continuaban sucediéndose, cada vez con mayor intensidad.
Fuente: http//:www.gratisdate.org

jueves, 15 de septiembre de 2022

RP. HORACIO BOJORGE SJ: NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES: LAS ZARZAS Y EL FUEGO (3)


Queridos hermanos: Venimos meditando y contemplando el emblema del Corazón de María en este triduo preparatorio a la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. Contemplábamos el Corazón, las espinas, el fuego y la espada o las espadas.

Decíamos el primer día, que el Corazón de María es la primicia de los Corazones nuevos, deseados por los justos y prometidos por Dios, por boca de sus profetas, para el tiempo de la Nueva Alianza. Decíamos también, cómo Lucas, el evangelista de la Virgen y del Corazón de María, así lo comprendió y enseñó a la Iglesia. Decíamos que la Iglesia, inspirada por Lucas, aprendió de su evangelio a rezar el Santo Rosario, contemplando los misterios de la vida de Cristo desde el Corazón de la Madre, donde están guardados.

Vimos ayer, cómo las zarzas, espinas, abrojos y espinillos, son símbolos del castigo por el pecado; vimos cómo la espada de fuego impedía el regreso de insolentes o temerarios, al Paraíso perdido, a la Presencia de Dios y al Arbol de la Vida; vimos asimismo cómo Jesús cargó esas maldiciones y castigos sobre sí, para librar de ellos a la Humanidad; vimos cómo los mismos símbolos se convertían así de castigo en remedio, y de maldición en bendición. De modo que los mismos símbolos que nos hablaban en el Génesis de una cosa, nos hablan en el Evangelio de la contraria. Allá nos hablaban de las consecuencias del pecado, aquí nos pintan la sobreabundanciade la gracia y de la salvación.

Jesús y María tienen en sus corazones el fuego, las espinas, la herida de la lanza o las espadas. Decíamos por fin ayer que Jesús como Siervo Sufriente, tomó sobre sí el castigo que merecíamos por los culpables, siendo así que era el único cordero inocente; y que María se guardó todo ese sufrimiento redentor del Hijo en su Corazón Inmaculado.

En ambos corazones brilla el perdón de Dios. Porque ni en el Corazón del Hijo ni en el de la Madre hay lugar a la más mínima sombra de rencor. En ellos arde, puro y sin escoria, el fuego del perdón divino; que quiere consumir al pecado pero no al pecador.

En realidad, a la luz de este fuego y de esta espada, a la luz de esta corona de espinas, nos es posible comprender mejor cómo en los castigos por el pecado original que anunciaba el Génesis no había una reacción de "bronca" divina, sino una profunda pena y la preparación del remedio y de la salvación que vendría con Jesús.



LAS ZARZAS Y EL FUEGO

Hoy quiero referirme a dos escenas bíblicas más, en las cuales aparecen las espinas, el fuego y la espada. Son ellas:


1º) La fábula de los árboles que eligieron por rey a la zarza, narrada en el libro de los Jueces, capítulo noveno.


2º) El encuentro de Moisés con Dios en la zarza ardiente del Sinaí, en el libro del Exodo, capítulo tercero.


En el primer texto, la zarza contagia su incendio y devora con su fuego a los árboles de su alrededor. En el otro caso, el fuego que arde en el corazón de la zarza, no la consume. Y es en ese fuego no-destructor donde Dios se muestra a Moisés, expresándose a sí mismo como fuego de amor misericordioso y no como pasión de ira destructora y devoradora. Allí mismo, Dios le manifiesta a Moisés su Nombre: Yo soy el que soy, o quizás mejor: Yo soy el que estaré (con vosotros, o sea el Emmanuel), es decir, el Dios de la Presencia recuperada.


Me da devoción considerar que la zarza ardiente que vio Moisés prefiguraba el misterio de los Corazones de Jesús y de María. Y para tratar de explicárselo o mostrárselo los invito a que comencemos recordando los dos pasajes bíblicos.

1) Un Rey perverso se entredestruye con un pueblo perverso
En el libro de los Jueces leemos la historia de un hombre ambicioso y malvado, llamado Abimélek, que tras matar a todos sus hermanos porque eran sus rivales para alcanzar un trono, se hace elegir rey de Siquem y de todo Bet-Miló (Jueces 9,1-6). Su hermano menor, llamado Jotám, que había escapado a la matanza, cuando se enteró de la coronación del asesino, subió a la cumbre del Monte Garizim, y desde allí le gritó a la ciudad una fábula. Era en realidad una profecía. Y concluye con una maldición. La fábula le pronostica a la ciudad que el que se han elegido como rey será la causa de su perdición. Oigamos esa fábula. Dice así:

"Los árboles se pusieron en camino para buscarse un rey a quien ungir.
-Dijeron al olivo: 'Sé tú nuestro rey'.
-Les respondió el olivo: '¿Voy a renunciar al aceite con el que gracias a mí son honrados los dioses y los hombres, para ir a vagar por encima de los árboles?
-Los árboles dijeron a la higuera: 'Ven tú a reinar sobre nosotros'.
-Les respondió la higuera: '¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a vagar por encima de los árboles?'
-Los árboles dijeron a la vid: 'Ven tú a reinar sobre nosotros'.
-Les respondió la vid: '¿Voy a renunciar a mi mosto, el que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a vagar por encima de los árboles?'
-Todos los árboles dijeron a la zarza: 'Ven tú a reinar sobre nosotros'.
-La zarza respondió a los árboles: 'Si con sinceridad venís a ungirme a mí para reinar sobre vosotros, llegad y cobijaos a mi sombra. Y si así no fuera, brote de la zarza fuego que devore a los cedros del Líbano".

Y ahora, decidme, - continuó gritando Jotam - ¿habéis obrado con sinceridad y lealtad al elegir rey a Abimélek? ¿Habéis sido leales con mi padre Yerubbaal que combatió en favor de vosotros? Abimélek, habiendo matado a los hijos de vuestro bienhechor, ha sido coronado rey por vosotros. Pues bien, si habéis obrado bien, que Abimélek sea vuestra alegría y vosotros la suya. Pero si habéis obrado mal - maldijo Jotam - que salga fuego de Abimélek y devore a los vecinos de Siquem y de Bet-Miló. Y que salga fuego de los vecinos de Siquem y de Bet-Miló y devore a Abimélek (Jueces 9,16-20).

La lógica de Jotam es clara. Si el reinado de Abimélek está fundado en la justicia, será feliz. Pero si tiene sus pies hundidos en sangre y violencia, como es el caso, esa misma violencia los entredestruirá.

Los iracundos, en efecto, se entredevoran en su ira. El fuego que sale de la zarza es el mismo que devora a la vez a la zarza y a sus árboles vecinos, a los que se propaga el incendio de las espinas. Abimélek, razona Jotam, es un violento y su violencia os devorará a vosotros. Y de su violencia tendréis que defenderos con violencia.

Al apólogo de Jotam, subyace una enseñanza acerca de los pueblos y de los gobiernos que ellos se eligen, que vendría bien meditar en tiempos de elecciones. Pero no podemos detenernos aquí con ese aspecto, que no interesa a nuestro fin. Lo que nos interesa sobre todo recalcar es cómo las zarzas y los espinos son alimento proverbial de las llamas. Sea porque en ellos se ceba fácilmente el incendio espontáneo, sea porque el hombre se ve obligado a cortarlos y quemarlos.

Leamos ahora el otro texto de la zarza ardiente en el Sinaí.
 
2) El Señor se revela en un fuego que no devora las espinas
"Moisés era pastor del rebaño de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El Angel del Señor se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero no se consumía. Dijo, pues, Moisés: 'Voy a contemplar este extraño caso: por qué no se consume la zarza". Cuando vio el Señor que Moisés se acercaba para mirar, lo llamó de en medio de la zarza, diciendo: '¡Moisés! ¡Moisés!'. El respondió: 'Heme aquí'. Le dijo: 'No te acerques aquí; quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada'. Y añadió: 'Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob'. Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios" (Exodo 3,1-6).
Razón tenía Moisés en asombrarse y considerar extraño el hecho de que este fuego no devorara la zarza, manjar apetecido por el fuego y los incendios, elemento proverbialmente combustible. El recorrido por textos de la Escritura que hemos hecho ayer y hoy, nos permite también a nosotros compartir su asombro y extrañeza; pero también entender mejor lo excepcional que hay en los sentimientos del amor divino. Dios se muestra a sí mismo en forma de fuego que no devora. Y el fuego que vio Moisés prefiguraba de los Sagrados Corazones. Yo tengo para mí, en efecto, que lo que vio Moisés en el Sinaí, fue el Misterio de los corazones ardiendo en las espinas: el Misterio de la Pasión salvadora, los corazones de Jesús y de María.

La escena de la zarza ardiendo en el libro del Exodo, está a media distancia entre las espinas y las espadas de fuego de los querubines, en el relato del Génesis, y los Corazones ardiendo en las espinas de la Pasión.
 
Si leemos el texto bíblico en su lengua original, que es el hebreo, el texto se abre a posibilidades de significación múltiples que no siempre es fácil reflejar en las traducciones. Los comentaristas del texto tienen mayores posibilidades que los traductores, de explicar los múltiples sentidos posibles que el autor humano y el Autor divino pueden haber querido darle a un determinado texto. A veces, el autor sagrado intenta positivamente usar expresiones ambivalentes o polivalentes. Y eso es imposible expresarlo en la traducción. Los traductores se ven forzados a simplificar y elegir uno de los sentidos posibles, porque no pueden entrar en explicaciones.

Los rabinos judíos, que comentan directamente el texto hebreo con gran conocimiento de esa lengua y con métodos exegéticos propios, ofrecen luces para entender matices de significación propios que abren al lector diversos planos de interpretación en un mismo texto. Según un dicho rabínico: La Escritura tiene setenta caras. Vale decir: una plenitud de sentidos.

Naturalmente, por las interpretaciones de los rabinos no podemos guiarnos en cosas de fe. Pero sí son atendibles en asuntos filológicos tocantes a la lengua hebrea. San Jerónimo y otros grandes escrituristas y teólogos católicos no han dudado en consultarlos y aprender de ellos en estos campos. Podemos pues acudir a ellos sin temor y con provecho para nuestra fe.

En cuanto a entrar a investigar la lengua original y exponer a los fieles lo investigado, nos anima el dicho de Santa Teresita del Niño Jesús: "Si yo hubiera sido sacerdote, habría estudiado a fondo el hebreo y el griego, a fin de conocer el pensamiento divino, tal como Dios se dignó expresarlo en nuestro lenguaje humano".

3) Algunas conjeturas interpretativas

En una colección de antiguos comentarios rabínicos sobre el libro del Exodo, llamado Midrásh Éxodo Rabbáh, encontramos un comentario a las palabras de nuestro texto: "Como una llama de fuego en medio de las espinas".

El comentario dice así:
"Otra opinión acerca de 'a manera de llama de fuego', dice que estaba (el fuego) a ambos lados de la zarza y encima de ella,igual que el corazón (en hebreo = leb) está puesto entre ambas partes del cuerpo y en la parte de arriba".
Según este comentario, el fuego estaba dentro de la zarza como un corazón; era como el corazón ígneo de la zarza. O también, el fuego ardía en el corazón de la zarza. En todo caso, los rabinos son sensibles a relacionar en este texto los diversos símbolos del texto, los mismos de nuestro emblema.

El famoso comentarista medieval judío Rabbí Salomón Isaac, más conocido como el Rashí, comenta así nuestro pasaje:
"En una llama de fuego" (en hebreo: belabbat 'esh): Es el corazón (leb) del fuego. Expresión al estilo de: 'En el corazón del cielo' (Deuteronomio 4,11), 'el corazón de la encina' (2 Samuel 18,14) que significa: en medio de.

Y no te extrañes de que diga labbat por leb, (con tau final), porque hay otro ejemplo de eso en Ezequiel 16,30: '¡Oh! ¡Qué frágil es tu corazón' (=libbatekha)"
Según este autorizadísimo rabino, en nuestro texto podemos leer que Moisés vio a Dios "en el corazón de la llama o del fuego" (belibbat 'esh). O como vimos, según los otros rabinos antes aludidos, el pasaje puede interpretarse como "el fuego ardía en el corazón de la zarza".

Creo que siguiendo el consejo de Jesús, que recomendaba a todo escriba instruido en el Reino de los cielos sacar de su tesoro lo nuevo y lo viejo, me está no sólo permitido sino de alguna manera indicado, transitar este camino de la exégesis rabínica, adoptando su hermenéutica, aunque yendo más lejos que ellos, y en la dirección de mi fe. Por este camino, leo en el texto:
"Y se dejó ver el Angel de Dios a él en forma de corazones de fuego" (=belibbót 'esh).
Y también, ambivalentemente:
"En forma de lengua de fuego"
"En forma de espada de fuego"
"En forma de corazones de hombre" (belibbot 'ish).
"De en medio de la zarza" (=mitok hasenéh)
Y también, ambivalentemente:
"De en medio del odio" (=mitok hasin'áh).
Es decir, en otras palabras, "corazones de fuego, que arden en medio del odio sin consumir a los que los odian".
---------------------
Y así hemos llegado, queridos hermanos, al final de nuestra contemplación, en este último día de nuestro triduo.

Hemos contemplado el emblema del Corazón de María, coronado de espinas, ardiendo en medio de ellas y traspasado por la espada.

Para bucear en el sentido y el significado de los símbolos que componen ese emblema, hemos pedido ayuda a la Sagrada Escritura, orientados en esa consulta por los comentarios de los Santos Padres, sin deseñar el aporte de los comentarios rabínicos.

Los símbolos no lo dicen todo. Expresan algo y ocultan quizás otro tanto. Quedarían, por lo tanto, muchas otras cosas por buscar, por explicar y aclarar. Me doy por satisfecho si el recorrido por los textos de la Escritura ha sugerido algo a nuestro espíritu; si he logrado poner en común con ustedes algo de lo que me da vueltas dentro del corazón cuando vengo a ponerme delante de nuestra imagen parroquial de Nuestra Señora de la Paciencia.

Esta imagen tiene sobre mí el efecto que Dimas Antuña, nuestro teólogo laico uruguayo, mi querido maestro tan grande como desconocido, pedía que tuviese la imagen de San José que su amigo escultor intentaba tallar:
"Que la imagen tenga algo de grande, de simple; algo que detenga. Una imagen para ahuyentar las devociones interesadas. Que el devoto entre a la Iglesia para pedir (para sí) cosas temporales o egoístas" y en vez de pedir lo que venía a pedir, en este caso por sus propias aflicciones y pesares "sea detenido por la paz" de esta imagen y "pida oración, conocimiento del propio
pecado y de la misericordia divina, y desprecio del mundo. Una imagen que detenga el corazón blando, sucio y sentimental de nuestra época" (Carta a un Escultor).
Una imagen - diría yo - que nos remita con símbolos elocuentes a los misterios centrales de nuestra fe. Como es, felizmente, la imagen de Nuestra Señora de la Paciencia que se venera en este templo de San Ignacio de Loyola.

RP HORACIO BOJORGE SJ:NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES: LAS ESPINAS Y LA ESPADA (2)


Ayer comenzamos nuestra contemplación y meditación del emblema del Corazón de María, centrando nuestra atención en el Corazón mismo. A la luz de la Sagrada Escritura, veíamos en el Corazón de María la primicia de los corazones nuevos, anhelado por los justos y que Dios prometiera por medio de los profetas. Veíamos en María, la madre y maestra de una nueva humanidad. Corazones nuevos: Hombres nuevos.


Decíamos también que María nos enseña a conocer a Jesús, los misterios de cuya vida ella guardaba y meditaba en su corazón, desde el principio al fin, según nos enseña San Lucas.

Hoy, con la gracia de Dios, vamos a meditar sobre las espinas, el fuego y la espada, que son también símbolos que integran el emblema del corazón de María y que nos dicen algo acerca de la condición de este corazón nuevo, que es el suyo y al que el nuestro se debe parecer. Para tratar de penetrar en el sentido de estos símbolos, pediremos ayuda a la Sagrada Escritura.


LAS ESPINAS
Comencemos por las espinas. Una asociación inmediata y la más obvia, se establece con la corona de espinas de Jesús. Ciertamente, convenía encontrar la misma corona de espinas que corona al Mesías sufriente, en el Corazón de la Madre del Mesías. Cómo no iba a guardar la Madre esa corona en su corazón. Ambos corazones coronados de espinas, nos hablan de la comunión en el amor y en los padecimientos.

Pero si consultamos las Sagradas Escrituras, vemos aparecer las espinas en varias oportunidades que nos revelan el sentido teológico de las espinas.

Las espinas aparecen por primera vez en la Sagrada Escritura en el relato de la caída de nuestros primeros padres. A consecuencia del pecado, les sobrevienen a Adán y Eva muchas calamidades, que el Señor les anuncia con pesadumbre, ya que su voluntad respecto del hombre y de su vida sobre la tierra había sido muy distinta.

Entre esas calamidades, Dios les anuncia que la tierra producirá espinas: "Por tu causa quedará maldita la tierra...espinas y abrojos te producirá y comerás la hierba del campo; con el sudor del rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste tomado, porque polvo eres y al polvo volerás" (Génesis 3,18).

La tierra, de la que el hombre ha sido tomado, es alcanzada por las consecuencias del pecado de la creatura que salió de ella. La tierra es alcanzada por la maldición y desde entonces comienza a producir espinas.

En el lenguaje de la Escritura las espinas son, por lo tanto - ahora lo comprendemos - consecuencia del pecado original. Son manifestación del estado de irreconciliación en que quedaron la tierra y el hombre. Esa irreconciliación, que no le permite al hombre vivir fácilmente sobre la tierra, es especialmene evidente en los desiertos, donde éste no puede vivir a causa de la infertilidad del suelo, sobre el cual sólo logran sobrevivir las plantas espinosas, los abrojos, zarzas y espinillos.

La corona de espinas, ya sea la de Cristo en la Pasión, ya sea la que ciñe el Corazón de su Madre, nos habla por lo tanto, del pecado original. Ese drama terrible, al que Jesús vino a poner remedio. Así como Jesús carga sobre sí los pecados del mundo, porta sobre su cabeza, en forma de corona de espinas, la maldición de la tierra, el signo de la irreconcililación entre el hombre pecador, hijo de Adán y Eva, y la tierra de la que fueron tomados. "El era herido por nuestras rebeldías..." (Isaías 53,4).

Las espinas, sin embargo, están trenzadas en forma de corona. Y esto también quiere decirnos algo. Quiere decir que por su pasión, Jesús ha transformado la maldición y el castigo, en un triunfo y en una victoria.

LA ESPADA DE FUEGO
 
Si avanzamos un poco más en la lectura del relato del castigo del pecado en el libro del Génesis, nos encontramos también con una espada de fuego. O, si traducimos a la letra, con "un fuego como espada".

¿Qué relación hay entre esa espada y la que traspasa el alma de la Madre de Jesús?El relato de los castigos que Dios anuncia, termina con la expulsión del Paraíso, a cuya entrada quedan apostados ángeles con espadas de fuego (o fuego como espada), encargados de impedir el acceso al árbol de la vida. Recordemos el texto: "Y le expulsó el Señor Dios del jardín de Edén para que sirviese al suelo de donde había sido tomado. Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén a los querubines y la llama refulgente de la espada para impedir el acceso al árbol de la vida" (Génesis 3,23-24).

Los querubines, en la Sagrada Escritura, son ángeles. Su nombre significa "bendecidores", pues bendicen a Dios en su presencia. Ellos no sólo están en la Presencia de Dios, sino que son ángeles de la Presencia. Ese es no sólo su privilegio y su lugar, sino también su ministerio, su misión: señalar y visibilizar la Presencia, comunicarla a los hombres. Se los representaba sobre el Arca de la Alianza con las alas desplegadas. Sobre ellos, como sobre un trono, se sentaba el Dios invisible para hacerse presente a su pueblo. Es a estos seres angélicos a los que el Señor les encarga que impidan el acceso al árbol de la vida al arbitrio y la insolencia de los hombres desacatados.

La espada refulgente, o el fuego como espada, es el rayo.
 
Las espinas, la espada y el fuego, aparecen pues, en este relato del castigo por el pecado original, asociados en un mismo contexto y expresando distintos aspectos del castigo, o de los efectos desastrosos del pecado. El hombre se convierte ahora en un siervo de la tierra, en un esclavo que ha de servirla, ha de labrarla fatigosamente y entre espinas, para cobrar de ella un salario de pan. Pero el árbol de la vida, queda en el Paraíso perdido, inaccesible ahora. Los ángeles de la Presencia, armados del rayo, le vedan al hombre el acceso a la perdida intimidad y convivencia paradisíaca.

Siendo hoy la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, no podemos dejar de abrir un paréntesis, ya que estamos comentando este pasaje de la Sagrada Escritura, para señalar que en la tradición católica, se celebra a la Cruz como Arbol de la Vida. Los textos de la liturgia de la fiesta de hoy lo celebran así, en términos que nos evocan algunos cantos del Viernes Santo. Uno de esos himnos canta:



"Arbol lleno de luz, árbol hermoso,
árbol ornado con la regia púrpura"

Y otro

"¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza!
jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor, en fruto...
Dulce árbol, donde la vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza.
Tú solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
Tú el Arca que nos salva, tú el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido"

A medida que avanzamos en este correlacionamiento de símbolos bíblicos, creo que puede irse advirtiendo que el corazón, el fuego, la espada y las espinas, nos remiten por un lado al castigo del pecado original, pero por otro, al remedio que puso Dios a aquellos males en la Pasión de su Hijo.

Al hacerse hombre, Dios tomó sobre sí las espinas y fue herido por la espada y el fuego. Y es de ese remedio que nos hablan esos símbolos desde el Corazón de nuestra Madre, donde ellos se han convertido, en efecto, de castigo en remedio y de maldición en bendición.

Ya no hay Querubines a las puertas del Paraíso para impedirnos el acceso al Arbol de la Vida, sino que, en la Cruz, Árbol de Vida, se ofrece a nosotros Jesús mismo, como fruto de la ciencia del bien y del mal que da la sabiduría a sus discípulos, y que lejos de celarse se nos da en alimento para hacernos iguales a Dios.

Y junto al Árbol de la Cruz, para tomarnos como hijos y darnos la vida, está María, la nueva Eva que nos da a comer el fruto eucarístico, en vez del fruto de Muerte que la primera Eva le sirvió a Adán.

Los mismos símbolos nos hablan en el Génesis de una cosa y en el Evangelio de la contraria. Allá nos pintan las consecuencias del pecado. Aquí nos hablan de la sobreabundancia de la gracia y de la salvación.

Al mismo tiempo, podemos ir advirtiendo cómo en la Sagrada Escritura, los símbolos están regidos por leyes propias de combinación y de asociación entre sí. Esas leyes pertenecen al modo y al lenguaje en el que el Espíritu Santo quiere hablarnos en las Escrituras.

Cada lengua permite asociaciones y juegos de palabras que no se pueden traducir en otras. Por ejemplo, ya que toca a nuestro asunto, en hebreo hay una relación verbal - y de ahí deriva una vinculación simbólica y semántica -entre la llama y la espada. En muchas culturas se ha notado la semejanza de las llamas de fuego con la hoja de una espada, o también con la lengua del hombre. Es que el fuego destruye y mata, o también devora como decimos en castellano, donde son frases hechas decir "lenguas de fuego" o "lengua afilada".

En hebreo se habla de la lengua de la espada; y se dice que devora, para aludir metafóricamenta a su acción de matar. Y al igual que en castellano, se habla en hebreo de lenguas de fuego. De modo que en hebreo, la palabralengua se enlaza con la espada y con el fuego y puede asociar a ambos entre sí, por un efecto de triangulación simbólica. Se dice en hebreo que devora el fuego con su lengua o su espada. Se dice también que la espada devora con su lengua, como hace el fuego.

Para hacernos sensibles a ese universo simbólico del texto inspirado podemos recurrir a algunos ejemplos de la Escritura:

Los profetas, inspirándose en textos como los del Génesis, han podido expresar sus amenazas de castigo en estos términos:

"Sobre el solar de mi pueblo
zarza y espino crecerá
y también sobre todas las casas de placer
de la ciudad divertida" (Isaías 32,13).
"La Tierra está en duelo, languidece,
el Líbano está ajado y mustio...
concebiréis forraje, pariréis paja
y mi soplo como fuego os devorará"


(Isaías 33,9.11; ver Lucas 28,31).
"Los pueblos serán calcinados
como espinos cortados
que devorará el fuego" (Isaías 33,12).

El Salmista ve a sus enemigos que lo rodean como un incendio de zarzas: "Me rodeaban como avispas, llameaban como fuego de zarzas, pero yo los corté en el Nombre del Señor" (Salmo 118,12).

David dice que los malvados son como "espinas del desierto" que no son recogidas con la manos sino que se los maneja con el hierro "para quemarlos" (2 Samuel 23,6).
Ezequiel sueña con la paz de los últimos tiempos en estos términos:

"Ya no habrá más, para la Casa de Israel,
espina que punce ni zarza que lastime,
entre los pueblos vecinos que la desprecian"
(Ez 28,24).

Con estos textos quiero señalar a la atención de ustedes, cómo y por qué van asociados el fuego y las espinas en las Sagradas Escrituras. Los príncipes y los reyes vecinos de Israel, son como fuegos peligrosos por su vecindad. De los pueblos, leemos a menudo en las Escrituras que sale fuego que calcina a otros pueblos vecinos:

"De Jeshbón saldrá fuego
y una llama de la ciudad de Sijón" (Números 21,28).
El profeta Ezequiel entona un canto fúnebre, una elegía por los príncipes de Israel, en estos términos que ya les irán resultando conocidos:
"Tu madre era una vid
plantada a orillas de las aguas.
Era fecunda, exuberante,
por la abundancia de agua.
Un ramo robusto le salió
que llegó a ser cetro de soberano;
su talla se elevó
hasta las mismas nubes.
Era imponente por su altura
y su riqueza de ramaje.
Pero ha sido arrancada con furor,
en tierra ha quedado tendida;
el viento del este ha agostado sus frutos;
ha sido rota,
su ramo robusto se ha secado,
lo ha devorado el fuego.
Y ahora está plantada en el desierto,
en tierra de sequía y de sed.
Ha salido fuego de su ramo,
ha devorado sus sarmientos y su fruto.
No volverá a tener su ramo fuerte,
su cetro real". (Ez 19,10-14).


Como se ve: las espinas, el fuego que devora, el hierro que corta los espinos para arrojarlas al fuego, son en el lenguaje bíblico del Espíritu Santo, los emblemas del castigo. ¿Qué hacen pues en el Corazón de María y de Jesús?

Hay un texto de Isaías que quizás nos permita comprenderlo. Hablándonos del servidor de Dios sufriente, nos dice:

"Creció como un retoño delante de nosotros,
como raíz de tierra árida,
no tenía apariencia ni belleza
ni aspecto que pudiésemos estimar.
Despreciable y desecho de hombres,
varón de dolores y sabedor de dolencias,
como uno ante quien se oculta el rostro,
despreciable, y no lo tuvimos en cuenta.
Y, sin embargo, eran nuestras dolencias
las que él llevaba sobre sí
y nuestros dolores los que soportaba!
Nosotros lo tuvimos por azotado,
herido por Dios y humillado.
El soportó el castigo que nos trae la paz,
y con sus cardenales fuimos curados...
Por sus desdichas justificará mi Siervo a muchos
y las culpas de ellos soportará él.
Por eso le daré su parte entre los grandes...
ya que indefenso se entregó a la muerte
y con los rebeldes fue contado,
cuando él llevó el pecado de muchos
e intercedió por los rebeldes" (Is 53).


Quizás podamos comprender mejor ahora, a la luz de este texto, por qué los mismos símbolos nos hablan en el Génesis de una cosa y en el Evangelio de la contraria. Allá de castigo por el pecado, y aquí de salvación del pecado.

Jesús, Siervo Sufriente, tomó sobre sí las espinas, el fuego y la espada. Y María se guardó todo esto en el Corazón.

Cierta vez Jesús dijo: "fuego he venido a traer a la tierra y qué quiero sino que arda" (Lucas 12,49). Pero a sus discípulos que querían pedir fuego del cielo para que destruyera una ciudad inamistosa, Jesús los reprendió: "No sabéis de qué espíritu sois" (Lucas 9,54s). No era el fuego destructor el que Jesús quería y venía a traer. No era con ese fuego con el que deseaba incendiar la tierra, sino con ese otro fuego que vemos consumir los sagrados Corazones.

Del cetro de este Mesías no sale fuego destructor de los enemigos, sino un fuego de amor divino, más fuerte que la muerte y que ni un océano puede extinguir (Cantar 8,6-7).Con la gracia de Dios, mañana continuaremos nuestra contemplación de estos símbolos a la luz de las Sagradas Escrituras.